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La XLI SanSil Salmantina, el 28 diciembre será una realidad

La XLI SanSil Salmantina, el 28 diciembre será una realidad

La popular y entrañable carrera ha sido presentada en el Ayuntamiento de Salamanca, patrocinador junto al grupo SETEL de la tradicional carrera.   El 1 de noviembre comenzaran las inscrip...

Microrrelatos presentados al XIII Concurso "San Silvestre Salmantina"

 

Las obras presentadas al XIII Concurso "San Silvestre Salmantina" no se publican automáticamente, se mostrarán en la web tras una revisión previa de contenido

 

# 376 Yeisson Vargas Rendón

 

Diez diciembres

Diez diciembres contempló Salamanca este pacto entre un hombre y su sombra. Hoy, sus piernas —antiguos traidores convertidos en cómplices— escriben sobre el adoquín una caligrafía sin fin.
A lo lejos, su nombre se evapora en el aire frío. Lleva el cincuenta a la espalda: número que mañana dejará de ser vacío. Diez inviernos le enseñaron que el fracaso es solo un desvío.
Esta vez no hay San Silvestre que lo conmine a rendirse, ni catedral que recoja su llanto, ni multitud que lo encuentre entre el sollozo y quebranto. El cuerpo aprendió que lo que llamó cobardía era rebeldía, y solo ahora comprende esa sinfonía. Llega primero, aunque la victoria es apenas un breve latido. Corrieron con él los diciembres perdidos, como tantos nombres en el aire repetidos.
Llega primero, más jamás corrió solo. Con él corrieron sus fantasmas del calvario, sus diciembres derrotados por el tiempo contrario.

# 375 María del Carmen Pombo Molina

 

Corazones heridos

Ya llegó aquel día. No pude evitar mirar a mi hermana, miles de personas la iban a ver correr en San Silvestre Salmantina. Pero me preocupaba el rostro de mi padre hacia ella. La había entrenado muy duro, solo para no defraudar a su padre. Comenzó la carrera, y a mi padre se le iluminó la cara al ver la posición de su hija, nada la iba a parar. Hasta que le vino su problema del corazón. Mi padre soltó gritos de furia. Ella cayó al suelo y lloró. Jamás había visto a mi padre tan enfadado, fue corriendo hasta ella. Vio que estaba destrozada por su enfermedad, la miró a la cara, y la abrazó justo antes de llamar a la ambulancia.

# 374 ELENA OLIVELLA

 

ERROR DE IDENTIDAD

Corría como la que más. Estaba decidida a no parar hasta que se le agotaran las fuerzas. Traspasó la meta en tercer lugar y se paró como hacían todos los demás. Pero pronto advirtió que nadie se acercaba para felicitarla, nadie le daba una botella de agua para calmar la sed y nadie le hacía fotos. Ni, tampoco, le colgaron una medalla. No entendía el por qué hasta que una voz comenzó a chillar mientras la señalaba con el dedo, ¡Una rata!, ¡Una rata! Fue cuando nuestra protagonista comprendió que, por enésima vez, se ha había olvidado de que no pertenecía a la raza humana. Dio media vuelta y salió de allí pitando para reunirse con sus congéneres. Para consolarse se dijo a sí misma que, quizá, no tenía mérito el haber quedado en tercer puesto ya que ella contaba con dos patas más que el resto de participantes.

# 371 Paula González Cantón

 

De todo a nada

Su gran sueño era participar en aquella carrera , el trabajo duro cada día. Hasta que lo consiguió , pero cuando llegó el gran día estaba tan emocionado que ni calentó antes y por ello en medio de la carrera , se lesionó , ahora su gran sueño había desaparecido, muy triste se salió de aquella carrera pero eso no le hizo detenerse , todo lo contrario decidió recuperarse y entrenar el doble. Y al siguiente año ¡ Ganó la carrera!

# 370 Javier González Delgado

 

Lo importante es la preparación

Me despierto antes de que suene la alarma y ya voy tarde. Salto de la cama sin calentar, café a medias, ducha rápida y doy un beso fugaz. Dando zancadas llego a la parada, desayuno de pie, revisando mensajes mientras esquivo a otros cuerpos al sprint. El trabajo es una pista de obstáculos: llamadas urgentes, mensajes a contrarreloj y series de reuniones cronometradas. Al salir, paso por el supermercado, el carrito convertido en velocista buscando avituallamiento. Subo las escaleras de casa en tiempo récord, sin recuperar preparo la cena y estiro lo que puedo delante de la tele. En la cama, recibo un beso fugaz y me quedo dormida en la meta.

Hoy vi un anuncio de la San Silvestre de Salamanca y he pensado en apuntarme. Nunca había estado más preparada.

# 369 AGATA MARCOS GROS

 

LA PIEL DE PIEDREA

Durante trescientos sesenta y cuatro días, las piedras de Salamanca escuchan el eco del paseo, la prisa universitaria, el tacón de la noche. Son piedras pacientes, acostumbradas al tiempo lento.

Pero el último día, las piedras despiertan.

Llega la marea. Miles de pisadas cortas, urgentes. Goma contra granito. Es un sonido vibrante, un masaje rítmico que sacude la historia dormida bajo el asfalto.

No es una carrera. Es la ciudad comprobando que, bajo la piel de piedra dorada, su viejo corazón aún sabe latir deprisa.

# 368 JORGE ALONSO LUNA

 

VAHO

El frío de Salamanca no avisa; muerde la piel y se instala en los huesos. Pero en la salida, lo único que importa es el vaho.

No es sudor, es aliento.

Veo mi nube de vapor y, por un instante, es la misma nube que exhalé el año pasado, y hace diez. Es el aliento de mi padre en esta misma cuesta, hace treinta. Miles de corredores respirando al unísono, creando un fantasma blanco que avanza sobre el asfalto mojado.

En la San Silvestre, nadie corre solo. Corremos empujados por el eco de todos los que alguna vez condensaron su esfuerzo contra el aire de diciembre.

Llegamos a la Plaza. El vaho se disipa. La memoria queda.

# 367 Marina Briz Miguel

 

Recuerdos Silvestres


El viento de diciembre intentaba, sin éxito, apagar la llama de la San Silvestre Salmantina. Trinidad, abuela de manos arrugadas y espíritu joven, sostenía con entusiasmo el disfraz de reno que había cosido para su nieto, Sergio. Era su primera carrera juntos.
La multitud, un río multicolor de risas y disfraces, los arrastró animadamente hacia la línea de salida.Sergio, con sus ojos brillantes de ilusión y nerviosismo, agarró fuerte la mano de su abuela. No importaba el frío, ni el cansancio que pudiera sentir. Solo importaba ese momento mágico, esa tradición compartida, que después se convertiría en un recuerdo.
Cuando cruzaron la meta, sin aliento, pero felices, Trini supo que había creado un recuerdo imborrable para Sergio. La San Silvestre, más que una carrera, era una oportunidad, una promesa de esperanza para el año que comenzaba. Que va dejando un legado de amor y alegría transmitido de generación en generación.

# 366 Ángel DAUDÉN PARACUELLOS

 

EL DEPORTISTA ANÓNIMO

En Teruel es muy conocido el caso de Alberto, un chico al que le estalló una granada cuando limpiaba un trastero. Sufrió amputaciones en brazos y manos, además de una ceguera casi completa.
Para su recuperación comenzó a practicar atletismo, corriendo junto a un amigo, al que iba unido mediante un cordel de un metro de longitud.
Gracias a su esfuerzo y superación comenzó a ganar premios y su nombre ha llegado a ser una referencia en estas modalidades deportivas.

El mérito de Alberto es incuestionable, pero nadie comenta el de su acompañante. El sacrificio de un deportista por ayudar a su amigo, dedicándole muchas horas de su tiempo libre y sin ambiciones personales por conseguir un premio para él, resulta un ejemplo de altruismo y dedicación a los demás.

# 365 Jimena Pulido García

 

Quién me manda…

Me apunté a la San Silvestre por impulso. “Solo son unos kilómetros”, dijo mi prima, experta en minimizar desastres. Sonaba fácil: correr un rato, disfrutar del ambiente navideño, y, quizá, salir bien en alguna foto. Error.
A los dos minutos de empezar ya me dolían músculos que no sabía que existían. Una señora vestida de árbol de Navidad me adelantó con un sprint humillante. Más tarde, un grupo de nietos y abuelos disfrazados de renos me ofreció ánimo... y luego me pasó corriendo mientras cantaban villancicos.
La gente me animaba, sin saber que mi único objetivo era llegar viva al kilómetro cinco.
Cuando por fin vi el arco inflable, levanté los brazos en señal de victoria. Me sentía épica, invencible, gloriosa.
Hasta que un voluntario me miró raro y dijo:
—Esa es la línea de salida…
Con esa humillación me prometí que el próximo año entrenaría… O no me apuntaría.

# 363 Eli Murgiondo

 

Dicen que la Sansil marca

A sus 72, afrontaba ilusionado una nueva San Silvestre salmantina, esta vez junto a su nieto, no tan entusiasmado.
Comenzó tranquilo, pero pronto empezó a sentirse más fuerte y decidió apretar un poco. Se encontraba extrañamente pletórico. Miró el reloj y le sorprendió observar unos brazos que parecían más fuertes y unas manos libres de venas hinchadas. Se sentía rejuvenecer. Notaba holgada la camiseta y tuvo que apretarse el cordón del pantaloncillo para no perderlo. Su nueva agilidad lo libró de ir al suelo tras tropezar con sus propias zapatillas, de repente enormes. Se las quitó y siguió avanzando con pasos cada vez más cortos, como sus piernas. Reconoció entonces, jubiloso, la camiseta de su nieto, pero al alcanzarlo encontró sus ojos en un cansado anciano que le dijo: abuelo, dame la manita para llegar a meta, anda. Y tanto que la Sansil te cambia la perspectiva, tenías razón.

# 361 Alba Lara Ortega

 

Si eres feliz, haces feliz

Hoy era el día, parecía una navidad cualquiera, pero no era así. Era 31 de diciembre por la mañana, estaba muy nervioso, llegamos al lugar, allí estaba la línea de meta con todos los participantes y ¡Piiiiin! sonó la sirena, corría y corría y antes de darme cuenta...
Allí estaba mi hijo ¡Había ganado! Había cumplido su sueño, era feliz, y por lo tanto yo también -Apoyarse en todo es la clave del éxito- le dije.

# 360 Aida Cervera Caro

 

Mi meta personal

9:30 h. Dejo la prótesis de carbono sobre la cama. Me pongo mis calcetines rosas de la suerte y el dorsal. Barrita energética, lista. Hoy no corro por el tiempo, sino por mí y por mi querida Salamanca.

11:00 h. Las calles son una fiesta de disfraces y nervios. Siento la mirada ajena; la curiosidad por la corredora con una sola pierna. No hay burla, solo el respeto de quien comparte asfalto.

12:30 h. Pistoletazo. El rugido del gentío me empuja.

13:08 h. Estoy volando sobre el adoquinado. Cada zancada es un "sí puedo".

13:41 h. El músculo derecho arde, la prótesis roza, pero respiro por fin.

14:02 h. Cruzo la meta. Me cambio la pierna de titanio por la que me permite abrazar. No gané el metal, pero gané la vida. El aplauso es mi verdadero trofeo. Ya he ganado.

# 358 JULIA RUBIO FERRER

 

La voz del cartel

¡Madre mía! Ahora sí que estoy fitness. Fijaros en mi perfil. Cómo el pelo se me alisa con el viento incapaz de crear un tirabuzón, además de la alineación de los hombros y codos que, sincronizados con las piernas, me dan fuerzas para avanzar.
¡Este año se han superado! Es cierto que siempre me renuevan para esta ocasión, pero, sin ánimo de ofender a los anteriores protagonistas, esta vez soy el más llamativo. Gracias a estos colorines en mi vestuario, acompañado de las zapatillas que vuelan sobre el asfalto, es imposible que pase desapercibido ni a la salida de la carrera, ni durante el recorrido y, menos aún, cuando os reciba a la llegada. Saldré en todos los selfis. En la entrega de premios. ¡Hasta en las noticias!
Espero ilusionado el gran día y mostraros orgulloso el sano corazón que me late debajo del brazo.

# 357 Adriana I. Mesiano

 

Sintiendo los pasos


La Salmantina vuelve siempre, como la primavera y las vacaciones. Esta vez me preparé durante todo el año, porque no quiero limitarme más a percibir los pasos de los participantes, la respiración profunda de los atletas que pasan, ¡no! Deseo que el roce del viento en mi piel me diga que estoy corriendo por la plaza, escuchar que me gritan que falta poco y reír pensando que no quiero llegar a la meta; porque significa que ya se terminó. El día de San Silvestre dejaré gotas de sudor esparcidas por el recorrido, mientras mi marido me indicará que corrija hacia la derecha o gire a la izquierda, o me cuente que acabo de superar a mi vecino que va con su hijo en los brazos. Quiero correrla con todo mi cuerpo, mientras mis ojos ciegos la imaginan y mi corazón la abraza.

# 356 Patricia Mesiano

 

Con la Salmantina no

Me atrajeron los carteles y aterricé. Simulé estar disfrazado para recorrer las calles observando lo que ocurría.

El público aplaudía y alentaba, no solo a los conocidos, a todos los participantes; los mayores intentaban inculcar tanto el amor al deporte como el valor de ese encuentro solidario; vi corredores ayudando a sus rivales, y a un joven que detenía su marcha porque sentía que correr junto a su padre era mejor que obtener una medalla.

Me detectaron cuando alguien me fotografió, notó que mi imagen salía borrosa y se asustó; entonces una señora preguntó qué sucedía, interesada en la situación para incluirla en un relato, e intentó entrevistarme. Debí teletransportarme a la nave.

«Quienes acuden a La Salmantina no son personas útiles para nuestra investigación sobre la maldad humana», deduje. «En ese sitio se aglutina todo lo que está bien, iré a abducir humanos en otro lugar».

# 355 Giselle Ruiz-Canela Luis

 

No es no poder, es querer

Pensó en su discapacidad y creyó que no podía. Confió en su capacidad y llegó a la meta

# 354 MARIA DEL CAMINO GUARDIA ALVAREZ

 

Correr no adelgaza

A las tres semanas de entrenamiento, solo había perdido el entusiasmo.
Pero no podía faltar: todo Salamanca lo corría.
En la salida, se ató los cordones, se desató el alma y salió disparado.
A los cinco minutos, ya estaba negociando su epitafio: “Murió haciendo deporte… por primera vez”.
Cruzó la meta diez segundos antes del coche escoba.
La báscula no bajó, pero la autoestima subió dos tallas.

# 353 Laura Reyes Carvajal

 

El susurro de las zapatillas

En la víspera de San Silvestre, el aire estaba cargado de emoción. David, con su camiseta iluminada por el brillo de las luces navideñas, se unió a la multitud en la plaza. La carrera no solo era un desafío físico, sino una ilusión que unía a la comunidad. Las campanas sonaban, marcando el inicio. Cada paso era un latido compartido, una combinación de risas y gritos de aliento. Recordaba las largas noches de entrenamiento, el sacrificio y la pasión que le habían llevado hasta allí. Mientras corría, se encontró con rostros familiares: amigos, vecinos, desconocidos que, como él, buscaban dejar atrás un año de retos. En la última recta, el aliento se volvía pesado, pero el espíritu se elevaba. Al cruzar la meta, una gran satisfacción lo envolvió. La San Silvestre no era solo una carrera, era un abrazo colectivo que prometía nuevos comienzos y la fuerza de seguir adelante.

# 352 Mónica Reyes Carvajal

 

Ritmos de superación

En la fría noche de San Silvestre, Salamanca se iluminaba con las luces de miles de corredores. Entre risas y gritos de ánimo, Clara ató sus cordones con determinación. Cada zancada resonaba como un eco de superación. Recordaba los entrenamientos bajo la lluvia, las caídas y las risas compartidas con amigos. La meta no era solo llegar, sino vivir el momento, sentir la energía del público y la vitalidad con los demás participantes. A medida que avanzaba, el aliento se convertía en vapor, pero el espíritu seguía fuerte. Al cruzar la línea, una ola de emoción la envolvió. No importaba el tiempo, solo el viaje. En ese instante, ella entendió que el atletismo no era solo deporte; era un estilo de vida, un vínculo común que unía a la ciudad en una celebración de esfuerzo, amistad, retos y nuevos comienzos. Así, Clara sonrió, lista y decidida para el siguiente año.

# 351 Susana Hernández Montes

 

365 días

Yo no corro.
Y un día al año, me bebo todo ese valor deportivo de un trago y corro. Me invade el espíritu único de esta fecha a la que yo coso las bases de mi participación. Me calzo las zapas, me uno a la fiesta. Salgo desde el centro y sonrió cuando suena la señal. En realidad ando más que corro. Somos muchos. Nos miramos, sonreímos. En solo dos minutos soy cola de carrera. No estoy en el pelotón. Acompaño a la moto que anuncia el final. Me da igual. Corro. Y con cada zancada abandono un día malo de este año pasado, un enfado, mil lágrimas, cientos de miedos. Con cada aliento, algo superado, una risa, una caricia regalada. Al llegar no he perdido solo el aliento. He perdido esa mochila llena que arrastraba. Voy ligera. Parto de cero con la llave de nuevos 365 días regalados.

# 350 Carlos Moro Alonso

 

Una Sansilvestre como la vida

Preparado para el pistoletazo de salida. Tras de mí, un año duro… muy duro. Suena el disparo y comienzo a correr como si huyera de un pasado que me persigue, quizá sea eso lo que impulsa a mis pies a lanzarse hacia adelante, hacia el futuro, hacia lo desconocido…

Sigo corriendo y corriendo hasta que me doy cuenta de que no sé a dónde voy, mientras miro a mi alrededor y veo a miles de personas que muy probablemente tampoco lo saben. A medida que recorremos Salamanca una avalancha de recuerdos me abruma, pero con la bajada de la Avenida de Portugal parece que todo cuesta menos, que las dificultades son más livianas.

Recorro Comuneros y el Paseo del Rollo en paz conmigo mismo y, por fin, delante de mí, la esperada meta. Tras ella, un 2026 lleno de esperanza que comienzo agotado, sudado y con una sonrisa.

# 349 Celia Casero Redondo

 

LO QUE AMAS

Recuerdo exhalar el gélido aire de aquella mañana de diciembre y soltar una gran carcajada tras una mirada cómplice a mi compañero, después de girar la última curva a toda velocidad.

Entonces caí en la cuenta de que ese sentimiento es exactamente como el de todas las carreras de fondo que haces en tu vida por aquello que te apasiona. Que la primera vez será igual de emocionante que todas las que vendrán, y que te va a triplicar los latidos del corazón sin querer frenar.

# 348 José Carlos JIMÉNEZ PÉREZ

 

Like the fish?

Recordaba que dejó la Biblioteca porque cerraban. Fue al Irish Theater por nostalgia. Quizás bebió alguna pinta de más. Al salir a San Isidro, una melodía lo atrajo hasta un grupo alegre vestidos con ropas negras y cintas de color, que según entendió eran la “tuna”
– Tuna? like the fish? –. y sin responder lo arrastran en su torrente de música, fiesta y vinos hasta que el alba despunta.
Aturdido, una multitud de corredores lo rodea. A su lado, un Grinch lo mira curioso, delante ríen unas chicas disfrazadas de tartas. Le adelanta un grupo vestidos de ovejas, incluso una oveja negra, que le bala bromeando. Y cuando de repente aparecen unos corredores disfrazados como en San Fermín seguidos de la correspondiente carretilla con su toro, rememora a Hemingway, y como alma que lleva el diablo pasa por la meta.
No ganó, pero dejó alto el pabellón patrio.

# 347 MÒNICA VIDAL MISLATA

 

El último kilómetro

La multitud rugía, pero su cuerpo solo sentía el latir acelerado del corazón. Aquella noche fría de diciembre, el asfalto quemaba bajo sus pies. Sabía que la San Silvestre Salmantina no solo era una carrera, sino un rito: un encuentro con uno mismo, una lucha contra los límites invisibles. Cada zancada era un recuerdo de los entrenamientos bajo el sol y la lluvia, de los días en que pensó rendirse. Sin embargo, hoy no lo haría. Llegó la curva final. La meta estaba cerca, el tiempo se esfumaba, pero la sensación de superar un año entero, con todo lo que conlleva, era su verdadero premio. Al cruzar la línea, no había medalla que comparara con la paz de saber que había corrido por algo más que por sí mismo.

# 346 Alicia Arce Algaba

 

CARRERA HACIA EL ABISMO

Esa mañana, Andrés, viajaba con la seguridad de los que se saben vencedores antes de participar.
Despertó mucho antes de que sonara su viejo reloj a pilas, regalo de su difunto abuelo, el cual conservaba con fervor.
Se incorporó de un salto,apresurado y se embarcó en un viaje sin retorno.
Debía verla en aquella carrera, con sus esbeltas piernas golpeando delicadamente el pavimento.
Había reproducido la escena minuciosamente en su mente una y mil veces, imaginando que la alcanzaba a mitad del recorrido, en La Calle Mérida. Entonces, él fingía una sonrisa un tanto desmesurada y ella, al verlo, lo miraba con aquellos ojos castaños, que un día habían brillado intensamente por él.
Sin embargo, Andrés había ganado. Al cruzar la meta, se lanzó al abismo que tanto lo había atormentado, para observarla una vez más, muy de cerca y cerrar el ciclo inconcluso de su existencia.

# 345 Javier Carro Díaz

 

El ganador de la carrera

Corre, corre y corre.
El hombre corre campo a través junto al río Tormes, no hay nadie por delante de él.
Tiene ya cercana la meta, el objetivo final de esta carrera que hace unos minutos inició.
Corre, corre y corre.
Levanta polvo, tierra y barro mientras corre todo lo rápido que puede.
El cansancio insinúa sus garras pero no puede ceder, no puede dejar que quien va detrás lo alcance, tiene que llegar antes que él a la meta.
Corre, corre y corre.
Llega por fin a la cueva y entra, su mujer y sus hijos lo abrazan.
El tigre de dientes de sable que lo perseguía siente el fuego dentro de la cueva y se detiene, da media vuelta y se va.

# 344 Pablo Millares Martin

 

AGUA

Hay muchas de ejercitarse, de mantenerse en forma, y para Julián, lo era el nadar, no el correr. Sin embargo, no podía hacerlo aquí, sin una piscina, y menos al aire libre. Se sentía atado al suelo, y no solo de forma literal, sino en su mente. Tenía que correr, no le quedaba más remedio, tenía que cumplir su tiempo, lo que le parecía una tortura, sabiendo que el sudor le cubriría el cuerpo, le caería en los ojos. Un compañero le puso un video para animarle, para que se relajara. Un documento histórico, le dijo. No sé quedó sorprendido viendo lo que al parecer era una carrera de fín de año. Pero se distrajo, consiguió hacerlo. Cuando terminó y se aseó, se preguntó por qué se hizo voluntario a esta misión a Marte, a este encierro en esta nave. Tendría que cogerle el gusto al correr, agua no vería.

# 343 Nacho Gil de Gómez

 

La meta no es el final.

Todo se reduce a aguantar unos metros más; bajar un segundo tu marca; controlar tus zancadas y no perder el ritmo de tu respiración. Pero llega un momento en que tu cuerpo dice basta porque tus pulmones estallan y las piernas se agarrotan. Miras a tu alrededor: todos son más jóvenes y están mejor preparados; sus pies apenas parecen tocar el suelo. Te preguntas entonces por qué no abandonar ya si sabes que no vas a ganar. Qué más da el número que te den cuando cruces la meta: no habrá premio para ti. Pero ahí sigues, hasta el final, aunque tu corazón parezca colapsar. Aunque las pulsaciones se disparen y te falte el aliento. Ves llegar al primero, al segundo… al décimo; y no estás tú. Apagas la televisión agotado, es hora de estirar las piernas.

# 342 Carlos Roberto Diaz

 

Primer objetivo de un jubilado

Después de jubilarme busqué objectivism que fueran retos para un jubilado y esta es el objetivo que me marco. También para disfrutar del ambiente con amigos en la carrera.

# 341 ESTEBAN TORRES SAGRA

 

CORRER POR ALGO


Soy policía en Valladolid. Como entrenamiento, a veces corro, sin acabar de encontrarle el punto a esto del atletismo. Elegí Salamanca porque decía un compañero que la San Silvestre se adaptaría perfectamente a mis fortalezas -mejor debilidades- a ver si me aficionaba de una puñetera vez.
Así que me inscribí; pero, como odio correr sin motivo, me imaginé una situación especial: preferí salir de los últimos, como estrategia, y fantasear con que el primero había cometido un asesinato y huía por el recorrido.
Mis piernas respondieron -por la adrenalina- y pronto acabé por alcanzarlo; pero claro, en cuanto lo tuve cerca -el cansancio nublaba mis neuronas- olvidé concluir mi fabulación y le lancé una certera zancadilla. Se comió el suelo aparatosamente y procedí a inmovilizarlo.
Y aquí estoy, en comisaría, por tercer año consecutivo, con el agravante de la reincidencia, escribiendo mi versión de los hechos a modo de microrrelato.

# 340 Juan Cruz Gigliani

 

Sansilvestre

Como lluvia encarnada, a cuentagotas primero, luego en marejada intensa; en tropel desbordante de color y risa; en disfraz jocoso, tradición añeja, aplausos, repiques de palmas abiertas; movimiento compacto, musculatura tensa, sudor fluyente, alegría copiosa, feroz gritería de bocas sonrientes; en torno bordeada por muros de piedra, monumentos vivos, tradición eterna; calles, carteles, miradas con brillo —miradas de niño, a pesar del tiempo—, cultura hispana, velocidad plena bajo cielo inmenso, series de pies en cuerpos ligeros, traspasando edades y generaciones, en acción de gracias y con esperanzas; ya viene en carrera, vestida de magia, en alma la Sansilvestre por Salamanca Dorada.

# 339 Rafael Velázquez Rey

 

Con calma

Nunca he sido un gran atleta, pero cada 31 de diciembre me calzo las zapatillas como quien se aferra a una costumbre que da sentido. La San Silvestre de Salamanca huele a frío, a vino caliente y a promesas que uno ya no se atreve a hacer.
Suelo correr despacio escuchando el ruido de los pies sobre el empedrado. Veo familias animando, niños riendo, veteranos que podrían ser yo dentro de unos años. En el puente miro el río oscuro y sereno. Igual que siempre.
No voy por marcas ni por fotos para Instagram. Corro para despedir el año, para reconciliarme con todo lo que no salió como yo quería.
Al cruzar la meta, no siento euforia pero sí una calma rara y limpia. Pienso que quizá de eso va todo esto: de seguir corriendo, aunque cada vez cueste más, aunque duela. Sonrío.

# 338 Rebeca Dueñas González

 

Sólidas huellas

María despierta después de trece días en coma. Junto a ella, su padre, que no se ha separado de su lado en ningún momento, sonríe, y con los ojos húmedos susurra: “gracias”. Sin embargo, su rostro se ensombrece de nuevo al oírla preguntar: ¿Quién es usted?
Pasan los días y María sigue llamándole Mariano. No recuerda nada; ni su nombre, ni el de su padre, ni el accidente, ni su afición por el atletismo. Nada.
Mariano decide llevársela a Salamanca, su ciudad natal, donde conserva la pequeña casita de sus padres. En una de sus salidas, yendo caminado juntos por el paseo de San Antonio, María se detiene y le pregunta: Papá, ¿qué día es hoy? ¿Ya nos hemos apuntado a la San Silvestre Salmantina? Y totalmente emocionados, corren a reservar un dorsal.

# 337 Natalia Osuna Aguilar

 

El otro lado de la “realeza”

Como todos sabemos Cenicienta no es muy atlético,ya que es una princesa.Pero hubo un día en el que si lo fue, era un 31 de diciembre en el que se celebraba la carrera de atletismo,San Silvestre Salmantina,ahí estaba cenicienta,lista para correr.Sonó el aviso y empezó a correr como una persona cualquiera,cuando iba por la mitad se fue dando cuenta de como era la vida real,de que no es todo fantasía. Veía allí a las personas sudando,jadeando,una sensación que nunca había sentido y que estaba empezando a entender. Ella no paraba de ver a las personas ayudándose mutuamente sin pedir nada a cambio. En los últimos minutos empezó a correr a más no poder para llegar la primera,pero no lo consiguió . Se despertó y se dio cuenta de que ese sueño le iba a ayudar a ser mejor persona.

# 333 Jesús García Terrazas

 

El triunfo de Julia

Era un treinta de diciembre, una noche oscura, todo el mundo descansaba para la carrera del día siguiente. En Salamanca solo se hablaba de ello.
Llegó el día con ganas y nervios, empezó la carrera con doscientos corredores. Con el paso del tiempo empezaron a escucharse risas entre los participantes, excepto Julia. Corría a más no poder, ya que esto era muy importante para ella, porque días anteriores, su padre había fallecido. Se puso segunda pero no lograba adelantar, los cansancios le llegaban.
De vez en cuando, se oían los ánimos de las familias. Eran los últimos metros, muchos nervios, tanto que el chico que iba primero, se dobló el tobillo. Julia, en vez de adelantarle, decidió ayudarle para terminar la carrera. Quedó segunda pero hizo lo correcto.

# 327 Gonzalo Hidalgo Moreno

 

El corredor iluminado

Un corredor que siempre quedaba último en la carrera de San Silvestre, pero gracias a él y al espíritu de su madre lograron ganar la carrera.

# 326 Pedro Maya Álvarez

 

SILENCIO EN LA META

Entre el bullicio y los disfraces, él corre solo. Las luces de Salamanca tiemblan en el frío de diciembre, y cada zancada suena como un diálogo entre su cuerpo y el empedrado antiguo. Detrás, el eco de los aplausos; delante, la cuesta que muerde las piernas y la noche que parece escucharlo. No compite contra nadie, solo mide la distancia entre lo que fue y lo que aún puede ser. En cada esquina, un rostro que anima, una voz que lo nombra, pero adentro hay silencio. Al cruzar la meta, no levanta los brazos: sonríe apenas. Ha llegado. Y en esa llegada entiende que la soledad del corredor no es ausencia, sino compañía: la de uno mismo, reconciliado con su paso.

# 323 Maria Cuadrado Álvarez

 

El sueño de Enrique

Enrique una joven promesa del atletismo a su temprana edad de 12 años .Lleva 6 años en el de su colegio , es el mejor en su deporte,su gran sueño es ganar la carrera de San Silvestre Salmantina todavía le faltaban 4 años para cumplirlo ,como hacían les faltaba mucho tiempo para el su sueño;abondonar , el resistía y se esforzaba,era sin duda un niño del cual te sentías bien al estar a su lado ,pudo sacar para adelante su estudios y seguir siendo el mejor en su atletismo ,pero sin embargo no era suficiente para su madre . Pasaron los años,ya solo faltaban minutos,pudo con los 6 primeros km yendo tercero pero se cayó y de repente su madre apareció terminando la carrera,acabo séptimo pero para es la mejor victoria q pudo haber cumplido.

# 322 Alejandro de la Fe Canales

 

Todos vitoriosos

Ribera del Tormes, un maridaje, farinato y licor de guindas, dos celebridades, San Silvestre y Constantino disfrutan, dichosos y risueños, su fiesta.
Contemplan el milagro. Unos mortales convertidos en titanes, quebrando el asfalto helmántico a golpe de zancadas y sudor.
Miradas respetuosas, dorsales de plomo, paja y nubes, cordones y nervios reatados, entre promesas y retos, latidos y aliento. Inminente salida; un sinfín de almas hundidas en un mar de emociones en un ambiente… al dente. Festivo, entre humano y divino.
Un inicio, un final, mil caminos de llegar, y todos, vitoreados.
La rana fortuna, misteriosa y burlona, de una esquina a otra va, mientras susurros, los de Unamuno, cual bocanada de aire fresco, invitan a vencerse y convencerse cual centellas fugaces a los contendientes.
Del ayer de San Vicente a la Ciudad Dorada, hoy, su resplandor, nos alumbra sin reserva y con alevosía, fin del día, comienzo del año.

# 321 Rodríguez Del Olmo,Alejandro

 

La San Silvestre Salmantina

Cada 31 de diciembre, Salamanca se llena de un nerviosismo alegre. Desde temprano, las calles se llenan de disfraces, gorros rojos y risas que intentan calentar el aire helado. En la plaza Mayor, alguien toca una bocina y todos empiezan a aplaudir. Falta poco para la San Silvestre.

Lucía se coloca los auriculares, aunque sabe que apenas oirá la música entre los ánimos del público. A su lado, un hombre con una capa de Superman estira los brazos. “Hoy no vale rendirse”, le dice sonriendo.

Cuando suena el disparo, el corazón de la ciudad late al mismo ritmo que los pasos. Las cuestas duelen, pero los gritos empujan. Al llegar a la meta, Lucía levanta los brazos, jadeando. No ha ganado, pero no importa. Por un rato, corrió entre la historia, la gente y el brillo cálido de Salamanca.

# 320 Emily Saray Barragán Baena

 

Uno de 39.00

Desde pequeño siempre me ha gustado correr. Mamá me decía que era muy rápido y eso me hacía sentir feliz. Hace poco cumplí diecisiete. Al día siguiente, mi madre interrumpió mi sueño y me gritó emocionada.
—¡Manu, han anunciado una carrera! Puedes participar, tienes más de dieciséis.
Me emocioné tanto…Por fin puedo participar en algo. Días antes empecé a ejercitar más mis músculos, para así tener más resistencia.
El día de la carrera estaba muy nervioso, había mucha gente. Desde adultos hasta jóvenes. Cuando dio inicio, todos empezamos a correr…Pronto ya iba llegando a la meta, me estaba cansando pero aún así seguí porque mi madre me estaba. Obviamente no fui el primero. Solo era uno más de los 39.000 corredores, pero mamá me gritaba como si hubiera llegado primero. Y por un momento, sentí que era así.

# 319 VIRGINIA SÁENZ DE MIERA JAÉN

 

VERSOS EN LA META DORADA

La mañana titubea bajo la caricia helada del Tormes. Salamanca, susurro de piedra y luz, se despereza mientras las zancadas dibujan versos sobre el asfalto naciente. El aliento de los corredores es niebla de esperanza, hilos de vida cruzando la memoria de los puentes antiguos.
Carmen siente en los latidos la herencia de su abuelo, rumor fósil en el adoquín, promesa de no ceder al invierno. Corre para fundirse con la ciudad, con los gritos plateados que germinan en la Plaza, con el temblor de una meta convertida en horizonte.
En el instante último, cuando el corazón es campana y la piel es viento, comprende: correr es abrazar el tiempo, hacerse eterna entre los sueños de Salamanca.

# 318 José David Calero Del Rey

 

San Silvestre Salamantina

Un día un atleta llamado Silvestre, que era de Salamanca, se encontraba en una carrera muy importante.
Cuando la carrera empezó, él era el primero, pero se sentía de cada vez más débil, por eso terminó perdiendo la carrera. En un mes tenía una carrera más importante que esta.

El mismo día de la carrera, el 31 de diciembre, en “La Carrera Final”, descubrieron que lo habían envenenado, y no había sustituto, pero apareció un hombre misterioso, que era el que lo envenenó para que entrase el para llevarse todo el mérito.

Cuando empezó la carrera se paró de repent, y el hombre misterioso desapareció, porque Silvestre iba a correr la carrera, que estaba débil pero ganó la carrera. Al día siguiente murió.

El hombre misterioso era su hermano, que siempre la había guardado rencor.
Desde entonces esta carrera se llamó San Silvestre Salamantina.

# 317 Isabel García Viñao

 

ZANCADAS VARIOPINTAS

Me ocurre que cuando corro en la San Silvestre Salmantina duermo nervioso. Tengo que bajar de 35 minutos.
En la salida, estiro poniendo los talones encima de una valla. Es cuando me doy cuenta que llevo una zapatilla de cada color, pero… ¡horror!, también un calcetín de cada color.
Como no tengo tiempo de volver a casa, tomo así la salida.
Llegó por fin a la Plaza del Alto Rollo. Había rebajado mi marca y me dijeron que tenía que subir al podio. Pensé que había quedado el tercero, pero no. El tercero se puso enfermo, el cuarto se había ido con su novia a celebrarlo…, así que me dijeron: Sube tú. Me aplaudió todo el mundo a rabiar. ¿Por mi carrera? Me costó darme cuenta que me vitoreaban porque llevaba una zapatilla de cada color y un calcetín de cada color, que no casaba con ninguna de las zapatillas.

# 315 Paula Murina Soldado

 

Pensamientos de ganadora

Respira. Eso es lo único que pasaba por mi cabeza. Esa voz cada vez sonaba más fuerte. Abrí los ojos y ahí estaba, a punto de enfrentarme a esos 10.000 metros. Lo cierto es que el resto de competidores parecían más calmados. Tal vez era porque era mi primera vez.
Entonces sonó.
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que salí tarde.
De repente recordé algo.
Gema, Mousaab. Ellos, antes de ganar la carrera San Silvestre Salmantina, eran como simples granos de arena en este mundo. Como yo.
Pero eso iba a cambiar.
Sin darme cuenta, iba la primera, ya se veía el bulevar, pero…
Caí de cabeza contra el suelo. Ya no sé si estoy muerta o viva, pero lo que sí sé, es que la calma recorre mi cuerpo. Algo que me alivia, después de todo.

# 314 Gema Resa Lesaca

 

siempre en la carrera

Participé en la San Silvestre Salmantina durante años. Nunca gané, pero siempre crucé la meta con una sonrisa. Luego llegó la oscuridad: una depresión que me dejó sin fuerzas, sin pasos… y al final, sin piernas que me llevaran más allá de esta silla.

Hoy no corro, pero sigo participando. Cada diciembre, cierro los ojos y oigo el murmullo de las zapatillas rozando el asfalto, los ánimos del público, la respiración compartida de miles de corazones.

Yo también estoy allí, recorriendo cada calle con ellos.
Los siento a través de mi sudor imaginado, los acompaño en cada emoción.

Para mí, la San Silvestre está ganada desde hace tiempo.
Porque no hay victoria mayor que seguir estando en la carrera.

# 313 Miguel Ángel Carrasco González

 

Un pie en el otro

Faltaban minutos para la carrera San Silvestre Salmantina, cuando noté una molestia en los pies y decidí descalzarme. Dejé las zapatillas en un banco y me senté en el suelo para hacer unos estiramientos. Cuando quise volver a calzarme, las zapatillas ya no estaban.
–¡Qué horror! –exclamé.
–¿Qué sucede? –respondió otro corredor.
Le expliqué lo sucedido e insistió en dejarme una de sus zapatillas.
–Así podrás correr a medias y compartiremos la experiencia –dijo.
Un grupo que teníamos al lado, por solidaridad, decidió correr también con una sola zapatilla, y la idea se contagió hasta llegar a todos los corredores.
Cuando el juez de salidas llegó, se quedó atónito.
–¿Por qué vais todos semidescalzos?
Al explicárselo, empezó a reírse.
–¿Por qué se ríe? –preguntamos.
–Las zapatillas las he cogido yo y las he llevado a objetos perdidos, ¡No quería que nadie se quedara sin zapatillas justo antes de la carrera!

# 310 PEDRO LUIS IZAGUIRRE RODRÍGUEZ

 

XLI COMPROMISOS: COSME SIGUE TROTANDO


La historia de la charra “Sansi”, es también la del compromiso de Cosme con la carrera. En el año 1984 a sus 21 años más que correr, huía de un pasado de drogas que se llevó por delante a su mejor amigo. Corrió sin dorsal y casi echó el bofe pero al terminar supo ufano y exhausto que dejaba un mundo atrás.

En su quinta carrera, las bodas de madera, en meta conoció a su mujer. En las de aluminio, ya iban diez, al terminar ella le dijo “bien, papa!”. Para las de porcelana iba detrás de su hijo de 9 años. Por las de perla, no corrió, flotó sabiéndose como futuro abuelo con treinta “Sansis” detrás. En el 2020, bodas de piedra, la mascarilla no le privó de correr en solitario por su paisaje de cada día.

28 diciembre: por las de topacio celebrará su fiel y longevo trote.

# 309 Manuel Vega Pérez

 

¡Crunch!

Cuando aquel corredor estaba a punto de ganar la San Silvestre Salmantina, su inmediato perseguidor le gritó: "¡No cruces la meta, si lo haces te convertirás en un caracol!". No le hizo caso; le ignoró. Y cuando el segundo corredor cruzó la meta, uno de sus pies pisó algo y se oyó: ¡Crunch!

# 308 María Ester Navarro Calero

 

Mensaje maratoniano

Difícil contactar conmigo en este día de cumpleaños. Os dejo un maratón poético en el contestador:

Miles de corredores inquietantes por ser llamados.
Pies de algodón,
volando tan alto
como cada imaginación pueda alcanzar.
Es la ocasión perfecta para demostrar nuestra valía.
La preparación y el entrenamiento nos han llevado a este lugar.
El sacrificio es enorme, tan solo comparado con la satisfacción que se siente al llegar a la meta.
La unión y la comunión nos llenan de fuerza.
De la San Silvestre Salmantina a Nueva York; cualquier maratón al alcance de aquellos que confían en sus posibilidades.

Aquí mis impresiones para todos aquellos que estéis interesados en saber cómo un abuelete como yo sigue dando guerra. Marcho a mi trigésimo maratón, un tercio de los años que cumplo. Éste es mi mayor regalo; seguir corriendo con la misma ilusión del primer día.

# 306 Diego Polo Román

 

Tratado del dorsal

En la San Silvestre Salmantina el dorsal es un documento republicano: anula títulos, nóminas y apellidos compuestos. El 402 es catedrático; el 403, repartidor; la del 1275 tiene setenta y dos, y un gorro con pompón; el 56 descubre que llegar ya es un verbo completo. Nadie pregunta marcas en el Puente Romano: basta con no frenar el río. La Casa de las Conchas vigila desde su fachada y da crédito a quien resopla. Los voluntarios de chaleco fosforito son más guardianes que jueces: a los rezagados les sellan una promesa de regreso. Cuando pasa el farolillo rojo — esa última pareja con capucha y sonrisa —, la ciudad entiende: llegar hoy es preparar la salida de mañana. En la Plaza Mayor se firma la meta verdadera: se aplaude al último hasta que se ríe. Por eso el dorsal se guarda como receta: “una dosis de nosotros cada 31 de diciembre”.

# 305 Richard Eduardo Hayek Pedraza

 

Espíritu deportivo

Él no entiende lo que sucede: quizá sea la primera vez que el ganador de la San Silvestre Salmantina es ignorado por los organizadores, los asistentes y la prensa. Ni agua le han brindado. Nadie, amateur o profesional, ha venido a cerciorarse de que su pulso ande bien. Un señor le sonríe, y sí, es obvio, ha de causar mucha gracia esforzarse y no recibir el consabido premio. Una niña se acerca y le acaricia la cara… bueno, por lo menos un gesto de reconocimiento ante semejante despliegue físico. Una pareja le comparte un snack que le da, al menos, un poco de energía.

—¡Carl, Carl Le-wis, bribón, ven acá! —escucha tras de sí.

Carl voltea: sus ojos se abren como nunca, su lengua cae hasta el suelo y su cola revive como por arte de magia. Ya en brazos de su amiga humana, Carl descubre lo que verdaderamente importa.

# 298 ENRIQUE REYNALDO SORIANO VALENCIA

 

Motivación

La motivación lo es todo. Soy José Meza, adulto en plenitud, con 15 años de conducir el noticiero de radio Así sucede. Es un trabajo sedentario, por lo que hace cinco años practico carrera pedestre.
El lugar 25 en la Ciudad de México, mi última competición, me confirmó capacidades. Por ello, decidí participar en la San Silvestre Salmantina. Así lo hice saber a mi familia y amigos. Alguno prometió ir a apoyarme.

Éramos cientos: no me amedrenté, debía aplicarme a fondo.
El estadio Vallehermoso gritó eufórico cuando entramos los primeros. Entre ellos, distinguí un magnavoz: «¡Pepe!, ¡vamos, Pepe, estás ya a un paso!». “¡Ahí está!”, pensé. Me esforcé como nunca. Rebasé a varios y… a mi pesar, finalicé en quinto.
Al reencontrarme con mi familia, me informó que el corredor detrás de mí estuvo a punto de alcanzarme: se llamaba José Astudillo y su familia usó megáfono para motivarlo.

# 296 Estibaliz Fuentes Garzon

 

Quien

Historia de amor y muerte

# 295 RAMIRO MORENO CALVETE

 

MARATONISTA DE POSTÍN

MARATONISTA DE POSTÍN
Este sería el último esfuerzo, vería mi nombre en letras rojas en páginas deportivas a nivel mundial, las cámaras enfocarían mi rostro sudoroso después del triunfo. Los tenis adaptados al pie volarían en el piso obviando los espolones que aquejan hace años. El médico dijo que no lo intentara por ningún motivo. No hice caso y me inscribí en la carrera. Anhelo más fama que premio. Deseo dar lección de coraje y pundonor. Sobre la tierra no existe voluntad capaz de robarme este sueño; un espíritu tenaz se apoderó de mí, se trata de posar apenas los pies sobre el pavimento, siento que vuelo y dejé de sudar. Otra víctima del accidente automovilístico de ayer se aproxima. eTe andan buscando, es hora de irnos.

RAMIRO MORENO CALVETE
CI, 3322549

# 294 Helena Cueto Novella

 

El joven saltador

Su mirada azul se quedó atrapada en la prueba de altura. Era su primera vez en la pista y estaba fascinado. Observaba a los lanzadores girar sus martillos y a los fondistas dar vueltas infinitas, pero sus ojos siempre volvían a la colchoneta azul. Él no era un niño que destacara en los deportes, sin embargo, ese día se transformó, asomó su magia y quiso ser el mejor saltador. Tras años de juegos infantiles, fines de semana agotadores de competiciones y entrenamientos duros, su momento llegó. Bajo la luz de los focos lo consiguió. Se elevó como un halcón, pasó por encima del listón y cayó en la misma colchoneta donde se enamoró. Miró hacia la grada y allí vio al niño fascinado de ojos azules dándole las gracias. Su carrera había comenzado, saltando, jugando con la gravedad y ganando metales.

# 293 Ismael Gudiño

 

La recta continua

Corrí mi primera San Silvestre cuando aún creía que el tiempo era una línea recta.
El corazón golpeaba como un tambor, y el frío de diciembre no alcanzaba a detener la fiebre de llegar.
Hoy, con casi 50 años, corro de otro modo. No persigo medallas ni marcas; persigo recuerdos.
Veo niños que descubren su primer aliento, veteranos que saludan al pasado con una sonrisa y cada paso que doy es un eco de aquel niño que fui, el que soñaba con romper cintas.
Ahora entiendo: la carrera nunca termina. Empieza cada vez que alguien cruza la meta con esperanza, cada vez que el alma, aunque cansada, vuelve a decir “sí puedo”.
Y cuando llego, no levanto los brazos: levanto la mirada.
Porque correr —lo sé ahora— es aprender a seguir, incluso cuando el cuerpo se detiene.

# 292 Carlos Roberto Diaz

 

Primer objetivo de un jubilado

Después de jubilarme busqué objectivism que fueran retos para un jubilado y esta es el objetivo que me marco. También para disfrutar del ambiente con amigos en la carrera.

# 291 Iosu Gómez Valdecantos

 

HIJO DEL VIENTO

HIJO DEL VIENTO

Resoplo, torpe y desgarbado, alcanzando por poco el autobús. Imagino a Unamuno observándome desde algún balcón,
preparando su pluma para escribir una sátira sobre mi penoso y poco vigoroso esfuerzo.

Es enero, y llevado por la resolución del año nuevo, decido cambiar de vida. El Tormes será testigo de mi propósito.

Pasan los meses y con ellos, los kilómetros. El cansancio se vuelve constancia y los kilos, recuerdo. Cada amanecer es un horizonte limpio que depara un nuevo comienzo.

Diciembre llega y con él mi estreno como corredor: es el día de la San Silvestre Salmantina.

Corro, río y respiro con fuerza. No compito contra nadie, sólo disfruto de mi propio esfuerzo. Siento cómo el aire me llena de vigor y energía pura.
No gano la carrera, pero he nacido de nuevo. Ahora soy hijo del viento.

# 290 Alejandra Román

 

La capa roja

¿Sabías? La velocidad puede difuminar los colores… Es el caso de Antonia, quien cada vez que compite en la carrera de San Silvestre Salmantina, da la impresión que con su velocidad deja una estela roja en el camino. Cada mañana, salgo a entrenar, el frío del alba me despierta cuando golpea mi cara, la tierra de la pista cruje mientras mis gastados zapatos dan un paso tras otro, todo para este momento. Escucho a mi madre grita a lo lejos: “¡Vamos Martina!” y sé que ahora es cuando, siento el fuego en mis músculos estallando, dándome la energía para rebasar a mi rival, veo a Antonia a mi alcance, la rebaso hasta llegar a la meta. Exhaustas, nos damos palmadas en la espalda, tomamos aire, nos recargamos la una en la otra, caminamos juntas al podio y entre miles de aplausos, y vemos a nuestra madre sonreír orgullosa.

# 289 Manuel Bermejo Atienza

 

La medalla

Un portazo la despertó. Se levantó de la cama y fue a su habitación. Estaba vacía. ¿Dónde se habría ido un domingo en plenas vacaciones de Navidad? Otro día más con las sábanas por el suelo y sin ventilar su cuarto. ¡Esta muchacha…! ¡Con el frío que hacía!
Se tropezó con un objeto que sobresalía debajo de la mesilla: la caja de cartón de una marca deportiva. La abrió y dentro encontró un tique de compra y el folleto de la San Silvestre. El instinto de una madre la llevó a mirar la hucha de su hija. Estaba vacía. Hoy era la carrera. Sintió que algo había hecho mal. No podía ocultarle una cosa así. Se abrigó y se fue al paseo de San Antonio.
Al cruzar la meta, vio a su madre. Ella le sonrió y la abrazó. Aquellos brazos fueron la medalla más bonita que jamás tendría.

# 288 ALBERTO MARTÍN GONZÁLEZ

 

Bluetooth

Nuestra primera Sansil. Los auriculares puestos, suenan las playlists: a él, bajo su low fade, a mí, entre mis canas.
¡Vamos allá!
Con las primeras zancadas, los primeros recuerdos: “Bien abrigado, llegaba al colegio…”, “Vamos muy bien…”.
En plaza de la Merced recuerdo a Schrödinger y suena: “Es el juego, del gato y el ratón, tus mejores años…”.
Por la Estación, Sabina me susurra: “Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid”. Ya en el Rollo, exhausto, veo que me espera hablando con sus abuelos, como si hubiese sido un paseo. Le alcanzo, se cruzan los bluetooths y escucho: “Quééédateeeee...”.
¡Mierda! Así no puedo, pero tira de mí y arrastro mi dignidad hasta la meta. Los auriculares se reconectan y me regalan la estrofa: “No sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí, otros por menos han muerto, maneras de vivir”.

# 287 MARÍA SOLEDAD GARCÍA GARRIDO

 

LA NECESIDAD

Nadie se hace a la idea de la fuerza que confiere a las piernas la necesidad. Ese día, madrugué para llegar la primera. Dejé en la mesa los tres tazones de colacao y el paquete de galletas para cuando se despertaran los críos.
Me calcé las deportivas, unas que había conseguido hacía cuatro años por seis euros. Una ganga irresistible. Plástico puro, pero cuando la necesidad aprieta no hay materiales que se resistan.
Ya en el bulevar San Francisco Javier, me tropecé con la multitud. Si no me apresuraba, esa gente me arrebataría el botín con que soñaba. Eché a correr como una posesa. Tenía que adelantarlos como fuera.
Aún me pregunto por qué me aclamaban tanto y me retenían. La crisis nos había vuelto locos. Con tanto aplauso no atendían a mis explicaciones: necesitaba los abriguitos de aquel escaparate para mis niños y llegar la primera a las rebajas.

# 286 Gonzalo Trasobares

 

Cinco meses

Le dieron cinco meses. Ella decidió que serían de entrenamiento.
Empezó corriendo tres minutos y llorando dos. El oncólogo decía que el cuerpo no aguantaría, pero ella lo hacía correr también, con sus miedos detrás.
Cuando llegó diciembre, ya podía con los diez kilómetros de la San Silvestre. Cruzó la meta exhausta y más viva que nunca. Después vino la quimio, el pelo y todo lo demás. Y sus cinco meses se acabaron.
Hoy corre su cuarta San Silvestre Salmantina. Lleva el dorsal doblado, como si guardara dentro los nombres de quienes no llegaron.
No corre para ganar. Corre para recordar que sigue aquí, que cada zancada
fue una pequeña insurrección contra lo inevitable.
Cuando entra en la Plaza del Alto del Rollo y escucha los aplausos, entiende que los cinco meses se convirtieron en cinco años. Y con el ánimo renovado, sigue corriendo.

# 285 KARMELE CORREYERO SOSA

 

CORRE, LAIDA, CORRE

CORRE, LAIDA, CORRE
Laida respiró hondo bajo la torre de la catedral. Venía de Deba, pero en aquel instante Salamanca era su casa. La San Silvestre rugía como un río de luces, risas y pasos. El frío mordía su cara, pero el corazón le quemaba con cada latido intenso.
El primer paso fue un desafío; el segundo, una liberación. A su lado, un anciano con bastón y un niño con orejas de reno compartían la misma cadencia. Cada respiración, un triunfo; cada zancada, un grito de vida. Laida sentía la fuerza invisible de la multitud, la alegría que corría por las calles empedradas como electricidad pura.
La meta se acercaba, pero ya no importaba cruzarla. Corría por el instante perfecto: por la ciudad que la acogía, por la energía compartida, por la certeza de que, aunque solos, juntos podían desafiar cualquier límite y miedo.
Cuando cruzó la meta, supo que volvería cada año.

# 284 Álvaro Mahou Miguel

 

Planes, sorpresas y concursos

Un mes para el gran evento. Mi padre esta con sus entrenamientos y ayudando a mi hermano mayor a mejorar su resistencia. Y mientras este piensa en mejorar su marca personal, mi hermano tiene más en su cabeza los materiales que va a utilizar para su disfraz. Una apuesta perdida con sus amigos, por lo que me ha contado, y nuestro padre no lo sabe. Yo salgo con ellos con los avituallamientos y la ropa de recambio por si la inspiración aparece. No sólo para ayudar a mis primos con el póster promocional, sino para ver que puedo usar para escribir el relato. Por ahora sólo tengo claro el detalle del frío que hace. No debo olvidar que tengo que revisar la cámara con mi madre para el gran día. Ella compite por la mejor foto y ya tiene un sitio del casco antiguo para pillar a mi hermano disfrazado.

# 283 María José Gorostidi Dorda

 

Treinta años después

Acababa de cumplir los quince cuando participé por primera vez. Mis padres, cerca de la salida, vitoreaban mi nombre entusiasmados. No recuerdo en qué puesto llegué, pero sí recuerdo la sonrisa de mi madre y las palabras nada originales de mi padre: «Lo importante es participar».
Aquella fue mi primera vez y hoy, treinta años después, las calles de Salamanca vuelven a llenarse de gente que vitorea otros nombres que no son el mío. Ellos ya no están, pero sus palabras resuenan en mi cabeza con la misma fuerza de aquel diciembre tan lejano.
Jamás gané la carrera… hasta hoy. A pesar del miedo y de que todos me miren extrañados. A pesar de haber llegado de los últimos y del molesto chirrido que me ha acompañado en cada metro.
Qué orgulloso estarías de mí, padre, por haber participado.
Para la próxima, engrasaré mejor las ruedas de mi silla.

# 282 Sabina Cristobo Perol

 

EL PREMIO MÁS GRANDE DE MI VIDA

Por fin estoy nuevamente aquí, en la carrera de San Silvestre Salmantina. Estoy a punto de salir y los nervios me empiezan a jugar una mala pasada haciendo que tiemblen las piernas. Dan paso para avanzar en el recorrido, todo el mundo quema adrenalina con todo su cuerpo. Sigo a paso rápido, soy feliz, me siento vivo, pienso que puedo llegar de los primeros a la meta, pero cuando estoy a punto de besar el cielo, tropiezo y caigo como un saco de patatas. La carrera sigue sin mí y mi sueño se cae con mi caída. De pronto, una mano suave me ayuda a incorporarme y llegar a la meta.
Por desgracia no quede de los primeros, pero sin duda ese día gané el premio más grande de mi vida. Ahora todos los años no faltamos a la carrera de San Silvestre Salmantina y dándole gracias por habernos conocido.

# 281 Jesús Jiménez Reinaldo

 

A mi paso por la ciudad dorada

Sabía que este dorsal me traería suerte. Desde que lo recibí, lo interpreté como un guiño del destino, una señal para alentar la resiliencia, al menos una San Silvestre más. Ahora voy corriendo como si llevara el traje de un superhéroe y estuviera en mis pies salvar el mundo de la amenaza de los villanos. Así me siento: fuerte y seguro. Lejos se va quedando este año de mala racha, obvia hasta para mis allegados, en la que he sufrido el terrorífico accidente, varios meses de hospitalización y una recuperación casi imposible. Casi siempre lo más importante es la actitud del paciente, me dijo mi traumatólogo no sin reservas. Y por mi esfuerzo no iba a quedar. Ahora voy corriendo como si tuviera piernas y no prótesis. Despacio, como no puede ser de otro modo. Con mi dorsal de la suerte, celebrando la vida a mi paso.

# 280 Cesar Romeral Lopez

 

SUEÑOS ROTOS

SUEÑOS ROTOS
Había soñado durante años con correr la San Silvestre Salmantina. Llegó al hotel con los nervios del que está a punto de cumplir un deseo. Pero la noche anterior, un mal paso en las escaleras lo derribó. El tobillo se hinchó de inmediato, como una burla del destino. Al amanecer, mientras los corredores calentaban bajo el aire gélido, él encendió la televisión desde la cama, con el pie vendado y el corazón roto.

Las cámaras mostraban las calles que había imaginado recorrer: el Puente Romano, la Plaza Mayor, las cuestas que tantas veces soñó conquistar. Una mezcla de rabia y ternura lo invadió. Lloró, sí, pero también sonrió. Porque, aunque su cuerpo no cruzó la meta, sus ojos sí lo hicieron. Desde la distancia, sintió que corría con todos ellos, y en el silencio de su habitación, también ganó su propia carrera.

Seudónimo: Cándido Canalejas

# 279 Tomás Piedra Pérez

 

Corredor enamorado

Desde que la mujer de mis sueños apareció por primera vez entre el público de la San Silvestre Salmantina, mi cita anual con el esfuerzo ya no está reñida con la compostura. Por supuesto que mantengo la tensión de las grandes competiciones antes de comenzar la carrera, el respeto ante la concentración de mis compañeros…, la tentación de imaginarlos tras mi dorsal diez kilómetros después. Pero, incluso desde el pleno esfuerzo, evitaré que mi fina estampa de corredor elegante sea malograda por polvo traidor o viento traicionero y, aun cuando, pasado el Puente Romano, el aliento comience a flaquear, conservaré la fuerza necesaria para erguirme enhiesto cerca de la meta y guardaré un par de suspiros por si ella me vuelve a aplaudir.

# 277 Jose Luis Basulto Ortega

 

¡Cuánta razón tenía Manolo!

Llegó el 28 de diciembre tan esperado. Manolo, el entrenador, nos había preparado los últimos 3 meses para los 10 kilómetros de la San Silvestre Salmantina. José Ramón, María del pilar, Xóchitl y yo estábamos eufóricos.
––Dame tu collar y tus pulseras ––me ordenó Manolo.
––No ––le repliqué ––son los amuletos de la buena suerte, me los regaló mi padre ayer por ser mi cumpleaños.
––¡Mira que te van a pesar en la carrera, sobre todo en la subida larga de la avenida de Villamayor.
––¡No!, Aunque estén gruesas, yo puedo correr con ellas, ¡son de oro de 24 kilates!
––¡Como quieras!
A 100 metros de la recta final, en el Paseo de San Antonio, todos comenzaron a rebasarme sin consideración. Apreté el paso y entonces sentí el peso del oro que iba socavando mis piernas hasta que llegué en penúltimo lugar. ¡Cuánta razón tenía Manolo!

# 276 Julia Arroyo Sanchez

 

Recuerdos de Niñez

De pequeña, mejor dicho enana, con mi club de atletismo, fue cuando corrí por primera vez está carrera convirtiéndose es una de mis favoritas. Muchos años después quiero volver a repetir aquellas sensaciones.

# 275 Patricio Amar Zamorano

 

La Meta


Yo me estaba yendo, como muchos otros, cuando lo vi aparecer desde una de las coloridas calles. Apenas caminaba, cojeando de su pierna derecha, notoriamente vendada. Era el último competidor de la extensa carrera, que había premiado a su ganador, una hora atrás.
Yo me estaba yendo, y no sé por qué me quedé. Pero lo comencé a alentar. Otros se unieron a mí, los pocos que quedaban en las veredas, mientras él intentaba dar todo de sí, bajo el apabullante frío que parecía congelar mis sienes.
Yo me estaba yendo, y no sé por qué me quedé, pero me quedé. Lo hice para verlo cruzar la meta, casi desfalleciente, más allá del límite de sus fuerzas.
Y comprendí por qué me quedé.
Lo supe por la adicción que me tenía al borde de renunciar a la vida.
Al borde de no cruzar mi propia meta, de sanar…

# 274 David Rabanillo Prado

 

Corredores, esos seres especiales

Están entre nosotros como simples mortales, pero están forjados de un material inquebrantable, su fuerza de voluntad.

Estudian o trabajan, pero cuando acaban sus obligaciones, se calzan las zapatillas y salen a la calle para poder dedicarse a ellos.

Los entrenamientos son su terapia y sólo regresan a casa cuando el sudor les ha limpiado por dentro.

Su hábitat natural son los parques para hacer lo que llaman “rodajes”.
Los reconocerás por su camiseta fosforita, mallas ajustadas, zapatillas que han corrido muchas batallas, y su reloj como fiel compañero de fatigas.
Cada lesión, es una herida de guerra que cuenta una historia.

Son ultra fuertes, pueden llevar con un dolor de rodilla meses, pero siempre dicen que ya se le quitará más adelante.

Suben y bajan montañas por diversión y si no cruzan un río, la carrera no ha sido épica.

Ahora los veo desde el otro lado y pienso, que me gustaría volver a ser como ellos.

# 271 Lorenzo Almagro Díaz

 

La anciana de San Silvestre

La anciana camina lentamente hacia la meta en la carrera de San Silvestre Salmantina. Bien abrigada todo de negro. Atraviesa el Puente Romano, luego varias calles y para en el semáforo. Espera que aquellas diabólicas máquinas paren una vez se encienda el peatón en verde. Una de ellas le arrebató la vida a su nieto un año atrás en un paso cebra. Su nieto, tan solidario, tan deportista… que había corrido desde niño en San Silvestre todos los años lleno de ilusión.
Se hace un sitio cerca de la meta, llena de espectadores, también se encuentra los jueces y personal médico. Ya se acercan los corredores, algunos exhaustos. Un joven vestido de azul con el dorsal número 2 se acerca a la meta líder en el pelotón. La anciana, a su paso, enarbola un pañuelo al viento. ¡Vamos Adrián hijo, otra vez más te espera la victoria!

# 269 Raúl Alonso Fernández

 

CURRICULUM SENTIMENTAL

- Papá, te he apuntado a la San Silvestre conmigo.

El reto era considerable. Sabía que sería agónico. Pero no podía fallar a mi hija.

Empezamos juntos a correr, el ambiente era fantástico. Luego, como la vida misma, tomó su ritmo.

Mis zancadas empezaron a recortarse, mi respiración se aceleraba. No había músculo que no me doliese y el aire se me quedaba muy corto.

Ya no me importaba llegar el último, pero tenía que llegar. Validar mi currículum sentimental paterno.

- No puedo, no puedo...Ya corría, bueno..me arrastraba; sólo.

Pero, de repente, tras alzar la mirada y descubrir la torre de la Fortis Salmantina, una fuerza inusitada me mantuvo en pie.

Es como si me empujaran con su aliento Unamuno, Santa Teresa, Francisco de Vitoria, Gil de Hontañon..

Cien metros antes de la meta se sumo Leire. Llegamos juntos, nos abrazamos. Dejé de fumar.



# 268 Lietty Aylet Navarro Oliveros

 

El Vapor Compartido

Mi aliento no es mío.
Es un vapor compartido que se mezcla con el espectro del de mi padre, que corrió en el ochenta y cuatro, y con el de su padre, que aplaudía desde la Rúa. En Salamanca, el treinta y uno de diciembre, nadie corre solo. Somos un único río de pisadas golpeando la piedra dorada, un cuerpo colectivo que exhala el año que muere.
El frío que sube del Tormes es un cuchillo, pero el corazón es una fragua. Cada zancada no borra el tiempo; lo cincela. Grabamos un último esfuerzo en la piel de la ciudad. Por eso el arco de la Plaza Mayor no es una meta. Es un útero.
Cruzo el umbral, y el aire que jadeo ya no es mío. Es el de todos los que fuimos, y también de los que vendrán.
Renacemos, juntos, y cada exhalación nos hace uno con Salamanca.

# 267 Zayra Abascal Múgica

 

Ánforas de Luz


El dolor era tanto que no sabría cuántas ánforas bastarían para contenerlo. Llevaba años inventariándolo, buscando el porqué de esa afección que me iba vaciando el cuerpo —mi templo—. Pero aquel día, en la San Silvestre Salmantina, rodeada de los míos, mientras unos me alentaban y otros lloraban junto al puente romano, entendí que aún podía; no sola, sino sostenida por las manos que me quieren.
La piedra dorada de la Plaza Mayor parecía latir al ritmo de nuestros pasos. El aire cortaba, sí, pero también curaba. Cruzar la meta fue volver a nacer, sentir que la ciudad y el río Tormes respiraban conmigo, que en cada zancada dejaba atrás un fragmento del dolor.
Entonces supe que correr no era escapar, sino regresar: a mí, a la vida, a todo lo que aún late.

# 266 Susana Andrea Bracamonte

 

Soñando con Sanmaltina

A la espera del pistoletazo me encuentro sumida en un huracán de emociones, la ansiedad me estorba en todo el cuerpo. Miro nuevamente el reloj aun faltan cinco minutos y sobran quinientos intentos. Al fin se escucha el clamor de un trueno dando permiso a la fila de jaguares para salir y brotamos en carrera como quien persigue a una presa; las subidas y bajadas de Salamanca asemejan paisajes en lienzos de acuarelas.
Por el rabillo del ojo observo a un compañero que me alcanza llegando a la meta, la respiración se agita y se vuelve más ruidosa mientras un calambre amenaza mi triunfo. Escucho los vítores y elevo los brazos al cielo y agradezco al público, la adrenalina motiva mis piernas acortando la distancia hacia la cinta de meta, puedo sentirla abrazando mi cintura y en ese momento, el grito del chofer me despierta. Hemos llegado a destino.

# 265 Héctor Felipe Guevara Arias

 

Honor

Su pierna se quebró justo antes de la meta. Todos pararon de correr, sin llegar ya era ganador.

# 264 Lucas Posada González

 

Guerrera

Amalia, nació en circunstancias muy difíciles, su madre la abandonó cuando era una pequeña y su padre era un pintor que se rebuscaba para poder alimentarla. Toda su vida fue una constante lucha contra la crudeza de la vida. Desde muy pequeña se había aferrado al deseo de convertirse en atleta. Cumplidos los doce años, era la más rápida de todo su colegio. Su profesora de educación física, hizo que Amalia, pudiera ser becada por el Ministerio de Recreación y Deporte. Para convertirse en profesional y competir en las nacionales. En plena etapa de su juventud, adquirió poliomielitis, enfermedad que le causó una gangrena en su pierna izquierda y tuvo que ser amputada. Todas las personas que conocía, le dijeron que jamás volvería a correr. Hoy en día, con su prótesis, es la campeona de la emblemática carrera, “San Silvestre Salmantina”.

# 263 GUILLERMO ONDARTS

 

SORNA CON GUSTO NO PICA

A los 75 años, llevaba corridas una decena de salmantinas seniors y no pensaba en abandonar la costumbre. Inclusive, había logrado un octavo puesto. De adolescente, la San Silvestre Vallecana le había despertado la curiosidad. A pesar de una amenazante artrosis, ya veterano, satisfacía su postergado anhelo con entusiasmo y ejemplar preparación. La clave era lograr un ritmo constante. De físico magro y fibroso, mantenía la velocidad, impertérrito ante las imprecaciones de los acelerados. Como braceaba asimétricamente para compensar la rodilla defectuosa, recibía maldiciones (“¡Rengo, córrete!”). En el kilómetro seis, lo esperaban con agua. Después, no levantaba la vista del piso hasta atravesar la cinta, donde lo aguardaban y aplaudían a rabiar su mujer, el nieto y un cofrade maldito, que, ante los amigos, imitaba, burlón, su tranco anómalo.

# 262 Joan Hidalgo Vives

 

Felices laureles.

¡Preparados, listos, ya! La carrera empieza mientras oigo repicar las campanas salmantinas señalando el mediodía. Solo me separan diez mil metros de la gloria, en un año en que he preparado la San Silvestre como nunca con la esperanza de siempre de ganar. Concentrado en mi ritmo, paso tras paso, disfruto del bonito recorrido por la ciudad. Después de la larga espera desde la ultima edición se me hace corto, pero ya puedo vislumbrar a lo lejos la meta en el Paseo de San Antonio. Levanto la mirada y ¡solo tengo un corredor delante! Presiento que la victoria no será hoy mi destino, pero me equivoco. A diez metros de coronarse el compañero tropieza y cae. ¡Es mi oportunidad! Pero paro y le ayudo a levantarse. Por suerte está bien, pero otro competidor nos rebasa y cruza primero la linea. No importa, soy feliz. Mi mejor premio.

# 261 Juan José Pérez Cembellín

 

Mi motivación personal

Su estilo estirado y altivo lo hace inconfundible entre el resto de corredores: mi jefe.
Aumento el ritmo, fijo en mi presa. Me siento ligero y fuerte, confiado en la preparación de los últimos meses. Acorto distancia. Distingo perfectamente su ropa de marca y sus zapatillas de gama alta, muy por encima de sus necesidades. La imagen perfecta de su soberbia cotidiana.
Me cuesta alcanzarle más de lo previsto; como si adivinara mi presencia, también acelera. No importa: aún queda distancia suficiente para dejarlo atrás.
Nos emparejamos, nos miramos de reojo y seguimos acelerando. La meta se acerca. Esprintamos. Cruzamos a la vez.
Mientras recuperamos el aliento, nos miramos en silencio. Él sonríe y me ofrece su mano en alto. La choco.
—¡Enhorabuena, Pérez! Hoy sí que lo has dado todo —dice, socarrón.
Yo asiento fingiendo una sonrisa, mientras pienso que el año que viene no se me escapa.

# 260 Antonio Ruano Gómez

 

La última zancada

El reloj marcaba las doce menos diez cuando cruzó el Puente Romano. Salamanca brillaba bajo el aliento helado de diciembre y las campanas parecían acompañar cada uno de sus pasos. Corría como si el tiempo lo persiguiera, aunque en realidad corría para alcanzarlo.
Su nieta lo esperaba en la meta, con un dorsal dibujado a rotulador y una sonrisa de domingo. “Abuelo, ¿a que esta vez ganas tú?”. Él asintió, sin aire, con los ojos húmedos.
Cuando dobló la última esquina, escuchó el rugido de la gente. Entonces recordó a su hermano, aquel con quien corrió la primera San Silvestre cuarenta años atrás, y sintió que volvía a tener veinte.
Cruzó la meta, exhausto y feliz. No ganó la carrera, pero llegó el primero al abrazo que más importaba.

# 259 Marta Delgado Plaza

 

ESE DÍA.

Último Domingo del año. Ese día me levanto lleno de nervios. Miro mi atuendo deportivo y el dorsal colocado en la camiseta. Me pongo mis zapatillas. Me situo entre los corredores. Oigo el disparo que indica la salida y corro. Corro lleno de emoción. Encaro la primera curva. El frío está presente, pero es más fuerte el calor del publico que te anima con cada aplauso. Mis oídos se llenan con el bullicio de la gente que anima por las calles doradas de mi Salamanca. Corro con un sentimiento que me impulsa en cada zancada.Diez kilómetros que te llenan el alma. Por fin cruzo la meta. Lo conseguí! Levanto mis brazos y mi cabeza se llena de recuerdos otro año más. Lágrimas de alegría, abrazos. Soy un cúmulo de sentimientos que no sé como explicar. Ese día hay que vivirlo. Ese día es LA SAN SILVESTRE SALMANTINA.

# 258 José Manuel Moreira

 

La San Silvestre Salmantina

El 31 de diciembre, Salamanca se llena de energía y entusiasmo con la San Silvestre. Corredores de todas las edades se reúnen en la línea de salida, con disfraces coloridos, sonrisas y la ilusión de cerrar el año de manera activa. La carrera no es solo competencia, sino también un encuentro de solidaridad, esfuerzo y alegría compartida. Cada zancada recuerda la importancia de la constancia, el respeto por los demás y la superación personal. Los aplausos del público motivan a los atletas a seguir adelante, mientras el frío de diciembre se convierte en calor humano. Al cruzar la meta, todos sienten una mezcla de satisfacción, amistad y orgullo. La San Silvestre Salmantina enseña que el atletismo es mucho más que correr: es celebrar la vida, el esfuerzo y la comunidad.

# 257 Mª Esther Zárate Moya

 

ULTIMOS METROS

ULTIMOS METROS
La meta era el barrio Garrido y el recorrido hasta donde nos llevara la curiosidad. Algunas tardes llegábamos a la Plaza Mayor. Recorrido C, sub 16. Una vez allí, sumábamos metros en el tontódromo, sonriéndonos cada media vuelta con otros corredores.
Otras veces, la carrera nos llevaba al Puente Romano, pendientes del reloj para llegar a las diez a casa. Esas tardes batía mi marca personal: menos un minuto y sprint hasta el cuarto piso.
El hallazgo fue el parque de los Jesuitas. Menuda aventura coger peras de unos árboles que seguro hoy no existen. Avituallamiento para bajar por el Paseo Canalejas a toda velocidad. Plaza España, María Auxiliadora. Atravesar la Avenida Portugal. Federico Anaya y últimos metros hacia el cartel impreso en nuestro cerebro.
Hoy me acerco al Paseo San Antonio. Recorrido D, senior. Ya no tengo hora de llegada. Hoy, lo único que quiero es llegar.

# 256 Nicolás Alonso Fernández

 

COMO NO

Mi vista se nubla, mis piernas fallan; recorrer estos doscientos metros se han vuelto una tarea más ardua que los nueve kilómetros que ya tengo en la espalda. Sin duda, cuando pasamos por el Helmántico, no debí acelerar, movido por los vítores de la gente, pero ¿cómo no hacerlo?, ¿cómo no regalarles esa energía extra?, ¿cómo no recompensar su entusiasmo con esfuerzo?
Puede que ahora me esté arrepintiendo, pero la sonrisa de aquella niña pequeña merecía lo mejor de mí. Estoy exhausto. No creo que llegue.
De pronto, un brazo se cuela bajo mi axila. Mi vista perdida busca el rostro unido a ese brazo: un hombre mayor, que bien podría tener sesenta, me devuelve la mirada.
—Hay que acabar. Ya estamos ahí. Lo haremos juntos.
¿Cómo no hacerlo?, ¿cómo no regalarle mis últimas fuerzas?, ¿cómo no recompensar su apoyo, su compañerismo, su empatía con el último esfuerzo?

# 255 Virginia Fuentes Barbado

 

Atributos

Cuando coincidimos en la salida le dije que alguien como él no debería participar en La San Silvestre, ni como senior ni como veterano ni como nada. Contestó que había acordado con la organización que doblaría el circuito. Insistí en que estaban malinterpretando las políticas de integración. Me miró por encima del hombro y preguntó si tenía miedo a hacer el ridículo o solo era envidia de sus atributos. Contesté que aquella edición pasaría a la historia por ganarla un centauro, pero el caballo y sus atributos morirían cincuenta años antes que el hombre que tan orgulloso estaba de ellos.

# 253 Juan Emmanuel Baltazar Santiago

 

David Akinyi.

David Akinyi
Sabe que ganará o al menos quedará en el podio. La calceta izquierda le pica un poco; siente vergüenza de sacarse las zapatillas frente a todos, pero lo hará a escondidas: un calcetín mal colocado puede ser la diferencia entre ganar o perder, entre seguir o detenerse por ampollas. Sabe que el ácido láctico se acumulará más tarde, que no tendrá opción sino callar a la mente que lo hostiga cuando el cansancio extremo llega.
Ha corrido cientos de veces; esto es pan comido, aunque las cábalas no desaparecen: enjuagarse la boca con suero antes de empezar, saltarse el kiamsha kinywa para mantener el estómago vacío, santiguarse con la cruz de madera heredada de su abuela. No es la primera vez que pisa territorio español —bonito país—, pero sí su primera vez en Salamanca.

# 252 Joan manuel Valbuena correa

 

LA SOPA

LA SOPA

Estaba echando humo en formas onduladas saliendo desde el plato hasta el techo, recibiendo la humedad y desprendiendo astillas viejas que se soltaban con la calidez del calor, cayendo justo encima de la sopa dándole otro sabor. Su espesor sostenía la cuchara parada en la mitad del plato, la mano temblorosa tomaba la cuchara y levantaba lentamente ese sorbo acercándolo a su boca, el aroma de especias hacía que la salivación aumentara en su boca, mientras se acercaba aquel bocado añorado. Al tocar sus labios, fue inevitable sentir como el hambre desaparecía de su mente, y degustaba la sopa.

# 251 Loreto Novoa Ramos

 

Carrera contra el miedo

La lluvia de aquel día le molestaba, pero el verdadero tormento para Almudena era la multitud. Miles de corredores atestaban la ciudad. Desde aquel ataque en la estación, el gentío la ahogaba. «Respira, solo es una carrera», se repetía, mientras el sudor le caía por la frente. Llevaba más de un año preparándose. No para ganar, sino para demostrarse a sí misma de lo que era capaz.

El disparo de salida retumbó y el miedo la paralizó. Se vio arrastrada por un río humano que le impedía quedarse inmóvil. Cerró los ojos, presa del pánico por el contacto con tantas personas.

"Salamanca es mi hogar; eso no me lo van a arrebatar también". Abrió los ojos y solo veía a personas disfrutando; no representaban ninguna amenaza. Respiró hondo y comprendió que no era la multitud lo que la hacía avanzar, sino su deseo de seguir adelante.

# 250 Heli García Mallebrera

 

UN MUNDO ENCERRADO ENTRE ZANCADAS

Tu corazón golpea su jaula al sentir el reclamo de la libertad más elemental. Las rodillas se resienten, los tobillos cloquean, los músculos se contraen entre anhelos nómadas que destilan un universo encerrado en cada gota de sudor. La pereza se agazapa a traición entre nuestras intenciones pero no hay obstáculo que supere la envergadura de tu reto, de tu meta.
La soledad ante la inmensidad de las distancias, tu particular lucha contra el crono, esa perseverancia que no atiende a molestias ni dolores. Aunque sientes que ya no puedes dar una zancada más, que no merece la pena el esfuerzo, solo existe continuar, respirar, no detenerte hasta conseguirlo.
Correr cuando la ciudad duerme, correr cuando el mundo no se ha puesto en marcha.
Dirán, ¿para qué sirve tanto esfuerzo para tan poca recompensa?
Entonces no es que no te hayan entendido a ti, es que no han entendido nada.

# 248 Juana María Fernández Llobera

 

Ganador

Un año más se iba a presentar. Había entrenado todo el año para conseguirlo. Se dejó la piel en ello día tras día. Llegó el momento. Besó a su novia antes del evento. Estaba en la línea de salida. Estaba preparado para ser el primero. Quería ser el mejor. Ti-Ti, ti-ti, ti-t, sonó el despertador. A clase de nuevo. El entreno a las seis. Aún quedaba un mes para el desafío.

# 247 Pablo Cabeza Albás

 

Todo

Con toda la capacidad de esforzarme que me he dado.
Con todo el afán de superación que me ha inculcado.
Con todos los amigos que me dado.
Con todos esos todos, como no iba a ser mi pasión el atletismo.

# 246 Miguel Ángel Moreno Cañizares

 

Ganar no lo es todo

Ayer disputé por cuarta vez la San Silvestre Salmantina. Y una vez más, me quedé a las puertas de ganar. Soy un buen corredor —he llegado a tardar menos de 36 minutos en completar el recorrido— y dicen que mi estilo es casi africano. Comencé a correr, lo confieso, por las circunstancias, o sea, por ese conductor que me destrozó la bicicleta. Cambié las dos ruedas por las dos piernas. Le cogí el gusto, me motivaba, y un amigo me animó a inscribirme en la San Silvestre. “Tienes posibilidades de ganar”, me convenció. Desde entonces, las desgracias lo han impedido. Una torcedura de tobillo a mitad de prueba, un desfallecimiento y una caída por una cáscara de plátano, en serio. Ayer, sin embargo, volaba hacia la victoria hasta que vi a ese hombre arrojarse desde el Puente de Sánchez Fabrés. Lo salvé de ahogarse y esa fue mi mejor victoria.

# 245 Martina Bastard

 

Carrera a casa

Daba largas zancadas que la hacían avanzar entre la multitud. Con cada tirón de sus gemelos le recorría una sensación bañada de recuerdos. Con cada contacto de sus viejas zapatillas con el suelo viajaba. La llevaban a cuando corrió con su familia la San Silvestre Salmantina. Su tío la había incitado a hacerlo durante su visita a España. Llegó junto a los últimos pero contenta. La verdadera felicidad había sido compartir junto a su familia una tradicional carrera que para ella, argentina, le era ajena pero le parecía hermosa.
Ahora recordaba esa sensación refrescante de correr a toda velocidad y sentir que te salen chispas de las piernas. Veía a su alrededor gente alegre que la animaba, aún sin conocerla. Veía a su familia. Su corazón se le salía del pecho. Ya casi tocaba la meta. “Último llamado a los pasajeros a embarcar el vuelo…”. Ya llegaba a casa.

# 244 Jacobo Vieites Sánchez

 

Avanzar

Corro, con el pecho ardiendo y las piernas pesadas. La San Silvestre se me está haciendo tan larga como este año que agoniza. Las calles de Salamanca resuenan bajo mis zapatillas, y en cada piedra me parece ver un recuerdo tuyo. Me inscribí pensando en no hacerlo, creyendo que sin ti no tendría sentido. Pero aunque ya no estés a mi lado, te sentí detrás, empujándome, como ahora.
El frío corta, la gente anima, y entre el ruido creo escuchar tu risa. Aprieto los dientes, acelero, ya falta menos. La meta se acerca, brillante como las estrellas en un cielo de medianoche. Al fin la cruzo, solo... aunque no del todo.
Te siento conmigo, en el aire, en mi aliento. El año termina, y otro comienza. Respiro hondo. Como tú habrías querido, sigo corriendo, sin rendirme, sobre las mismas calles de piedra donde, hace tiempo, nos encontramos por primera vez.

# 243 Juan Antonio García-Rico Espíldora

 

El superpoder

Hay pocas cosas más ridículas que ver a una persona caerse. Y seguro que no hay nada más ridículo, pensé, que ver a un chaval regordete caerse mientras corre en último lugar; así que, por favor, no te caigas ahora.
Pero no podía dejar de proyectar el chasquido de mi cuerpo contra el pavimento y mi esfuerzo por levantarme y mantenerme en la carrera, aunque fuese en la posición donde ya no tienes nada que perder.
Tenía ganas de llorar. Por fin me había decidido a correr una carrera, pero aquí estaba, apoyando mis palmas contra el frío suelo de diciembre para levantar mis rodillas magulladas. Y quería llorar. Vaya ideas que tienes, pensé.

—¡Campeón!

Miré al público. Una sonrisa.

Mamá…

Sudando, despeinada y con el uniforme gris del supermercado todavía puesto. Había venido.
—¡Tú puedes, campeón!

Llorando, me levanté. Abracé a mi madre. Me besó.
Y eché a correr.

# 242 Alberto Bravo Sánchez

 

El guiño de la rana

Desayuno leyendo inocentadas en redes, recordando la famosa y mediática edición de 2014. Nado en la reestrenada piscina de La Alamedilla a despertar el cuerpo. De camino a la salida, me detengo en las pruebas de menores; como entrenador y deportista, para activar también la mente.
Los momentos previos destilan tensión. Suena el disparo de una concejala que dará ejemplo calzándose también las zapatillas. La marabunta arrasa Canalejas, calle Zamora y una abarrotada Plaza Mayor.
Al girar una esquina, la Universidad me saluda dorada. La rana me guiña un ojo desde su calavera. Aprieto el paso: empieza la parte más dura. La fatiga pesa, pero cada mitocondria trabaja sin descanso.
Cruzo la meta exhausto. Desciendo al patio del Colegio San Estanislao de Kostka, mientras comento esos 33 minutos tan especiales —quizá una de las mejores medias horas de 2025—. Quedan tres días de calendario, pero el año deportivo ya terminó.

# 241 Antonio Olmos Belmonte

 

Sensaciones

Me quedo mirando la pared en la esquina del salón, y entonces, me vuelven sensaciones: el aire helado del Paseo de San Antonio, el bullicio de los que ajustan el dorsal con los dedos entumecidos y ese olor a mezcla de linimento, nervios y churros. Escucho, como siempre, a alguien que dice que hoy sí, que este año va a batir su marca, y otro le responde que lo importante es llegar… y encontrar sitio en el bar después.
Subo la Avenida de Mirat entre bufandas que aplauden, atravieso la Plaza Mayor como quien cruza un sueño en navidad, y al llegar al Puente Romano el viento del Tormes parece empujarme la espalda. La ciudad entera corre, ríe, se calienta el alma.
En un marco cuelga mi dorsal de 1984, papel blanco, número negro, el sello del colegio San Estanislao. Me sonríe. Ya no corro… pero sigo llegando.

# 240 Luis Angel Alburquerque Sanchez

 

De nuevo volver a volar

De repente estaban todos por debajo de mis pies, un puente romano lleno de luchas, en forma de cabezas, unos junto a los otros. La clave está en la energia y velocidad, más el impulso inicial. El diseño de mi galopada minmizaba la resistencia, y maximizaba la distancia de vuelo. Y a la vez lo hacía estable. Nunca creí del todo que lo lograría, pero tampoco nunca ceje del todo. La brisa era suave, y hasta ahí arriba te llegan los sueños de los demas. Suelen subir en linea recta, no siempre, pero si muchos, son así de obtusos. Así que ten cuidado cuando vayas corriendo, el de al lado, esta preparando su lanzamiento.
De nuevo podré volar, pero de momento, ahí estoy ! Atándome los cordones. Aunque confieso que me gusta bajar al llegar a la plaza, esos aplausos, son un impulso extra.

# 239 Josefa Fernández Fernández

 

Amor de KM0

La Plaza Mayor era un volcán de neón y sudor helado. Diciembre. Oí el disparo y, sin buscarte, te encontré. Un roce eléctrico en la muñeca, sin mediar palabra en el Arco del Toro. Nuestra carrera se volvió una coreografía idéntica: dos almas sincronizadas por la cadencia del asfalto. No era la marca, sino tu aliento a mi espalda el que marcaba mi ritmo en la cuesta del Parador. Vi un futuro entero en el brillo fugaz de tus ojos bajo la visera; mi corazón latía más fuerte por ti que por la meta. En Gran Vía, la fatalidad del gentío nos envolvió. Tu mano se esfumó de la mía, sin ser un adiós. Cruzaste la alfombra de llegada un segundo antes. Busqué tu dorsal en el caos final. Nada. Solo quedó el eco potente de un amor nacido y muerto entre el kilómetro tres y la línea de meta.

# 238 Carlos Pérez de Arce Bolados

 

Partida

Todos en sus marcas. Silencio. Adrenalina. Expectación. Sonó el disparo. Los atletas partieron. Sonó el segundo. Los expectadores también.

# 237 Idalith Rocio Pérez Sánchez

 

La sombra que respira

Solo el eco de mis pasos quebraba el silencio de la noche salmantina. No corría entre la multitud, sino de la cosa que jadeaba a mis talones. La sentía: un frío voraz que absorbía el calor de mi espalda, un hedor a tierra de cripta y naranja que se adhería a mi nuca. Las farolas se extinguían a mi paso, sumiéndome en una oscuridad perpetua.

Mis pulmones ardían. Ella se acercaba, y su jadeo se fundía con el mío.

Alcanzamos la Plaza Mayor. Me volví, sin aliento. Bajo la luz lúgubre, la vi: una calavera con una sonrisa eterna. O quizás solo era mi propio rostro, demacrado y cadavérico, reflejado en un cristal.

Su mano huesuda no se posó sobre mi hombro, sino dentro de él, y arrancó de cuajo lo que una vez fue mi alma.

# 236 RAÚL GARCÉS REDONDO

 

DE ANAGRAMAS Y CARRERAS

Deciden los nueve amigos participar disfrazados cada uno de una letra formando la palabra SALAMANCA. Pero en cuanto dan la salida, varios de ellos, se lanzan a correr como si llevaran ALAS en los pies o peor, como ALMA que lleva el diablo. No tardan en aparecer los primeros calambres y es entonces cuando se preguntan por qué no se habrán quedado en CASA, durmiendo en la CAMA. Pero la idea de alcanzar la meta mientras el público les ACLAMA les empuja a seguir. Eso sí, ahora con más CALMA que ésto no deja de ser una fiesta.

# 235 Monica Gonzalez Dominguez

 

Carlos

La fecha de la carrera se acerca. Carlos acumula meses de preparación intensa en un año de altibajos sin rencor. Otro amanecer más, el hombre se levanta ágil, se despereza vigorosamente y prepara su desayuno energético, antes de calzar sus zapatillas. Él repite este ritual disciplinado diariamente para superar la adversidad.
El diagnóstico no es definitivo ni favorable. Antes de empeorar, Carlos resiste con espíritu deportista, forjado después de años de competición. Nada que no pueda remediar una voluntad inquebrantable. La fuerza del corazón le acompaña sin vacilar. No sucumbirá al desánimo, no se entregará a la desazón. Mientras sus piernas puedan correr, seguirá conquistando marcas, al menos para sí mismo.
A dos días de la carrera, sólo piensa en su padre. Después del calentamiento, se dispone a acelerar, fuerte, muy fuerte. «Por lo nuestro», se dice inspirando profundamente. El oxígeno recorre su cuerpo que ya vibra con doble expansión.

# 234 Amanda Roncero Serna

 

Contra todo pronóstico

La San Silvestre Salmantina marcaba el final del año, y Ana lo sabía. Cada paso entre la multitud le recordaba que seguir adelante no era una elección.
Hace meses, un accidente la había dejado sin fuerzas, postrada en una cama. Los médicos fueron claros: nunca volvería a correr.
Pero hoy, entre gritos, música y luces, siente cómo el aire frío llena sus pulmones y las piernas responden. La ciudad la aplaude, pero lo que más le emociona es saber que ha vencido a sus propios límites.
Al cruzar la meta, sonríe: no ha ganado la carrera, pero ha recuperado su vida.

# 233 Guillermo Diez Jiménez

 

La meta

Su bastón blanco tembló como si también hubiera corrido con él la San Silvestre Salmantina. Nadie desmintió aquella victoria.

# 232 CARLOS ANDRES FABBRI CAMPOS

 

Soñar no cuesta nada

Venir a decirnos que pretende presentarse a la San Silvestre Salmantina y añadir al toque estar seguro de quedar entre los diez primeros. Con tal convicción y descaro lo dijo que nos paralizó tremenda ocurrencia.
Es verdad que está entrenando. Algunos días de la semana va a la piscina de La Alamedilla y luego se pasea con la bici del Ayuntamiento por la ribera del Tormes; también es cierto que corre, unos metros corre de tanto en tanto detrás del último autobús que pasa por la Gran Vía con destino a La Aldehuela. La cuesta de Santi Espíritus le cuesta, hay que reconocerlo, como a tantos otros.
Sesenta y siete años y asmático. ¡Entre los primeros diez!
En los primeros diez metros abandona, eso seguro.
Tras reflexionar un rato y más que nada para acabarnos la ración de jeta que teníamos entre manos, le dijimos: “Quizás en tus sueños”.


# 231 Manuel Benito Ingelmo

 

Alegre transgresión

Preparados, listos, ya!!! La ciudad monumental nos pertenece, aunque solo sea por un instante fugaz y vibrante de piernas libres.

# 230 Claudia Alejandra Morales

 

Como dice Joaquín

El último instante antes de la salida era puro vértigo. El aire frío cortaba, pero el corazón latía caliente, como un tambor que marca destino.
Cuando sonó el silbato, el asfalto rugió bajo los pies de cientos: una estampida de sueños sobre la piedra antigua. En el Puente Romano, el río reflejaba cuerpos que parecían volar, fugitivos del cansancio.
Subida tras subida, el esfuerzo se volvió plegaria. Le pesaban los hombros: la frustración de un amor que no fue, el empleo que apenas respiraba, el ruido a abogados, como dice Joaquín, y el dolor que anidaba en las rodillas.
En el kilómetro final quiso rendirse, pero una voz pequeña atravesó el viento: su nombre.
Apretó los dientes. Cruzó la meta con lágrimas y orgullo. No llegó primero, pero por primera vez ganó.
Unos ojos de un metro de altura lo aplaudían con ternura:
—Lo hiciste, papá.

# 229 Marcia Katarine Almeida Reis

 

Cita en la San SIlvestre

La conocí en la salida, dorsal 3279. Sonrió y dijo que solo corría para impresionar a su ex. Yo, claro, fingí que también.
Kilómetro dos: aún me seguía el ritmo. Kilómetro cuatro: ya hablaba de mi perro entre jadeos.
En el ocho, juré que, si llegábamos juntos a meta, la invitaba a chocolate con churros.
En el nueve, me adelantó. En el diez, desapareció entre la multitud.
Crucé la meta medio mareado, buscando su sonrisa.
Entonces la vi… abrazando a un tipo con el dorsal 3258.
Me acerqué resignado, pero ella se giró y gritó:
—¡Este es mi ex!
Y, antes de que yo dijera nada, lo dejó plantado, me tomó del brazo y añadió:
—Ahora sí… ¿dónde están esos churros?

# 227 Emilio Del Prado Benito

 

Secretos

¿Porqué lo hice? A veces me lo pregunto. Leía detenidamente el mapa. Estaba parcialmente seguro. Si llegaba a la última recta, lo conseguiría. Tenía la decisión tomada. Instantáneamente cogí impulso. Nadie parecía verme. A veces recuerdo ese día. Lágrimas. Impotencia. Brutalidad. Resignación.¿Esperanza?...desde la cama de este hospital de campaña en un campo de refugiados todo parece un mal sueño, pero al mirar y no ver mis piernas vuelve el sudor a mi frente de aquella última carrera.

# 226 Jonatan Penón Franch

 

Red Flags

Había oído hablar de él. Joven, estudiante, de buena familia. Coincidimos el sábado y me saludó muy educado cuando nos cruzamos. Era más atractivo en persona que en las fotos, pero la experiencia acabó siendo de lo más desagradable.
El chico empezó bien, pero yo, que siempre he sido muy observadora e intento prestar máxima atención a los detalles, noté que algo no cuadraba en cuanto subió la intensidad. Le advertí un par de veces, aunque hay algunos que parece que no entienden las señales. Finalmente, tuve que pedirle que parara. No me hizo caso y continuó. Tuvieron que venir unos compañeros que, por suerte, consiguieron frenarle.
Lo llevaron a un apartado, donde estuvo despotricando un par de minutos y llamándome de todo. Después de eso, reanudó su marcha, ya sin opciones, para completar los kilómetros finales de la prueba.

# 225 Iván Parro Fernández

 

Una Sansil en paz

¿Mañana lloverá? Esta duda golpeaba su mente a cada momento. No quería fallar en su esperado estreno. Lo había preparado bien y a conciencia. Muchas horas con el Google Maps viendo las calles y el recorrido de la Sansil una y otra vez hasta que memorizó todo, ritmos incluidos. Parecía un curtido veterano. Como estímulo los típicos consejos de sus más allegados: Disfruta, estamos contigo, tienes nuestro aplauso, eres el mejor... Y como premio cumplir un sueño. Lejos por fin de las bombas y de los peligros de su país que seguía en guerra disfrutaba de la noche salmantina antes de la carrera. Revisó cuidadosamente sus prótesis de pierna poniéndolas a punto, y entre sueños y algunos desvelos recorría libre, feliz y seguro una vez más las calles por las que transcurriría la carrera. Su primera Sansil en paz.

# 224 PABLO HERNANDEZ CANO

 

28SALCOL12

En un momento complicado he escapado a Cuenca a correr y pensar. Coincido con otra alma atribulada compartiendo tres días de trotes, excursiones, museos, confidencias. Esta mañana me dicen que a primera hora ha marchado. Me entregan un tarjetón suyo donde leo escrito a mano “28SALCOL12”.
Atónito llamo a mi sabia amiga salvadora explicándole el tema. Ayúdame, qué significa esto. Desolado vuelvo a Madrid.
Mi aliada llama exclamando que lo tiene, “corre para el bus a Salamanca, tienes el tiempo justo”.
Explica, “hoy es día 28, SAL es Salamanca, COL es la Pastelería la Colmena de donde sale la San Silvestre Salmantina, a las 12 horas.
Cojo el de las 9h. A la duodécima campanada llego a la Pastelería. En la puerta está ella, mi corazón estalla. Me besa susurrando “has venido, quería estar segura, espérame en la llegada”. Sale corriendo con el resto de cientos de participantes.

# 223 Grisell Abreu León

 

"Castillo Fuerte"

CASTILLO FUERTE
Madu estaba resuelta a ganar la carrera de sansilvestre, La leyenda del papa Silvestre le había imbuido tal determinación y fuerza que, contra todo pronóstico dada su extrema delgadez, se proponía no sólo participar sino también ganar.
—San Silvestre, hermano, tu que en tu inquebrantable misericordia probablemente declaraste absuelto de sus pecados a ese gentil difunto dándole la oportunidad incluso de alcanzar el cielo, te pido que hagas mío esos valores tuyos y pueda yo ser castillo fuerte de sostén a aquellos que han sido declarados incapacitados para alcanzar metas—.
De pronto vio a un joven de brazos y piernas torcidas y rostro afectado también, formando tremendo alboroto alentándole para que no desfalleciera; sin pensarlo dos veces se desvió y asiendo ya exhausta la silla con todas sus escasas fuerzas, llegaron ambos y ebrios de alegría navideña y amor cristiano, gritaban:
— ¡Lo logramos! ¡Gracias San Silvestre! ¡Gracias oh Dios! —

# 222 Aurora Semerano

 

Agujerito

A Tomás, de repente, le entraron ganas de tener un amigo. De pronto, le parecieron insulsas las charlas con el señor Flaco, los escarabajos en sus esferas de vidrio le dieron repulsión, y reprochó de pedantería el mapa de Europa con el que había hablado muchas veces. Pasó días en silencio, recostado en la cama, hasta que un día descubrió un diminuto agujerito en la pared que daba al sur. Metió allí su curiosidad, apartó un poco de polvo y apoyó un ojo sobre él. Al otro lado había una niña completamente calva que gritaba ¡Estúpidos, estúpidos! mientras lanzaba sus ladrillitos de colores. Desde entonces, se apoyaban un ojo a turno, mil charlas atravesaban cada día el agujerito. A él la niña le gustaba por sus historias; a ella, Tomás le hacía reír por estar completamente calvo.

# 221 Maria Elejoste Larrucea (Mel)

 

A vista de pájaro


Paloma Pérez retransmitiendo en directo desde el cielo de Salamanca. De nuevo presenciamos un fenómeno humano curioso. A diario los vemos caminar por la ciudad, solitarios, cada uno en su dirección, a su ritmo, pero hoy es el día en que corren juntos en formación. No hay peligro aparente, ni persecución ni presas.

Primero se reúnen de forma caótica, voces, gritos y risas. Colocan extraños símbolos en el pecho, beben líquidos que incluso comparten entre ellos. Están contentos y amigables. Después, tras un sonido, comienza la migración, corren y todos se detienen en en el mismo sitio como si llegaran a un gran nido familiar.

Las últimas informaciones científicas apuntan a un sentimiento de bandada inusual en esta especie. Aunque sea una vez al año aleteamos a los humanos, ¡volad juntos y que sean muchas más!

# 220 María Teresa Blasco Bermejo

 

Corredora de fondo

Cuando me inscribí en la carrera, en casa me dijeron que cómo se me ocurría, si no había entrenado nada. Al principio les di la razón, pero luego, pensándolo bien, me he dado cuenta de que en realidad no he parado de correr desde que nació Pablito, el tercero. Voy corriendo a todas partes: de casa al colegio, del colegio al trabajo, del trabajo al supermercado, del supermercado a la academia de inglés del mayor, a la escuela de música del mediano y al entrenamiento de fútbol del pequeño. Mi vida consiste básicamente en correr para llegar a tiempo, como por ejemplo ahora: en mitad de la carrera me doy cuenta de que nadie ha comprado las uvas para Nochevieja y, como no acelere, me van a cerrar las tiendas.

# 219 JAVIER TUERO RODRIGUEZ

 

SUEÑOS DE GLORIA

El despertador no sonó. O quizá sí, pero él soñaba que corría ya. Salamanca aún dormía, pero la San Silvestre no espera a los atletas varados. Saltó de la cama con un brinco, como quien huye de la tristeza. Se vistió apresurado, el corazón en las medias de compresión. Bajó las escaleras trotando, cada peldaño, un muro. Corrió antes de correr. El frío le mordía los tobillos, pero él solo pensaba en su padre, en aquel atleta que corría sin piernas en sus recuerdos. Llegó tarde, pero llegó a tiempo. La salida era un río humano, y él se lanzó como quien se lanza a amar sin garantías, sin estirar siquiera. No ganó, ni lo pretendía. Corrió por todo lo que fue, por su padre muerto, por todo lo que llegaría. Y al cruzar la meta, supo que el verdadero triunfo era no haberse quedado durmiendo.

# 218 Silvia Estela Mangas

 

La Aparición de San Silvestre de Salmantina

Cuentan los ancianos lugareños que una madrugada de invierno, mientras la niebla cubría las torres y las campanas dormían un silencio de piedra, San Silvestre fue visto caminando por las calles de Salmantina por un pastor que bajaba del monte quien distinguió su figura vestida con un hábito blanco, iluminada por un resplandor suave de luna bendecida.
El santo se detuvo frente a la fuente vieja y posó su mano sobre el agua helada. De inmediato, brotó un aroma a azahar y el líquido comenzó a brillar.—Decid al pueblo —murmuró — que la fe no se ha perdido, solo duerme.
Cuando el pastor quiso acercarse, la figura se había desvanecido. Pero desde aquel día, cada 31 de diciembre, el agua de la fuente canta al amanecer, y los habitantes de Salmantina aseguran que San Silvestre pasa otra vez, silencioso y puro, bendiciendo los corazones que creen en los milagros pequeños.

# 217 Karen Fogelstrom

 

Competencia desleal

Lo veo delante, en medio de la marea de participantes, balanceándose a cada zancada. Temo estar teniendo visiones: hay un dinosaurio entre los corredores. Un t-rex, para ser exactos.
Lo rebaso con esfuerzo. El sauro me mira de reojo y aprieta el paso, sosteniéndose la cabeza que amenaza con caer por su propio peso. Ninguno está dispuesto a dejarse vencer.
El orgullo me muerde los talones. Nunca fui competitivo, pero la visión de esa bestia delante de mí despierta un instinto de caza primitivo. No puede ganarme.
Cruzo la meta medio metro antes y festejo como si hubiera batido un record mundial. En un gesto de caballerosidad deportiva, me giro para estrecharle la mano.
La cabeza del animal ha caído de lado. Dentro del disfraz, una mujer ríe a carcajadas y, al mirar sus ojos, sé que he perdido.

# 216 Carlos Alberto Monteverde Miranda

 

LA PROMESA Y EL RESPETO

Aquel año, la San Silvestre era su promesa, pues ya había corrido treinta y tantas veces. Yo temía que el asfalto nos diera su última lección. Cuando mi abuelo y yo salimos de San Antonio, percibí cómo las baldosas de la ciudad latían bajo sus pies, marcando el ritmo de su corazón cansado.
En Canalejas, lo vi flaquear.
— Sigue, mi niña — me dijo.
Pero mi paso lento por Mirat y Zamora expresó mi amor más profundo. Atravesando la Plaza Mayor, escuché en el aire el eco de cada aplauso que había recibido.
Al pisar el Puente Romano, la niebla del Tormes dibujó su silueta. Lo acompañé, y sentí cómo la memoria detenía a los atletas en Comuneros, que formaron un arco de honor, dos muros de silencio. Cruzamos la meta mientras la sombra de la Catedral se inclinaba sobre nosotros. El respeto, ese día, fue el ganador absoluto en Salamanca.

# 215 JORGE PEREZ DIEZ

 

Treinta años después

No puedo creer que me haya dejado convencer por mi hijo para que en su primer año universitario corramos juntos la San Silvestre en Salamanca.
Después de treinta años sin venir veo todo muy cambiado, cada calle que paso recuerdo aquellas noches, cuando veníamos desde Valladolid para disfrutar esa fiesta salmantina que terminaba a media mañana del día siguiente desayunando en la plaza mayor.
Entonces mirábamos asombrados a los que corrían al amanecer creyendo que estaban locos. Actualmente corro yo, sintiendo que la locura es no hacerlo.
Hace años que cambié los bares por las zapatillas, y he ganado salud y vitalidad para vivir muchos años más.
Cuando cruzo la meta busco a mi hijo que llegó antes, y que me recibe con un fuerte abrazo, mi corazón late fuerte pero me siento en buenas condiciones. Al final, la vida es eso, llegar aunque sea un poco más despacio.

# 214 Wilson Burgos Aroca

 

Entrenamiento

Maryam se ajustó los cordones y pensó en sus dos hijos. El Paseo de San Antonio estaba a reventar y el frío, que le calaba los huesos, contrastaba con el ambiente festivo de los espectadores. Mantuvo un ritmo constante durante los primeros metros, pero fue distrayéndose con lo que la rodeaba: La Alamedilla, la Plaza Mayor, el Puente Romano sobre el Tormes, la Puerta de Zamora y otras joyas arquitectónicas que eran escasas en su país. Luego tendría tiempo para disfrutar de aquellos paisajes y volvió a concentrarse. Tres competidoras iban adelante. Rememoró su pasado y, retomando fuerza, las superó en el Paseo del Rollo.
Arrodillada sobre el asfalto, lloró copiosamente. Huir de los misiles en su natal Palestina le había servido para algo.

# 213 Alberto Moreno Sánchez-Izquierdo

 

Una San Silvestre azarosa

Este año me he apuntado con Elena y los niños, pero han debido poner normas nuevas porque, de todos los atletas que estaban calentando, solo han permitido salir a los que íbamos de rojo, verde, amarillo o azul, y, de esos, solo a los dorsales que comenzaban por cinco.
Quique, el tonto de mi vecino, de amarillo chillón, viene siguiéndonos, pero la meta ya está a la vista. ¡Venga, puede que lleguemos entre los primeros de nuestra categoría!, le digo a Elena.
Después, al ver entrar a Julito, de pronto siento una fuerza extra y doy una, dos…, diez enormes zancadas, como saltos de gigante. ¡Ha sido increíble!, ¡ahora podré quedar entre los primeros de la general!, pienso, sin terminar de creérmelo.
Sin embargo, al mirar atrás, veo al imbécil de Quique comiéndose a mi mujer. Y dando veinte descomunales brincos, para adelantarme y llegar, sonriente, a la meta.

# 211 Edison Celi Celi

 

El Último Kilómetro

La luz invernal de Salamanca era un borrón anaranjado. El asfalto, una cinta sin fin bajo las zapatillas; el aliento, un fantasma blanco. Kilómetro nueve. El cuerpo pedía descanso, pero la voz interior exigía cumplir el desafío: terminar de pie.
No corría por una marca; corría contra su duda. Hacía un año, su pierna era una promesa rota, una cicatriz. Hoy era un motor.

Al girar en la Plaza Mayor, la multitud estalló. Un millar de voces era el empujón final, eran voltios de energía pura. En el rostro de un niño, vio su propia fe reflejada.

Apretó los dientes. El dolor se hizo propósito. Cruzó la meta. No sintió las piernas, pero sí el estallido del logro, ese instante químico. Levanto los brazos al cielo dorado. Había doblegado al miedo. El verdadero triunfo no estaba en la meta, sino en el inicio.

# 210 Simon David Hayde Houston

 

PASO A PASO

Como la vida y la muerte, paso a paso transito la San Silvestre, y es que no pienso en ganar sino en disfrutar por que correr es vivir, y vivir es dejarse llevar por la inspiracion del campo, que me abraza cuando paso a paso, recorro este hermoso habitad natural de belleza inconfundible que ya a cautivado mi corazon; y ya con esto gane un gozo, un placer y un paso a paso por la San Silvestre, que definitivamente a abierto un oasis de esperanza para el corredor profesional o simplemente un nuevo respiro para el novato, el estudiante o al que ama la naturaleza tal como lo es la belleza de la San Silvestre Salmantina, que ha encontrado una pequeña parcelita en el corazon de los que participan.

# 209 María Marta Arocena Martínez de Irujo

 

¡Corre más, que tú puedes!

Escondida, al oeste de la gran meseta, lucimos unas blancas suelas, especiales para saltar hacia el cielo, y poder llegar a nuestras particulares metas. Allí tengo mi vida. Paeando por sus calzadas, con aquellas singulares conversaciones de las amistades de toda mi Universidad, las que tanto hecho de menos en verano. Mirando hacia aquellos adoquines históricos, con toda la profundidad de mi ser, para levantar mis pies con más vocación aún. No hace frío, aunque llueva un poco esta tarde. Los inocentes quedan justo atrás, cuando las calles de esta misteriosa ciudad, desolaban su madrugada, pintando sus portales, aún más todavía. Puedo sentir que hay alguien ahí. Alguien que corría mucho, y que jamás se olvidará de nosotros, sus estudiantes. Así os quiero invitar a una cita; la de mi eterna carrera, la de tu viviente sudor, y la de nuestro azulado cielo.

# 208 María Marta Arocena Martínez de Irujo

 

Rápida y sentida

Escondida, al oeste de la gran meseta, lucimos unas blancas suelas, especiales para saltar hacia el cielo, y poder llegar a nuestras particulares metas. Allí tengo mi vida. Paeando por sus calzadas, con aquellas singulares conversaciones de las amistades de toda mi Universidad, las que tanto hecho de menos en verano. Mirando hacia aquellos adoquines históricos, con toda la profundidad de mi ser, para levantar mis pies con más vocación aún. No hace frío, aunque llueva un poco esta tarde. Los inocentes quedan justo atrás, cuando las calles de esta misteriosa ciudad desolan su madrugada, pintando sus portales, aún más todavía. Puedo sentir que hay alguien ahí. Alguien que corría mucho, y que jamás se olvidará de nosotros, sus estudiantes. Así os quiero invitar a una cita; la de mi eterna carrera, la de tu viviviente sudor, y la de nuestro azulado cielo.

# 207 Ana Suárez Pérez

 

Transformación

Desconoce cómo empezó a correr. O puede que simplemente lo haya olvidado. Tal vez el motivo por el que no lo recuerda es porque ya no está en ese punto, el punto en el que necesitaba escapar, ansiaba salir por patas de una situación que se le había hecho insostenible y donde ya no se reconocía. Dejó esa primera vez atrás porque la han seguido otras muchas. Él, afortunadamente, ya no es el mismo. De la misma forma que cada carrera es diferente, él cambia también cada vez que participa en una. Sabe que lo hace para mejor, alejándose del hombre que fue y aproximándose a lo que siempre tendría que haber sido. Por eso espera cada final de año a la que es su carrera favorita, la San Silvestre, donde, una vez más, deja atrás lo que fue y da la bienvenida a lo que está por venir.

# 206 Lucia Castro

 

San Silvestrina

La tarde de la carrera llega a Salamanca y las luces de la Plaza Mayor se van encendiendo como si se prepararan para la fiesta. Los corredores se juntan, algunos disfrazados, otros nerviosos, pero todos con el mismo deseo: despedir el año corriendo la San Silvestre. Entre ellos está Clara, que nunca había participado. Aprieta los cordones mientras los nervios le recorren por el cuerpo


Cuando suena la salida, el suelo empieza a temblar . El maravilloso bulevar de San francisco Javier espera a los corredores vestido de rojo . La gente anima desde los balcones, y Clara siente que cada aplauso le acerca mas a la meta . El frío se siente , pero la alegría abriga más que cualquier bufanda.


Al cruzar la meta, a Clara no le importaban el tiempo ni el cansancio. Sonríe, porque entendía que no corría para ganar, sino para empezar el nuevo año con ilusión.

# 205 Jesús Calderón García

 

EL BESO

- Quédate el chubasquero.

No llueve desde hace meses. En la calle, cuarenta grados. Retiro su bata y simulo atarle las zapatillas de andar por casa. Es la señal. Se incorpora del sillón, lucha por la verticalidad.

- Hace frío –frota sus extremidades-. Diciembre es así.

Intenta trotar en estático, pero apenas levanta los talones.

- Preparados, listos… ¡ya! – le indico.

Más rápido, más fuerte. Frunce el ceño.

Más rápido. Más fuerte. Los músculos empiezan a reaccionar.

Más rápido. Más fuerte. Fuego en la mirada.

Hago de speaker:

- ¡Tenemos ganador de la San Silvestre salmantina! ¡También subcampeón! ¡Atentos al tercer puesto, final al sprint! ¡Tercer cajón para Nicolás García!

Mi abuelo jadea. Mi abuela sonríe. Le coloca su medalla, corroída con los años junto al avance del alzhéimer. Enhorabuena, Nico. Metal convertido en oro, tras repetir el beso que preside el comedor desde entonces.

# 204 Manuel Alejandro del Rosario Urbin

 

Kilómetro nueve

Mamá, llevas ocho kilómetros diciendo que no te duele.
Yo llevo ocho kilómetros matándome por dentro. Mis piernas quieren salir disparadas. Entrenar para trotar a 7 minutos por kilómetro es una tortura en cámara lenta. Cada zancada contenida me quema.
Delante va la tercera clasificada. Conozco mi cuerpo en la cuesta de Libreros. Podría alcanzarla.
En el kilómetro nueve me dices entre jadeos:
—Sigue, hija. No voy a llegar.
Sé que es verdad. O llegarás. Siempre llegas.
También sé que si te dejo ahora, cruzarás sola esa meta soñada hace tres meses cuando estrenaste las zapatillas en el pasillo de casa a las once de la noche.
Niego con la cabeza.
Tú asientes.
Entonces haces algo que me rompe: aceleras.
Y yo, mamá, te sigo.

# 203 LUCIA MARTINEZ VILLALBA

 

Más que una carrera

No era un día cualquiera, era un domingo lleno de emociones. Abundante alegría, pero también mucha nostalgia por todos aquellos que habían participado en la carrera tantos años, bien corriendo o animando, y esta vez estaba sola. Sus abuelos ya no estaban en este mundo, su hermano viviendo en otro país y sus padres cuidando a un familiar enfermo. Estaba ella, sólo ella.
Empezó a correr, observada por la elegancia y majestuosidad de la ciudad y, en cada paso que daba, se daba cuenta de que estaba muy equivocada.
La carrera convocaba a todos, los presentes y los ausentes, y hacía que fuera una cita especial. Así que, arropada por todos desde el cielo, y en la tierra, consiguió llegar a la meta.
No, evidentemente, no fue un día cualquiera, era la San Silvestre Salmantina, mucho más que una carrera.

# 202 pedro jose cifuentes López

 

Cuenta Atrás

Cuenta atrás por Peter Cifuentes
El frío muerde las orejas y el dorsal cruje; el Tormes respira como un animal quieto.
En el Puente Romano, la piedra me patina un recuerdo: aquel año que me quedé en la orilla.
Plaza Mayor: las luces me pesan en los tobillos; una señora del balcón me regala un “vamos” que huele a caldo.
Me punza el gemelo; un niño me choca la mano y me acomoda la zancada como si enderezara un cuadro torcido.
Las campanas se atragantan de metal; el aire se abre, la calle me cabe.
Bajo el arco, descubro que nadie me espera: yo soy a quien vengo a alcanzar.

# 200 José Gómez Rodríguez

 

Cuando el tiempo ya no importa

La San Silvestre de Salamanca es el acontecimiento que mejor me define y el que ha reunido las experiencias más entrañables de mi vida. Soy feliz entre las piedras doradas de la ciudad que me vio crecer, rodeado de amigos y de una familia a la que logré contagiar la afición por esta carrera que hermana los valores humanos y físicos del deporte con el espíritu navideño.
Justo antes de la salida, me invade una emoción intensa, acrecentada por el gesto entrañable de mis hijas y nietas al levantar sus rostros hacia el cielo. Ignoran que el tiempo y el espacio ya no importan. Solo mi esposa presiente que vuelvo a estar cerca de ellas. Cruzamos las miradas y, desde la acera, me dedica una sonrisa cariñosa que correspondo lanzándole un beso destinado a permanecer en la eternidad.

# 199 MERCEDES ORTEGA NUÑEZ

 

DISFRUTAR



DISFRUTAR

Llega la San Silvestre Salmantina y las calles se llenan de gente, de alegría y vida.

Permítanme presentarme, Soy Tormes, el mastín salmantino, mis dueños se conocieron en esta carrera y este año por primera vez correrán con su hijo, asegurando que esta fiesta se transmita de padres a hijos y sea en el futuro aún más especial de lo que ya es.
Asegurando que todos los que nos visiten disfruten, porque esa es la clave, disfrutar, despreocuparse y mas en estos tiempos donde los humanos se pierden en problemas pasajeros, sobre cosas en las que un perro viejo como yo no se preocupa.
Porque he aprendido con el tiempo que lo importante es vivir el hoy, que es más bonito de lo que parece y esta carrera es una fiesta, un latido compartido que nos recuerda que la vida hay que disfrutarla paso a paso.

# 198 LAURA PEREZ MARTINEZ

 

ALICIA Y LA CARRERA DE LOS MIL SUEÑOS

Alicia despertó aquella mañana en Salamanca, justo el día de la San Silvestre Salmantina. Las calles estaban llenas de corredores disfrazados, y el aire olía a nervios y turrón. De pronto, un Conejo Blanco con dorsal 001 pasó corriendo frente a ella. “¡Llego tarde a la meta!”, gritó. Alicia, curiosa como siempre, lo siguió hasta la Plaza Mayor, donde el suelo parecía transformarse en un tablero de ajedrez.
El Sombrerero Loco repartía dorsales de colores y chocolate caliente a los participantes. La Reina de Corazones, desde el balcón del Ayuntamiento, anunciaba: “¡Que empiece la carrera, o que les corten el ritmo!”. Alicia corrió entre risas, confeti y villancicos, sintiendo que cada kilómetro era una página nueva de su propio cuento.
Al cruzar la meta, el Conejo le guiñó un ojo: “Aquí, quien corre con el corazón, nunca llega tarde”. Y Alicia supo que había ganado algo más que una carrera

# 197 Micaela Correa Dos Santos

 

Último Tramo

Cuando cruzó el puente, ya no sentía las piernas. El frío mordía, el corazón latía torpe, pero la ciudad seguía empujando con su aliento. A un costado, un niño agitaba una bufanda como si fuera una bandera, y ella sonrió, apenas. Pensó en todas las veces que había querido rendirse, en los años que el cuerpo se volvió más pesado y los sueños más cortos.
Pero aquella tarde no corría por marcas ni medallas: corría por lo que aún quedaba en pie dentro de sí.
Alzó la vista y vio el arco de meta. No era una línea de llegada, sino una promesa cumplida. Entró despacio, con lágrimas y risas mezcladas, y por un instante, creyó que corrían todos con ella.

# 196 Rafael Fuentes Pardo

 

Ligero

El hombre del pelo blanco se acercó al contenedor y tiro el álbum de recuerdos. En la siguiente esquina le regaló el bastón y su forma de ver el mundo al primero que pasaba por la calle. Los sueños tuvo que convertirlos en pesadillas para poder librarse de ellos. Las ideas se marcharon solas, en realidad, llevaban media vida queriendo ser ideologías. Suspiró con alivió, se sentía mejor que nunca, como si hubiera perdido cien quilos de lastre. Continuó caminando en dirección sur con las manos en los bolsillos mientras silbaba una balada. Cuando llegó al paseo de San Antonio comenzaba La San Silvestre. Se detuvo y pensó que quizá fuera el momento más oportuno para que un anciano ligero los dejase a todos con la boca abierta, total, solo eran diez quilómetros, en media hora estaría de nuevo caminando hacia el mar.

# 195 MIGUEL PAZ CABANAS

 

REENCUENTRO

Me suscitó una enorme ternura identificarlas, pese al tiempo transcurrido. Pensé en lo que habrían sufrido: el éxodo, las inclemencias, el paso furtivo de los años. Conservaban ese aire modesto y venerable de quien ha sido testigo de muchas cosas. La dependienta me miraba con curiosidad. Era muy joven, llevaba un aro de plata en los labios. Me dirigió una sonrisa deliciosa. No me atreví a decirle que, con las deportivas que acariciaba en ese momento, había corrido mi primera San Silvestre Salmantina, años después de llegar a España. Las mismas con las que había subido al cayuco y que me habían salvado la vida.
Antes de salir, mientras le devolvía la sonrisa, le dije que me gustaba su tienda de segunda mano y que le deseaba éxito y prosperidad.

# 194 Laura Vidal Rodríguez

 

Señales

Señales
Sudado. Aliento entre cortado. Satisfecho. No tenía claro que había soñado. Únicamente recordaba un camino. Había sido intenso.
Estuve una semana despertando de la misma manera. Podría predecir que había estado corriendo en sueños y no había alcanzado la meta. Se podía interpretar de muchas maneras.
Lo tomé como una señal. “Cuando sueñas repetidamente con algo, puede que lo sea”; me dije. Mi abuelo había sido un atleta de los que dejan huella. Quizás me estaba mandando una señal desde allá donde estuviera.
Comencé a salir a correr todos los días después del trabajo. Haciéndolo un hábito agradable y saludable. Llegó el día que vi el anuncio de una carrera y aunque mi propósito inicial no era ese, me apunté para correrla y cambiar el final del sueño, también llamado señal, que me había hecho comenzar; llegar a la meta.
Sentimiento: espectacular, indescriptible…
Seguiré corriendo, seguiré sintiendo
Gracias abuelo.

# 193 Miguel Antonio Gallardo Vázquez

 

Cicatriz

La cinta de meta se arremolinó en torno a su estómago, provocándole un vómito leve antes de desmayarse. Cuando abrió los ojos, la madre hacía el sonido del avión-cuchara rumbo a su boca, mientras acariciaba la cicatriz que le cruzaba la cabeza. Una lavadora alumbrada por un fluorescente indeciso temblaba entre los aplausos del público. Laura Palmer llenaba la pequeña tele de la cocina y los fotógrafos de la prensa salmantina disparaban contra su cuerpo sudoroso e inerte en el asfalto. Los pies cansados del padre entraban por la puerta y la megafonía anunciaba los ganadores de la prueba. Con la cola desencajada, Toby ladró tres veces y la sirena de la ambulancia fue un rumor creciente. Sonó el teléfono y cuando la madre habló con el doctor, el sonido del desfibrilador fue una risa de alivio entre los demás corredores. El tumor había sido extirpado. Ganó su primera carrera.

# 192 Unai Sinde

 

A lo hecho, pecho

Tras una noche acelerada, conseguí finalmente llegar a la estación de tren. Había sido la fiesta de disfraces y aún llevaba puesto mi atuendo de esquiador olímpico, algo raro para un día laborable en Salamanca.
El tren no llegaba. “Joder, me tocará andar hasta casa”-pensé. De camino, me topé con una muchedumbre alterada, que al parecer se preparaba para las olimpiadas. “Vaya. Por fin dejo de dar el cante”.
Me arrimé junto a un grupo de chavalas de mi edad y me propuse hacer la carrera junto a ellas. Lamentable espectáculo el mío, que, tras una noche de cerveza y una tripa revuelta por los continuos botes de la carrera, acabé vomitando cuando el megáfono anunciaba mi llegada a meta. El público, valoró aquél titánico esfuerzo con grandes vítores y efusivos aplausos. Y yo, tirado en el suelo, agradecí aquella muestra de cariño mientras marcaba el 112 en mi teléfono.

# 191 Israel Suárez-Puerta Fernández

 

San Silvestre y otras neurosis deportivas

Cada 31 de diciembre, las deportivas de Ulises y Laura despertaban con ansiedad existencial. No por la carrera, sino por el juicio estético de los tobillos. “¿Y si me combinan con calcetines navideños?”, murmuró la izquierda de Laura, propensa al drama. La derecha de Ulises, más pragmática, se preocupaba por el asfalto: “¿Y si este año lo asfaltaron con cemento emocional?”.

La San Silvestre Salmantina era su pasarela, su red carpet, su momento de gloria. Pero también su prueba de resistencia psicológica. Entre corredores disfrazados de reno y abuelas con ritmo de samba, las deportivas se preguntaban si el ser humano merecía tanta amortiguación.

Cuando cruzaron la meta, exhaustas y cubiertas de confeti, se miraron con complicidad. “Al menos no fuimos Crocs”, dijo la derecha de Ulises. Y brindaron, metafóricamente, con el sudor de sus plantillas, mientras la ciudad celebraba sin saber que sus zapatos tenían más dudas que propósitos.

# 190 Alberto Acebes de la Cruz

 

La carrera siempre espera

Este año no miró la San Silvestre desde la ventana.

El dorsal llevaba su nombre y un número que pesaba más que los kilómetros. La rodilla aún le dolía al subir las escaleras, pero algo dentro insistía: una más.

No corrió para ganar ni para batir marcas personales. Corrió para volver. Para sentir el aire frío en la cara y las calles de Salamanca latiendo bajo sus pasos.

El reloj marcaba tiempos que ya no importaban. Levantó la vista al pasar por la Plaza Mayor: había ganado carreras, reído, llorado… Hoy sólo quería llegar. Recuperar sensaciones. Enamorarse de nuevo de la carrera.

Al llegar al último kilómetro, sonrió a sus compañeros. No competía con ellos, sino consigo mismo. Cruzó la meta con la misma felicidad que la primera vez, y comprendió que, aunque el tiempo pasara, la San Silvestre siempre lo esperaba, como un viejo amigo que nunca olvida.

# 189 JOSÉ LUIS PULIDO CALVO

 

Marisina

El aire frío del Tormes tenía filo. Marisa ajustó los cordones y miró el reloj. “No corras contra nadie, corre para entenderte a ti misma”, le había dicho su abuelo cuando era pequeña. Pero ahora, entre los cuerpos que tiemblan de nervios, no tenía muy claro qué quería entender.
El disparo. Un río de pasos en el Paseo de San Antonio. Las luces de Navidad parpadeaban como señales secretas. Marisa respiraba con furia, con miedo, con fe. A cada zancada, sentía que algo se deshacía detrás de ella: quizá el año que acababa, quizá su antigua vida.
En la última curva, creyó ver a su abuelo entre el público. El mismo abrigo marrón, la misma sonrisa leve. “Vamos”, oyó. Llegó a meta temblando. Nadie la esperaba.
Solo el abrigo, doblado sobre una valla, y una nota húmeda: “Esta vez sí corriste bien, Marisina”.

# 188 MARIA CASTAÑO MARTINEZ

 

La última carrera

A la carrera de San Sivestre se presentó. Tal esfuerzo al recorrido salmantino impuso, que por fin ganó. Pero tanta emoción le invadió, que el corazón de la anciana se paró.

# 187 Rafal Martínez Pérez

 

ENTRENAMIENTO

Llevo seis meses entrenando para la San Silvestre.
Cada mañana a las seis. Llueva o haga frío.
Mi mujer dice que me he vuelto obsesivo.
Que no duermo bien y ya no hablo de otra cosa.
Que me he vuelto raro.
Tiene razón.
Pero ella no sabe lo que vi el año pasado en el kilómetro cinco:
una mujer de pelo rojo, camiseta amarilla.
Me adelantó sonriendo.
Tenía los ojos de mi madre.
Idénticos
Mi madre murió cuando yo tenía 11 años. Han pasado treinta.
La seguí casi tres kilómetros. Intenté alcanzarla. Grité su nombre.
No se giró.
En la meta busqué su dorsal en la lista.
Sin éxito.
Después miré foros, fotos, vídeos.
Nadie con camiseta amarilla. Nadie con ese pelo.
Por eso entreno. Para estar listo. Para poder alcanzarla.
Mi mujer me ha dejado esta semana.
Dice que he perdido la cabeza.
Mañana es la carrera.

# 186 María Teresa

 

SUEÑOS BICUMPLIDOS


Siento que vuelvo a nacer, a recuperar mis sueños. Correr otra vez por estas calles salmantinas, sintiendo el aire atravesar mi cuerpo. Me siento libre; otra vez vuelvo a ser yo. Ya nada me detiene, solo han cambiado las formas de conseguirlo. No es malo necesitar ayuda; todos la necesitamos. Soy uno más entre ellos, no importa nada: edad, etnia, religión, cultura, físico ni género. Me hace feliz compartir este mágico momento, en el que todo es posible gracias a todos. Gracias por permitirme cumplir mi sueño de volver a correr tras mi accidente. Adaptando los últimos 5 km, donde gente como yo, bebés en carros e infantes podemos sentirnos parte de todo. Gracias por acompañarme a cruzar cada meta de mi vida, incluida esta, contigo y mi nuevo traje de asiento con ruedas.

# 185 Mª DEL PILAR PÉREZ TORRES

 

Gregorio veterano H

El día acompaña, sol, público, Gregorio hoy es tu día. Nos ponemos en marcha. Un grupo de chicas corren y hablan a la vez, ¿Cómo lo pueden hacer? -la juventud claro-, son delgadas parecen “bichos palo”, tú Gregorio a lo tuyo. Hace rato dejé atrás la Plaza Mayor, Balmes, Veracruz y comienzo la subida por la avenida de Villamayor y me aplico lo leído en Google, concentración y debió ser esa concentración o los cordones de las zapatillas que me fui al suelo. Llegó la Cruz Roja me miró, me dio una palmada -a seguir campeón- Vuelvo a ver a las chicas “bicho palo” junto a los chicos “Homer”. Queda poco, pero hasta los calcetines empiezan a notar el cansancio, veo la meta, las personas animándome, vamos Gregorio, vamos, vamos…Vamos Gregorio despierta que no llegas a la carrera, hay mucho ambiente y un grupo de “Homers Simpsons”.

# 177 FRANCISCA PÉREZ RAMÍREZ.

 

CARRERA POPULAR.

CARRERA POPULAR
Te ajustas el dorsal pegado a la camiseta térmica. Eres uno más, pero sientes el cosquilleo único del 31 de diciembre. La Plaza Mayor de Salamanca es un torbellino de colores: ves disfraces absurdos, tutús, y gente riendo. Es la locura de la San Silvestre.
Suena el disparo y el frío se olvida. Al principio es esquivar, luego, encontrar tu ritmo. Sientes el aliento de la multitud en la Calle Toro, cada grito de ánimo es un empujón que no esperabas, un regalo.
No corres contra nadie, corres contigo. El valor no está en la velocidad, sino en la constancia, en saber que miles de personas comparten esta misma fatiga y alegría. Cruzas el Puente Romano, la meta está ahí. Levantas los brazos. No importa el tiempo, importa que lo has logrado. Te detienes, jadeante. Saborea el aplauso. Mañana empieza otro ciclo, pero esta victoria es hoy, aquí.

# 176 M. Salvador Muñoz

 

DESORIENTADO

Kaito se enfunda el pantalón y la camisa blanca, se ciñe el fajín rojo y se ata el pañuelo. Por fin va a cumplir su sueño: correr el encierro. El maldito GPS estuvo a punto de arruinarlo. Hay detalles que desconocía, como la inscripción o el dorsal. Asombrado, observa una cantidad ingente de valientes; el cohete —que le parece un disparo— provoca que todos inicien una frenética carrera —nadie quiere ser empitonado—. Corre como uno más; a lo lejos, los morlacos le parecen una manada de vacas disfrazadas. Sin embargo, cree percibir las embestidas e incluso escuchar los bramidos. El miedo espolea sus piernas, que, temerosas, corren a toda velocidad.
Le entregaron un trofeo por llegar primero —no entendía por qué, si fue el cobarde más rápido—. Sin duda, lo hubiera cambiado por una leve cornada, para presumir ante sus amigos.

El próximo año, planea correr la Tomatina.

# 175 Olga Bello Jimenez

 

El Ritual

EL RITUAL

Mi amiga me dijo que el mejor ritual para empezar un año con prosperidad es correr en la San Silvestre. Como la tengo por una mujer sabia, pues aquí me hallo corriendo, el mismísimo 31 de Diciembre, intentando deja atrás un año horrible. Por mi lado pasa un Papa Noel a la velocidad de uno de sus renos mágicos, esfumándose en segundos y, a continuación, una manada de Papa Noeles me alcanza, siguiendo imagino, al escapado.
Hubiese sido ameno correr a su lado, pero no me deslizo como una gacela precisamente. Al rato y surgiendo como un pájaro, me saluda Superman que lleva por capa un mantel de cocina. A punto de ahogarme de la risa estoy con esa estampa, cuando diviso la meta y me doy cuenta de lo divertida que ha sido la carrera. Confirmo que la San Silvestre es un ritual que funciona.

# 174 Horacio Daniel Arce

 

KILÓMETRO CERO

Prendo en mi pecho el dorsal de mi abuelo con un imperdible oxidado. Lo hallé entre sus cosas: San Silvestre del 87, cuando Salamanca aún no sabía que esta carrera se haría tradición.
Arranco despacio. A mi lado corren disfraces, familias, atletas serios. Yo solo pienso en sus piernas de ochenta años subiendo estas cuestas, en su aliento templando el mismo frío.
En el kilómetro cinco me duelen las rodillas. En el siete, el costado. Podría parar, pero detrás del dorsal leo su letra: “Acabé último. Volveré.”
Nunca volvió. El cáncer llegó antes.
Cruzo la meta entre los últimos, como él. Me arranco el dorsal y lo levanto al cielo de diciembre.
El viento lo agita un instante, como si alguien respirara detrás.
Entonces lo entiendo: la promesa se ha cumplido.

# 173 Franco Javier Ramos

 

Para no caer

Para no caer
Correr, gozar, sudar; actividades que al alma llenan de gracia, distraen una mente ocupada y dispersa y la hace remontar vuelo hacia destinos inimaginables. Parado no se va a ningún lado, en cambio el movimiento es sinónimo de vida, anclado en un espacio físico o anclado en una grieta mental; todo lo malo es más malo y salir de allí puede volverse imposible y tristemente adictivo.
Es ampliamente sabido que el ejerció no sólo ayuda al cuerpo, es el motor fundamental para una mente sana, para alejarnos de los malos pensamientos, de las tristezas, de las melancolías y las depresiones (ya sean momentáneas o crónicas)
Ven, quédate sin aliento, desahógate, saca todo lo que contamine tu cuerpo; descubre esta explosión de sensaciones y revitalízate con esta actividad tan esencial que es atletismo.

# 172 Francisco Pellicer Escolar

 

El claro de la libertad

La puerta de hierro que franquea la puerta de salida está cerrada.

Me coloco frente a ella.

Respiro hondo.

Llevo diez años encerrado en la cárcel esperando este día.

La puerta comienza a deslizarse lentamente de un lado para el otro.

Queda completamente abierta.

Al otro lado, me espera el claro de la libertad.

Comienzo a caminar.

A mis espaldas oigo el chasquido de la puerta al cerrarse de nuevo.

Salgo a la calle y comienzo a entrenar mis agarrotados músculos.

Estiro piernas, flexiono rodillas, realizo unas flexiones...

Miro la hora en el reloj.

Tengo que darme prisa para llegar a tiempo.

Apresuro el paso y comienzo a correr al trote.

Llego puntual a la línea de salida y me entregan un dorsal.

Ahora soy un corredor y no un preso.

Lloro de emoción.

Mi sueño de correr en la carrera San Silvestre Salmantina está apunto de cumplirse.

# 171 Bárbara Nater Castaño

 

Último dorsal

Siempre era el primero en llegar. Mientras esperaba en la salida, trazaba el recorrido en su cabeza: calle Libreros, Ancha, el puente. Lo conocía de memoria.

Cada diciembre, el mismo ritual: buscar su dorsal, limpiar las zapatillas y contar los días hasta el 31. La carrera era su forma de medir la vida: él no contaba años, sino San Silvestres corridas. Pero esta vez, el médico fue rotundo. “No más carreras, Mariano”.

Sin embargo hoy, 31 de diciembre, vuelve a ser el primero en llegar. Esta vez no corre, solo camina. Y aún así, la ciudad lo recibe como siempre: los adoquines, las campanas, los gritos, los disfraces. Sonríe aliviado. Una manita se agarra a la suya.

–¿Te acompaño, abuelo? –Mariano asiente–. ¿Y tu dorsal?
–Te está esperando en casa. Ahora es tuyo

# 170 José Francisco Sánchez Lozano

 

Así se espanta el invierno

Al principio fueron los corredores. Luego los niños, los perros, las sombras de los balcones. Las tiendas abrieron sus puertas para que el aire pasara más rápido; las campanas de la Catedral marcaron el ritmo como un corazón de piedra. En la plaza, las palomas levantaron el vuelo siguiendo la dirección del viento humano. Hasta los adoquines parecían empujarse unos a otros, deseosos de avanzar. La ciudad entera corría, desde el Puente Romano hasta el último portal del barrio de San José.
Un anciano, al verlos, apoyó su bastón en el suelo y sonrió. En su sonrisa cabían todos los años que la ciudad aprendió a moverse junta, a no rendirse, a celebrar que seguir vivos también es llegar a la meta.

# 169 Sara Giró

 

En minúsculas

No tengo nombre. Las piedras no solemos tenerlo.
Los humanos insisten en dárnoslo, como si al nombrarnos pudieran poseernos.
Me llamaron talismán, demonio, bonita.
He sido amuleto, arma, testigo.
He visto templos arder, barcos hundirse, amores pudrirse.
Un niño creyó que era el corazón del mundo.
Ellos mueren. Yo permanezco.
Y, sin embargo, los deseo.
Su fragilidad me fascina: corren, aman, prometen, se quiebran.
Celebran la vida como si entendieran el milagro.
Yo los miro desde mi quietud mineral,
envidiando su fugacidad.
A veces sueño con romperme,
volverme polvo, lágrima,
arena entre los pies de alguien que aún no sabe que todo termina.
Ser parte del mundo otra vez,
pero en minúsculas.
Sin peso.
Sin historia.

# 168 Natalia Rodríguez-Maribona González

 

Juntos.

Aquella lesión le había pasado factura. Pruebas médicas y tratamientos interminables le impedían hacer aquello que más le gustaba: correr.

Había empezado imitando a su padre, que cada año entrenaba para los 10 kilómetros en la San Silvestre Salmantina. Correr empezó como un juego infantil y terminó siendo su forma de vida.

Le gustaba compartir su pasión con todos, conocidos o desconocidos.

Seis meses después de que el médico le permitiera volver a correr, Carlos ya se había preparado para la carrera en la que cada año su padre batía récords.

Le quedaban diez metros para la meta. Carlos no participaba solo con la intención de ganar, pero cabe decir que iba en cabeza.

Siete metros.

¡Crac!

La rodilla. Dolía demasiado, pero no quería parar. El corredor que le seguía le colocó el brazo sobre los hombros.

Carlos y su padre cruzaron la meta. Juntos.

# 167 Lara María Cogollos Fernández

 

A SU RITMO

El aire helado de diciembre corta las mejillas, pero nadie se detiene. Salamanca vibra radiante bajo un cielo claro que abraza la ciudad. A su lado, su hija corre por primera vez: pasos ligeros que derraman ilusión y mirada decidida. Él ajusta el ritmo, no por cansancio, sino para acompañarla, y recuerda cuando corría solo, persiguiendo marcas, cronómetros, podios… Hoy solo quiere cruzar esa meta con ella.

Al cruzar el río, bajo la atenta mirada de la Catedral, sienten el murmullo de la ciudad y el ánimo de los espectadores, emociones que juguetean mientras su corazón late con fuerza. Al cruzar la línea final, la niña alza los brazos riendo, y él se siente ganador, no por llegar antes, sino por llegar juntos. Se abrazan y saltan felices, mientras el aplauso de la San Silvestre, venciendo el frío invernal, les premiará con este dorado recuerdo.

# 165 Ariadne

 

Corriendo hacia un nuevo año

El 31 de diciembre de 2025, Salamanca amaneció vibrante, envuelta en un aire festivo que recorría sus calles de piedra. Era el día de la San Silvestre Salmantina, una tradición que unía a corredores, familias y curiosos bajo el mismo propósito: despedir el año con alegría y esfuerzo compartido.

Yo, estudiante de cuarto de la ESO, me había inscrito casi por impulso, sin imaginar lo que sentiría al estar allí. Al comenzar la carrera, el frío me golpeó el rostro, pero pronto fue reemplazado por una emoción cálida, una mezcla de cansancio y entusiasmo. Las risas, los aplausos y las luces reflejadas en el Tormes creaban una escena casi mágica.

Cuando crucé la meta, no me importaron los minutos ni el puesto. Lo importante era estar allí, formando parte de algo más grande que una simple carrera: una despedida luminosa del año y un nuevo comienzo lleno de esperanza.

# 164 Dayamí Pérez Ponce

 

Junto a ti.

Me puse el abrigo azul,aquel que tanto le gustaba en las noches de vino en el patio,me acomodé el cabello en una coleta encrespada, aquella que le acariciaba el rostro cuando me abrazaba .Tomé el aire, cómo si me llevara todo el oxígeno conmigo, apreté los puños y salí a toda velocidad . Cuando crucé la avenida vi su sombra difusa corriendo a mi lado como cada año, cuándo doblé por el callejón recordé su sonrisa mientras me alentaba.Entonces el corazón se me apretó y el alma se me estrujó,pero recordé sus últimas palabras
—Cuándo corras en Salmantina el próximo año,yo estaré a tu lado ,gana por los dos .
Me sequé el sudor y avancé sin mirar atrás .Corrí tan rápido que cuando crucé la meta los gritos de júbilo sonaban como susurros distantes,entonces me detuve, miré a los lados y le sonreí al cielo.

# 163 Sergio García Lobo

 

La esperada San Silvestre

Al llegar cada año el último domingo de diciembre, Salamanca se transforma en una fiesta de color y energía con la San Silvestre Salmantina. Más que una simple carrera, es un homenaje al esfuerzo compartido y a la alegría de despedir el año corriendo por las calles de esta histórica ciudad. Desde los atletas veteranos hasta los debutantes, pasando por los que se disfrazan, todos comparten un mismo objetivo: superarse y disfrutar de despedir el año corriendo.

El sonido de las zancadas en el asfalto acompasa los ánimos del público, desde la Plaza Mayor, hasta la Universidad, pasando por el Puente Romano.

Al cruzar la meta, no importa el tiempo ni la posición, importa la sonrisa, el abrazo a con tu compañero, la sensación de haber vencido al frío charro. La San Silvestre no solo cierra un año, sino que abre la puerta a nuevos sueños y retos por conquistar.

# 162 Lucas Munilla

 

Por encima de mi calavera.

Ay… pobres de aquellos que busquen su suerte a finales de diciembre, frente a la universidad, intentando encontrarme. No les daré el placer de concedérsela allí. Quien me busque este frío día, que se ponga frente a la línea de meta, pues no habrá ojo capaz de pillarme con mis cuatro ancas a toda velocidad. Y, a los rápidos, recordad que tengo una larga lengua que me concede unos centímetros de ventaja.

# 161 Elliot Muñoz Perez

 

CORRER. DISFRUTAR. CELEBRAR.

31 de diciembre.
6:00 AM.
Salamanca.
Dos grados bajo cero.
Niebla.

Alarma. Ducha. Café.
Besos en la frente a Manuela y Nacho.
Envidia sana de la dulce infancia, de la vida sin obligaciones.

Atasco. Claxon. Insultos.
Oficina. Reunión. Bronca.
Más café.
Ordenador. Ordenador. Ordenador.
13:00. Permiso concedido.
Fin de la jornada.
El atisbo de una sonrisa.

Mismo atasco. Diferente actitud.
Portal. Ascensor. Abrazos.
Risas, juegos y más risas.
Platos. Cubiertos. Servilletas.
Almuerzo nutritivo.
Nervios de postre.

Camiseta. Dorsal. Zapatillas.
Gel. Barrita. ¿Plátano?
Puerta. Despedida. Besos.
Deseos y agradecimientos.

Frío. Trote. Nervios.
Portal. Timbre. Baja.
¡Hola, Natalia!
Compañía. Risas. Ilusión.

Calentamiento. Esquina.
Paseo San Antonio.
Gente. Mucha gente.
Alegría. Saludos. Reencuentros.
Muchas más risas.

Cuenta atrás. Nervios. Ilusión.
Temblor en las piernas.
Mirada al cielo.
Va por ti, papá.

Disparo.
Salida.
Emoción.

Disfrutar.
Disfrutar.
Disfrutar.
Y vivir para celebrar, un año más.

# 160 Lara María Cogollos Fernández

 

A SU RITMO

El aire helado de diciembre corta las mejillas, pero nadie se detiene. Salamanca vibra radiante bajo un cielo claro que abraza la ciudad. A su lado, su hija corre por primera vez: pasos ligeros que derraman ilusión y mirada decidida. Él ajusta el ritmo, no por cansancio, sino para acompañarla, y recuerda cuando corría solo, persiguiendo marcas, cronómetros, podios… Hoy solo quiere cruzar esa meta con ella.

Al cruzar el río, bajo la atenta mirada de la Catedral, sienten el murmullo de la ciudad y el ánimo de los espectadores, emociones que juguetean mientras su corazón late con fuerza. Al cruzar la línea final, la niña alza los brazos riendo, y él se siente ganador, no por llegar antes, sino por llegar juntos. Se abrazan y saltan felices, mientras el aplauso de la San Silvestre, venciendo el frío invernal, les premiará con este dorado recuerdo.

# 158 Inés Martinez Dominguez

 

Desfile incorpóreo

Decidió apuntarse a la carrera por petición de una amiga suya. Estaba emocionada; no es que esperase ganar, pero le hacía ilusión participar en algo así.

Tras un rato corriendo, tuvo que desviarse un poco del camino, la vejiga le estaba jugando una mala pasada. Para cuando quiso volver, se tropezó y cayó al suelo, desorientándose. Tras caminar un poco sin saber hacia dónde, vio una masa de gente y pensó que era la carrera. Pero no estaban corriendo. En realidad, ni siquiera andaban, más bien parecía que flotaban. Al acercarse, notó que la temperatura bajaba drásticamente, y sintió que se le escapaba el aire de los pulmones.

Escondida detrás de un árbol vio marchar la macabra procesión, silenciosa y espectral, rumbo al noroeste donde descansar eternamente.

# 157 Yasmin Belaidi Bendada

 

EL DESAPARECIDO


Carlos estaba muy contento de empezar la carrera, pero todavía le queda una semana para empezar, entonces se puso a buscar información sobre gente que la había hecho. Después de mucho tiempo buscando entró a una página un poco rara, en esa página ponía “Mateo Berriz, chico de 22 años desaparecido en la carrera de San silvestre, Salamanca”. A Mateo le pareció bastante raro porque nunca escuchó nada sobre eso ni salió en las noticias, entonces lo dejó pasar.

Quedaban unas horas para empezar la carrera así que preparó todas sus cosas y salió nervioso de casa. Al llegar había poca gente, unas 16 personas y él no dijo nada y empezó la carrera.

2 horas corriendo y para cuando se dio cuenta no había nadie corriendo, se paró miró hacia atrás y un chico alto que iba vestido de negro se lo llevó. Desde entonces no se sabe nada.

# 156 Javier Revilla Cuesta

 

Un día en el reino de la luz

Su oscuridad me persigue cada día. Lastrando mis zapatos por una senda de grisura interminable. De casa a los pliegos de mi negociado. De allí, a la delegación de Hacienda. Los fines de semana, al pueblo de mis padres.
Sin embargo, una vez al año, en la San Silvestre Salmantina, consigo deshacerme de ella. En la aglomeración de corredores que se agolpa en la salida, la mía y la del resto se confunden. Aprovechando el desconcierto, cuando arranca la carrera, salgo disparado, alejándome con todas mis fuerzas.
Entonces sorteo adversarios ansiosos de inmolarse y fauces que vomitan carne cruda y centauros zainos y calaveras enfermas de ceguera y lobos sin conciencia y el ojo de un cíclope llorando arcilla líquida.
Cuando llego a meta, me está esperando. Sin apenas dejarme recuperar el aliento, vuelve a pegarse a mí. Recordándome que todavía tengo que comprar los langostinos de la cena.

# 155 Claudia Gabriela Gómez

 

Correr para sentir

Título: Correr para sentir
Por: Lara Krieger

El corazón me golpeaba el pecho mientras la línea de salida se llenaba de rostros concentrados y sonrisas nerviosas. Nunca había corrido, y cada músculo me pedía detenerme, pero algo me impulsaba a seguir.

Paso a paso, cada zancada era un pequeño triunfo: el aire cortado, los pies sobre el asfalto, el murmullo de la multitud que me hacía sentir parte de algo mayor. Quise rendirme varias veces, recordar excusas, pero recordé las palabras de alguien que me decía: “Lo importante es atreverte, no llegar primero”.

Cuando crucé la meta, último y exhausto, no importaba el cronómetro. Solo la sensación de haberlo logrado, de haberme enfrentado a mí mismo. Al lado, un niño me sonrió; y en ese instante comprendí que todos los que corrieron tenían su propia victoria.

# 154 Nuria Rodríguez Fernández

 

La carrera soñada

Soñé que corría la San Silvestre de Salamanca.
La ciudad entera era un latido: los corredores avanzaban como un río de fuego por la Gran Vía, y yo era uno de ellos. Sentía la fuerza en mis piernas, la respiración acompasada, el suelo respondiendo a cada zancada. Pasé el Puente Romano con la certeza de que las piedras me sostenían, y las catedrales, encendidas, me marcaban el rumbo.
El público aplaudía, y cada aplauso parecía empujarme un poco más lejos, un poco más libre. En la meta levanté los brazos, entre sudor y lágrimas, convencido de haber vencido al tiempo, al cansancio, a mí mismo.
Entonces desperté. La habitación estaba en calma, sólo el eco lejano de las campanas. Bajé la mirada, y mis manos seguían firmes en los aros de la silla de ruedas.
Sonreí. Porque esa noche, al menos en mi sueño, Salamanca me regaló sus piernas.

# 153 MARIA RUTH FRAILE HUERTAS

 

El Papa corredor

Si Constantino levantara la cabeza no creería la afrenta a la que se sometió su entonces obispo de Roma. En pleno siglo IV, disfrazado de cazador, Silvestre partió hacia España y, escondido en un carruaje tirado por caballos, descubrió la bella ciudad Helmántica, la tierra de adivinación.
Nada pudo detenerle tratando de alcanzar la imagen del verraco que en sueños se le aparecía. Recorrió la ciudad entera, desde el empedrado que hoy ocupa el actual Paseo de San Antonio hasta el bello puente romano, pasando por la calle del Pozo, la de San Juan y parte de la actual Plaza Mayor. Corrió y corrió hasta caer exhausto al final del recorrido.
Dicen las lenguas ancianas que todo sucedió un 31 de diciembre y que, desde entonces, el pueblo quiso conmemorar cada final de año la hazaña llevada a cabo por aquel loco incomprendido; San Silvestre Salmantina la llamaron.

# 152 Jorge Rico Jordán

 

El último corredor

El último corredor no tiene dorsal ni zapatillas fluorescentes. Nadie lo ve, pero siempre está ahí, avanzando a su propio ritmo entre los demás.
Corre por senderos invisibles, entre las huellas de aquellos que ya no están. Sus pasos, ligeros pero constantes, levantan el polvo de los siglos, cruzan valles donde solo quedan ecos de huesos y fuego. Mientras los demás luchan por alcanzar la meta, él simplemente sigue su curso, sin prisa, siempre hacia adelante, como si conociera un destino más allá de lo humano.
Al caer el sol, cuando la multitud se disuelve y los vencedores celebran, su carrera aún no ha terminado. Su ritmo persiste, incansable, en busca de algo perdido hace milenios. Quizá la verdadera victoria no esté en el aplauso, sino en la memoria de la tierra Salmantina, que reconoce al único corredor que nunca se detiene.

# 151 MARIO MERINO ORTEGA

 

TU MOTIVO

MARIO MERINO ORTEGA

TU MOTIVO

Todo comienza con el pistoletazo de salida, donde cada participante está centrado en sus objetivos, en esa motivación que le impulsa a seguir.

Martín se concentra escuchando música, dispuesto a demostrar que todo lo que se propone lo consigue. Lleva meses entrenando para este momento.

Ana prometió a su madre participar en todas las carreras que se celebraran en la comunidad. Solían correr juntas y ahora cada zancada le recuerda a ella.

Héctor corre para liberar el dolor que le dejo la ruptura que marco su vida y quiere olvidar. Cada paso le ayuda a recuperarse.

Todos tenemos un motivo para correr, y aunque cada historia es distinta, en esta carrera todos compartimos la misma meta. La San Silvestre Salmantina no es solo una competición: es un compromiso que tenemos con nosotros mismos, una forma de superarnos y demostrar hasta dónde podemos llegar.

# 150 Nuria Rodríguez Fernández

 

La carrera soñada

Soñé que corría la San Silvestre de Salamanca.
La ciudad entera era un latido: los corredores avanzaban como un río de fuego por la Gran Vía, y yo era uno de ellos. Sentía la fuerza en mis piernas, la respiración acompasada, el suelo respondiendo a cada zancada. Pasé el Puente Romano con la certeza de que las piedras me sostenían, y las catedrales, encendidas, me marcaban el rumbo.
El público aplaudía, y cada aplauso parecía empujarme un poco más lejos, un poco más libre. En la meta levanté los brazos, entre sudor y lágrimas, convencido de haber vencido al tiempo, al cansancio, a mí mismo.
Entonces desperté. La habitación estaba en calma, sólo el eco lejano de las campanas. Bajé la mirada, y mis manos seguían firmes en los aros de la silla de ruedas.
Sonreí. Porque esa noche, al menos en mi sueño, Salamanca me regaló sus piernas.

# 149 IRENE HERNANDEZ

 

Pulsaciones y caballería

Samuel participa por honor.

Cada paso en la ruta San Silvestre es una prueba: piedras que impactan rodillas, rostros que animan a los lados, un reloj que alerta pulsaciones. Recuerda inhalar como sabio, exhalar como héroe, para que no haya cansancio sino transformación.

En su mente, es un Quijote moderno que imagina recompensas. Una cuesta se convierte en escenario donde cualquier compañero es un extra sin diálogo. Sus zapatos acolchados resisten. Respira y su reloj vibra. Podría acelerar, pero elige calcular como superar la luz dorada de la curva final.

Al terminar, el sudor baña su reflexión “Fue grandioso, corrí como el protagonista de los mejores 10 Km”. Una antigua novia se acerca al podio porque se encarga de entregar los premios. Después de mucho tiempo, volvió a ser un ganador.

# 148 M. Salvador Muñoz

 

DESORIENTADO

Kaito se enfunda el pantalón y la camisa blanca, se ciñe el fajín rojo y se ata el pañuelo. Por fin va a cumplir su sueño: correr el encierro. El maldito GPS estuvo a punto de arruinarlo. Hay detalles que desconocía, como la inscripción o el dorsal. Asombrado, observa a una multitud de valientes; el cohete —que le parece un disparo— provoca que todos inicien una frenética carrera: nadie quiere ser empitonado. Corre como uno más; a lo lejos, los morlacos le parecen una manada de vacas disfrazadas. Sin embargo, cree percibir las embestidas e incluso escuchar los bramidos. El miedo espolea sus piernas, que, temerosas, corren a toda velocidad.

Le entregaron un trofeo por llegar primero —aunque él no entendía por qué, si había sido el cobarde más rápido—. Sin duda, lo habría cambiado por una leve cornada, solo para presumir ante sus amigos.

# 147 José Arturo Parés Lamas

 

El hombre de la calzada

De pronto pude ver, por entre la gente, un hombre parado al costado de la calle; en su mano un revólver. Nadie dijo o hizo algo, era como si a nadie le importase verlo ahí, de pie, tan tranquilo e impávido, sumido en sus pensamientos, en el que el tiempo avanza lentamente a cada mirada que da a su reloj. Uno a uno caíamos en la incertidumbre de no saber en qué momento dejaría salir un tiro. La ansiedad, el miedo y tantas emociones nos hacían sudar antes de siquiera comenzar a correr; sí, correr lo más rápido posible de él y de cada uno de los que estábamos ahí. Éramos prisioneros del tiempo, de la angustia, del no saber cuánto más podríamos soportar. De pronto todos corrimos. El disparo de aquel revolver había dado inicio a la carrera de SAN SILVESTRE SALMANTINA 2025.

# 146 Emilio Mahugo Serrano

 

Contratiempos

Frio hace, es normal en Salamanca en pleno mes de Diciembre. Pero cuando el sol es generoso la ciudad compite con el paraíso. Caminaba mareando mis pensamientos cuando apareció mi casero con cara de pocos amigos. Quizás porque le debo tres meses. Comencé a correr, torcí una esquina y me vi rodeado de cientos de personas trotando. ¿Tanta gente debe dinero a sus caseros? ¡Sí que está mal la economía! Para mi desgracia pasé por delante de mi exnovia, que al verme se lanzó como una posesa tras de mi. ¡Todavía no me ha olvidado! Para colmo me crucé con mi novia que me traspasó con la mirada. Lo de irme a ver el fútbol con mis amigos no le gustó nada. Agotado, a punto de fallecer, me subieron a un podio y me colgaron una medalla de bronce. Abajo me esperaban los tres. Iba a ser una Nochevieja complicada.

# 144 Modes Lobato Marcos

 

CLIC

Soy un francotirador.
Un lobo solitario al acecho de su presa.
Y escondido entre las sombras, espero mi momento.
Minutos más tarde, mi paciencia obtiene recompensa.
A lo lejos diviso a un corredor. Exhausto, avanza a trompicones.
Entonces cierro mi ojo izquierdo, acerco el derecho a la mira, inspiro profundamente, apunto, disparo y el mundo se detiene.
Misión cumplida.
Mañana la enviaré a la San Silvestre Salmantina.
Concretamente, al concurso fotográfico.

# 143 Miguel Nombela Blázquez

 

El disfraz del año

Eligió ir de reloj: un disfraz completo, con manecillas y esfera.
Los demás iban de superhéroes, de monjas, de alienígenas; pero él marcaba las horas con una exactitud inquietante.
Cuando sonó el disparo de salida, todos corrieron. Él, no.
Avanzó despacio, como si midiera cada zancada.
En la Plaza Mayor, los niños lo aplaudían: “¡Corre, reloj, que llegas tarde!”.
Él sonreía.
Faltaban tres segundos para el año nuevo cuando cruzó la meta.
En el marcador se leía su tiempo: 23:59:57.
Entonces el disfraz se detuvo.
Y la aguja, también.

# 142 Oscar Raúl Barreca

 

A por ello



Acababa de escuchar a un profesor deportivo universitario decir que, si se participa de algo, siempre se gana.

Fueron palabras que terminaron alentando a Pepe, quien se dijo, ya no temo perder, en todo caso.

Con 80 años cumplidos, se propuso correr la próxima edición de la Salmantina, para cumplir la promesa de amor que le hiciera hace 50 años a Carmen, su amada y difunta esposa: Yo por ti, correría la San Sebastián, treparía el Arco del Triunfo y me vestiría para desfilar el Día de La Hispanidad.

Desde ese día. No deja de pensar en que, a su edad, los proyectos deben ser cortos y felices. Y que las promesas deben ser cumplidas.

Antes de ir al ruedo, busco una foto de su extinta. Mirándola con gruesas lagrimas colgando, murmulló; aliéntame, y espérame con los brazos abiertos, seguramente llegaré cansado, pero con el corazón contento.

# 141 Oscar Raúl Barreca

 

A por ello



Acababa de escuchar a un profesor deportivo universitario decir que, si se participa de algo, siempre se gana.

Fueron palabras que terminaron alentando a Pepe, quien se dijo, ya no temo perder, en todo caso.

Con 80 años cumplidos, se propuso correr la próxima edición de la Salmantina, para cumplir la promesa de amor que le hiciera hace 50 años a Carmen, su amada y difunta esposa: Yo por ti, correría la San Sebastián, treparía el Arco del Triunfo y me vestiría para desfilar el Día de La Hispanidad.

Desde ese día. No deja de pensar en que, a su edad, los proyectos deben ser cortos y felices. Y que las promesas deben ser cumplidas.

Antes de ir al ruedo, busco una foto de su extinta. Mirándola con gruesas lagrimas colgando, murmulló; aliéntame, y espérame con los brazos abiertos, seguramente llegaré cansado, pero con el corazón contento.

# 140 María Victoria Muriel Díaz.

 

Química de amor.

Allí está,compitiendo conmigo, toda la vida igual. «Elisa, no puedes», siempre me llama inútil. Según ella intentar lo imposible es el origen del fracaso. Desafiando su autoridad estoy en “ La San Silvestre Salmantina 2025” y ella también .Se pega a mi como una sombra. Me duelen las pierna, me falta el aire; nada importa salvo llegar a la meta. Sus manos me atrapan en el aire…

«Hija, escribe un microrrelato. Lucha y correremos juntas en 2026.»

Nada como la quimioterapia para entender a una madre.

# 139 DANIEL GÓMEZ MORERO

 

ENTRE LAS SOMBRAS DE SAN SILVESTRE

Entre sombras

Cada finales de diciembre la niebla cae sobre Salamanca como un juramento. Los corredores tiemblan en la plaza Mayor, respirando promesas que se deshacen en vapor. Entre ellos, una mujer con dorsal ilegible se ata los cordones con una calma que hiere. Nadie la conoce, aunque algunos juran haberla visto en otra San Silvestre o en otro siglo.
Suena el disparo y corren por calles que resbalan de sombra y piedra vieja, mientras los pasos se confunden con el eco de campanas lejanas. Ella no parece cansarse, avanza sin ruido, esquiva, casi transparente. Unos aseguran haberla visto doblar por la Rúa; otros, cruzar el Puente Romano.
A medianoche las cámaras registran su llegada: la meta vacía, el cronómetro detenido, un dorsal flotando en el aire.
Al día siguiente los periódicos publican la foto y entre la multitud una figura sonríe, la misma, cada año un poco más nítida.

# 136 Fernanda valeria Andriole

 

la carrera de la vida

Era una tarde de primavera mágica, los pájaros cantaban con énfasis y y mi corazón se extasiaba ante la luz del sol que le daba aun mas color a las rosas. Me encontraba sola, me había vestido con la negra angustia durante muchos inviernos…Por eso Intente salir a correr, necesitaba hacer algún deporte, y también dejar atrás muchas cosas. En mi trayecto, se fue sumando gente, donde las historias de vida ocupaban nuestro descanso de minutos. Y así cada día, me aventure a corretear por el mismo lugar, con la misma fuerza y me fui sintiendo diferente, encontré nuevos amigos y ya no dolían las piernas ,ni el alma. Entonces, Comprendí la importancia de la actividad física, que genera encuentro, escucha y que en esa carrera cotidiana la competencia esta con uno mismo, en nunca abandonar la senda aunque el temporal nos persiga.

# 135 Belén Martínez Martinez

 

El runner

Se presentó a la hora requerida. Se situó detrás del resto de participantes, sin decir nada en absoluto. No llevaba dorsal, pero eso era lo de menos. Como única indumentaria, una suerte de taparrabos medio trenzado con algún tipo de material brillante.
Unos sonreían; otros murmuraban entredientes con evidente condescendencia.
Alguien de la organización le preguntó discretamente si figuraba como inscrito y él contestó con un escueto: “pertenezco al futuro”.
La carrera comenzó y el extraño hombre hizo gala de un poderío extraordinario que le llevó a adelantar al resto de participantes y clasificarse en primera posición con una ventaja más que obvia..
Cuando, desconcertados, trataron de acceder hasta él,
simplemente se esfumó en el aire ante el total estupor de los presentes.
Solo un trozo del metal iridiscente cayó al suelo en medio de una niebla densa.
En su análisis, no se pudo identificar la procedencia.

# 134 ANTONIO BELIZÓN REINA

 

ENTRE CARRER Y RELATO

Van a dar el pistoletazo de salida; mientras caliento un poco mis piernas, me pongo a divagar. Siempre me he preguntado qué sería eso de la soledad del corredor de fondo. Supongo que tendrá algún parecido con lo que siente el escritor ante un folio en blanco, miedo escénico.
Me he propuesto que para este año voy a reinventarme para concluir ambas, la carrera y el relato.
Como es la primera maratón que hago en mi vida, supongo que tendré que ir a paso lento; ando algo flojo de remos y la Salmantina es cosa seria.
Mientras hago bulto en el inicio, voy a ir pensando alguna idea que plasmar en el concurso de microrrelatos.
Reconozco que soy de ideas a cámara lenta, mi pluma es limitada. Me daría por satisfecho con pasar el corte. Mucho me temo que me falten las fuerzas para llegar al punto y final.

# 133 Juan Ignacio Abollado Rubio

 

Corre.

El aire helado del Paseo de San Antonio mordía la piel.
—¿Preparada? —preguntó Diego, ajustándose el dorsal.
—Más que nunca —respondió Clara, sonriendo bajo el gorro rojo—. Pero si me adelantas, te quedas sin brindis.
Rieron, y el disparo de salida rompió el murmullo. Corrieron juntos por el Puente Romano, las luces del Tormes temblando bajo sus pies.
—No mires atrás —dijo él.
—Solo si prometes no dejarme atrás tú —replicó ella.
En la Plaza Mayor, el eco de los tambores los envolvía.
—Mira qué bonita está Salamanca —susurró Clara.
—Más tú —contestó Diego, sin aliento.
Cruzaron la meta entre risas y jadeos.
—¿Y ahora? —preguntó ella.
—Ahora empieza otra carrera —dijo él, y la tomó de la mano.

# 132 Florencia Lippo

 

Ser o no ser

Le dijeron tantas veces que si no tenía hijos su vida no tendría sentido que un día, mientras caminaba, simplemente desapareció.

# 131 GLORIA FERNÁNDEZ SÁNCHEZ

 

LA CAJA DE MÚSICA

Aunque no lo sepan, los corredores se afanan en una caja de música giratoria. Las campanas catedralicias los estimulan. En la calle Libreros unos romanos, fantasmales, se unen a ellos desde la Vía de la Plata. Unamuno se asoma con escepticismo. Y desde el Palacio de Monterrey un padre sueña con un convento para su hija, que le ha salido monja.
Aunque no lo intuyan, el azul celeste es solo el barniz de la cubierta. Y sus zancadas no surcan metros, sino milímetros. Pero el esfuerzo común, el orgullo de vencerse y de celebrar el fin de año, entre el oro de piedras milenarias, valen igual.
Y, sobre todo, aunque aún no lo perciban, al llegar a la meta serán mejores y diferentes. Nadie puede correr dos veces la misma Salmantina, grita Heráclito mientras abre la caja. Y el aire frío y libre entra en sus pulmones orgullosos, exhaustos.






# 130 Ester Lorente Peñalva

 

LA MUJER QUE CORRÍA PARA DESPEDIRSE

Nadie supo por qué aquel año se inscribió.
Nunca había corrido; decía que el aire se le escapaba antes de llegar a la esquina. Pero se presentó en la salida con las zapatillas nuevas y un dorsal donde solo ponía un nombre.
Los demás hablaban del ritmo, del frío, de los tiempos. Ella, de aprender a respirar sin temblar. Cada paso era una palabra que no alcanzó a decir, cada curva, una conversación que nunca ocurrió.
En el último kilómetro sintió otra respiración rozando la suya. No miró. Bastó ese pulso duplicado para entender que aún podía seguir.
Cruzó la meta despacio, como quien entrega algo.
El cronómetro marcaba una hora exacta, el aire olía a principio.
Entonces lo comprendió: no corría para llegar, sino para quedarse.

# 129 Victoria Alenda Tomás

 

Yo V.S Yo

Acabo de adelantar a la Lucía de hace dos semanas, esa a la que le dolían las piernas de haber trabajado tanto. También te digo, si no la llego a adelantar, me habría sentido bastante fracasada.

Sin embargo, por la derecha y sin ningún reparo ni conciencia, me adelanta la Lucía de hace cinco días, la que había tenido la suerte de dormir de golpe sin necesidad de melatonina ni somníferos que ayuden a realizar la acción más primaria del ser humano.

A la que, por lo menos, dejo muy atrás es a la Lucía de hace un año, la que tuvo que salirse de la carrera porque no podía más, no podía un solo metro más. Esa Lucía estaría orgullosa de dónde estoy ahora, incluso me atrevo a decir, no se lo creería.

Porque al final en esta carrera no compito contra nadie más, solo contra todas mis versiones.

# 128 José Ramón Alonso Belaustegui

 

Avería noble


La pasada primavera logré hacer ciento cincuenta kilómetros corriendo por Marruecos con la bandera que simboliza la lucha por la independencia del pueblo saharaui. Me detuvieron en Tarfaya. Tres días en los calabozos de El Aaiún hasta ponerme en libertad. Después, entrado el otoño, crucé el estrecho de Gibraltar con un neopreno tuneado con la bandera de España. Veintidós kilómetros náuticos que, a falta de tres, se vieron interrumpidos por una patrullera inglesa. Veinticuatro horas detenido. Pero lo mejor fue cuando decidí irme hasta Gaza en bicicleta con una camiseta de Palestina. De poco sirvió que dijese que rodaba por la paz. Pero no me rendí, y, desde mi celda de la prisión de Megiddo, diseñé mi siguiente plan: correr la San Silvestre Salmantina con una camiseta que representase las banderas israelí y palestina hermanadas.
-Tienes en tu cabeza una avería noble- me dijeron nada más deportarme.

# 127 José Manuel Hernández García

 

EL KILÓMETRO INVISIBLE

En plena subida, las piernas pesan y el aliento falta. El frío se cuela entre los huesos, el corazón late con fuerza, y la meta parece un espejismo. Pero entonces, llegan ellos. La voz de su madre en su primera carrera escolar. La risa de su hija al verlo calzarse las zapatillas. El abrazo de aquel amigo que ya no está. No corre solo, corre con todos ellos.

Cuando el cuerpo dice basta, el alma toma el relevo. Ya no sube una cuesta, asciende por los recuerdos que lo empujan.

El kilómetro que no se ve es el que más se siente. Y aunque no lo parezca, sonríe. Porque sabe que sin ganar ya ha ganado.

# 125 Alejandro Restuccia

 

Ganador

En el kilómetro dos, su estilizada figura se perdió en la multitud anónima . Comencé a correr con energía inusitada consciente de mis alvéolos ,
y sentí el tamboril de mis latidos pujando en mi pecho.
Uno a uno, de a cinco o de a diez, fui rebasando atletas.
Un simpático alimoche me miró como azorado .
No había sudor ni fatiga; todo mi ser era vitalidad extrema.
Aún el gentío encubría su anatomía, pero bien sabía yo que aquella sudadera que había encumbrado sus ojos en el momento de la inscripción , estaría camuflada en un arco iris de indumentarias multicolores.
Seguí ignorando la taquicardia amenazante ,cuando el raudo keniata debió hacerse a un lado en la instancia final.
Abruptamente, se abrieron los postigos y un contundente haz de sol me cegó cuando mi madre trajo el desayuno , antes de la competencia .

# 124 Jorge Ender Urbina Sosa

 

Corre

Todo fue para que ella me viera. Los otros corredores no tenían ese motivo. Ella la noche anterior me había comentado sobre la carrera. Claro que yo era rápido, pero jugando fútbol se hacen pausas. Cómo me iba negar a esos ojitos esmeralda, a esa boquita de melaza, no podía. En las competencias se participa por ego, negocios, yo esa vez lo hice por ella.
Segundos antes de la partida, pensé que iba a hacer. Correr rápido desde el principio o ir entre el pelotón, esperando el cansancio de los rivales. La miré, ella me miraba, nada, salí velozmente. Lideré todo el trayecto por la ventaja inicial. No aguanté, llegué de tercero y me desmayé. Al abrir los ojos, ella me sonrió.
Desde esa carrera, ella sigue a mi lado sonriendo. Ahora, corro sin apuros, para no desmayarme de nuevo. Ella es mi meta y mi premio.

# 123 Esteve Castells Calpe

 

Última zancada

El frío de la tarde envuelve Salamanca mientras miles de corredores toman la salida de la San Silvestre Salmantina. Entre ellos, Ana siente el peso de todo un año en las piernas y el impulso de una meta soñada. Corre entre disfraces y sonrisas, escuchando los ánimos de la multitud, el sonido de las zapatillas sobre la calle empedrada y las campanas de la Catedral. Cuando llega la cuesta final, recuerda por qué está allí: por su padre, que siempre soñó con cruzar esa meta y ahora la observa desde algún lugar del recuerdo. Con la última zancada, Ana alza los brazos, siente el aire helado en el rostro y entiende que más allá de la competición, la San Silvestre es un abrazo colectivo, un acto de amor por la ciudad y por quienes nos acompañan en la memoria.

# 122 Saric Diaz

 

LASTRE

Yo corría convencido de que el cuerpo puede olvidar lo que el alma no quiere soltar.
Cada paso que daba parecía el mismo. La gente aplaudía, gritaba mi nombre, pero nadie sabía que lo que realmente me dolía, no eran las piernas, sino el alma.
Yo corría, sí, pero no para cruzar la meta.
Corría para ver si el viento me arrancaba la tristeza, para ver si el sudor me limpiaba el alma.
Dicen que correr es soltar, liberarse de aquello que pesa y a la vez duele, pero yo solo sentía que algo me seguía —algo que tenía mi nombre, mi tristeza y mis ganas rotas.
Entendí que uno no huye del dolor:
solo cambia la forma en que lo carga.
A veces en las piernas, a veces en el pecho, y casi siempre en silencio.

# 121 Francisco Javier Alameda Barrasa

 

El soñador

Hacía un frío típicamente charro. Pero ahí estaba yo. Esperando la salida en el Paseo de San Antonio. Empecé a subir con buen ritmo por el Paseo de Canalejas, pero al llegar a la Plaza de España noté que me ahogaba. Hice una breve pausa y seguí. Al alcanzar la Plaza Mayor, sentí un subidón. Venga, ya queda menos. El tramo por el Puente Romano, con el relente del Tormes, se me hizo durísimo. Al pasar por la Avenida de los Comuneros, supe que podía conseguirlo. Finalmente, bajé llorando por el Paseo del Rollo hasta la meta. Cuando me desperté, estaba en mi cama. A mis noventa años, me hubiera gustado participar en la carrera de veteranos, pero mi salud me lo imposibilitaba. Eso sí, nada me impedía imaginarme cómo habría hecho todo el recorrido. Y ahí era todo un campeón. A soñador, nadie me ganaba.

# 120 María Jesús Campos Aparicio

 

Motivo recurrente.

–Papá –preguntó mientras tiraba de su chaqueta–, ¿qué están haciendo?
El padre vio que señalaba a los corredores que subían por la Calle Compañía.
–Correr.
–¿Por qué?
Fingió dudar unos segundos y contestó:
–¿Por qué crees que querrían correr, cariño?
El niño permaneció en silencio. Había estado preparado para una respuesta sencilla que volvería a rebatir con la misma duda, pero no para que le devolviera la pregunta. Observó a los corredores, escuchó las pisadas y los gritos de ánimo por parte de los espectadores, y miró a su padre de nuevo.
–No lo sé.
El padre no pudo hacer otra cosa que sonreír.
–Yo tampoco. Quizá cada uno tiene su propio motivo. Hay quienes llevan años haciéndolo, otros acaban de empezar a correr... tal vez todos lo hacen por diversión, ¿no crees?
El niño sonrió y volvió su atención a la carrera.

# 119 Esteve Castells Calpe

 

La última zancada del año

La noche del 31 de diciembre, las calles de Salamanca se llenan de risas y
abrigos rojos. Mientras los turistas fotografían los vitrales iluminados de la Catedral, un grupo de corredores se reúne en la plaza. Entre ellos está Marta, que ha entrenado cada mañana antes del amanecer. Siente frío en las manos, pero la calidez en el pecho no es solo por la bufanda. Cuando el disparo de salida resuena, recuerda a su abuelo, quien la llevó de niña a ver la San Silvestre. Cada zancada atraviesa puentes y callejones, acompañada de aplausos y campanas.
Al alcanzar la meta, sabe que este gesto no es competir, sino despedir el año
con un abrazo colectivo. Bebe chocolate caliente, ve fuegos artificiales
reflejarse en el río, y entiende que correr es celebrar que seguimos aquí,
juntos.

# 118 Mihaela Palimariu

 

Desde tan lejos

He tardado años en volver a oír el sonido de unas zapatillas golpeando el suelo.

Años de silencio, de pasos imaginarios.

Hoy, Salamanca me recibe como si nunca me hubiera ido: las catedrales brillan, el Tormes respira conmigo, y la Plaza Mayor parece guardar un hueco solo para mí.

No corro para ganar. Corro porque estoy viva. Por los días en que solo podía mirar por la ventana, por los que me ayudaron a creer cuando yo no podía. Por todas aquellas piedras de mi camino que fui sorteando hasta convertirlas en los peldaños que hoy me traen hasta aquí.

Cada kilómetro es una victoria secreta. Cada zancada, una reconciliación.

No sé si llegaré rápido, pero llegaré. Porque lo que he recorrido no está en el cronómetro, sino en los años que me trajeron hasta aquí.

Desde tan lejos.

Y por fin, conmigo.

# 117 Alberto Calles Herrera

 

La bufanda

Salamanca tiembla: Plaza Mayor encendida, catedrales respirando frío, el Tormes como un espejo que corre a nuestro lado. En la salida me ato la bufanda que tejió mi madre para la primera San Silvestre Salmantina. Este año ya no está.. abriga más del recuerdo que del frío. Cruzo el Puente Romano, y el eco de sus pasos me acompaña entre los adoquines. Falta un kilómetro. Me desato la bufanda, la alzo. El viento la convierte en bandera y siento su risa mezclarse con los aplausos. Entramos juntos. La coloco sobre mi pecho y el speaker dice solo mis apellidos. Yo completo en silencio los suyos. No vine a ganar segundos: vine a recordar uno, el de mi madre abrazándome en aquella primera meta, cuando el invierno no era despedida, sino promesa de volver a correr juntos.

# 116 David Naranjo Paniagua

 

LO QUE SUSURRA DICIEMBRE

El corazón golpea como un tambor bajo el cielo de diciembre.
No corro por el podio, corro por ella.
Por mamá, que me enseñó a resistir cuando el aire quema.
Su voz se ha ido, pero el eco sigue: invisible, obstinado.
Las piernas piden rendición, el alma, un milagro.
El reloj sangra los últimos segundos del año.
Levanto la mirada.
Cruzo.
El viento me envuelve, suave, maternal.
Y en ese instante lo entiendo: no corro para llegar. Corro para volver a escucharla.

# 115 Ángela García

 

Supersticiones de Diciembre

Es el diciembre más gélido de los últimos años. Los pocos valientes que este año se han colocado el dorsal están aún lejos de mi pequeño oasis entre mantas y abrigos. Mientras espero el paso de los corredores el vaho que sale por mi boca dibuja diversas figuras movido por el aire: una liebre, una gacela, una paloma. Escondo todos estos seres entre mis manos cuando comprimo mis labios contra los pulgares. La ilusión me hace creer que, si los atrapo durante suficiente rato, calentarán con sus cuerpos mis dedos. El rítmico sonido de las zapatillas contra el asfalto me saca de mis pensamientos. Se acercan los primeros atletas. Me olvido de mis pequeñas criaturas aéreas y las libero al irrumpir en aplausos. No necesito ya de su calor. La energía frenética que recorre mi cuerpo me atempera. Mis espectros flotan al fin por el aire, libres de mis supersticiones.

# 114 Mar González Doménech

 

El Pollo de la cocina.

El huevo me miraba resignado, hacía todo lo posible para verme contenta: me hacía guiños, saltaba encima del estropajo como si fuera una cama elástica, rodaba por la encimera creyendo que estaba en una pista de hielo; un sinfín de piruetas para verme sonreír.

Sentí una extraña felicidad al recordar las tortillas de mi abuela: un arsenal de cáscaras de huevo en el “pollo de la cocina” -como se decía en su pueblo- con artrosis incluida y como una malabarista de éxito, cogía la sartén por el mango, peso de halterofilia y sin más le daba la vuelta a la tortilla.

El huevo y yo, nos miramos. Le sonreí y le dije: ¿Probamos?
Él sin más se desnudó y se tiró a la sartén imaginando que era un campeón de natación olímpica.
Disfruté de ese desayuno como una niña y la nieta que fui.

# 113 MIGUEL FLORES PINTADO

 

La cuesta

Cuando encaraba los cedros de San Francisco, presintió el final de la agonía.
Todo indicaba que había vuelto a ganarse el turrón de la Nochevieja.
Ya no pensaba en el enclenque que lo adelantó en la rotonda de Zamora.
Ni en los borrachos, corriendo con aquellos ridículos sombreros rojos calados hasta las cejas.
Pensaba en papá, enterrado en julio.
En el colesterol de Carmen y su negativa a hacer ejercicio.
En la niña, que salió lista.
En como pagaría la universidad ahora que sacó nota para entrar en una facultad madrileña.
Pensó en el nuevo jefe.
En si no terminaría en la calle y con cincuenta.
O en si sería capaz de acabar esa novela, mil veces concebida, nunca escrita.
Pensó en que, durante los doce meses pasados, se había ganado esos turrones.
Y que con los doce venideros, cuatro kilómetros, bajo cero y cuesta arriba, eran solo un aperitivo.

# 112 Chiara Rodríguez Barbero

 

¡No huyo, estoy corriendo!

El eterno dorado seco que se extendía bajo mis ojos, el sabor de las obleas con helado que preparaba abuela y todo su ganado dibujando formas en el horizonte. Así eran los veranos, cuya banda sonora eran las risas de toda mi familia y el chapotear en el agua de la charca con mis primos. Es el aroma, el color y el tacto de mi infancia. Todos estábamos contentos. Hoy aprieto el nudo de mis zapatillas de atleta aficionada con algo de rabia. Beso la foto que enmarca la antigua finca de mis difuntos abuelos y me repito que este año correré la San Silvestre Salmantina en honor a lo que devoraron las llamas.

# 111 RAFAEL CURIEL FERNÁNDEZ

 

ANSIEDAD

Como buen "charro" llegué a la ciudad a primeros de septiembre. Yo estaba viviendo en Paris, el ingenioso trabajo me había arrastrado hasta allí, pero siempre tenía en mi cabeza dos fechas en las que, sí o sí, tenía que estar en mi inolvidable tierra.
La proximidad del fin del verano me imbuía la nostalgia de la fiesta charra. Septiembre era tradicionalmente mi mes de vacaciones y le sacaba todo el jugo posible a sus días.
Septiembre pasó tan rápido que enseguida noté la ansiedad que se apoderaba de mi cuerpo pensando en la San Silvestre.
Todos los años soñaba con alcanzar la meta al menos entre los diez primeros y en este año además iba a hacer la carrera junto a mi hermana Mayte.
Cuando sonó la señal del comienzo, mi hermana y yo nos cogimos de la mano y miramos al cielo dedicando una sonrisa a nuestros padres.

# 110 Marta Hererro García

 

CARROS DE FUEGO

Extiendo el cable del altavoz hasta la puerta del balcón, abierto para todos, y listo para la carrera, como en los últimos años.
- ¡Ya le veo subir por Canalejas, dale al play! - grita nerviosa la amiga de mi madre.
Y con las primeras notas arrancan los aplausos al paso de los participantes.
Vuelvo a sentir la emoción y los nervios por un corredor, y por una carrera ya familiar gracias a ese mirador.
Ahora el balcón ya no se abre, y veo la carrera desde la acera, con la melodía en mis cascos.

# 109 MARÍA SEGIA MARTÍN GONZÁLEZ

 

IN MEMORIAM

Cada año, ella recoge el dorsal de su hijo, aunque él ya no está. Murió hace seis años en un accidente estúpido. Tenía veintisiete y no se perdía una San Silvestre. Decía que esa carrera no dejaba a nadie atrás. Ella no corre, pero sigue yendo a recoger su dorsal. Lo besa y lo guarda en un cajón. Le consuela. Este año, la muchacha del mostrador le preguntó si iba a correr. Ella dijo que no, que ya era muy mayor, que si la reuma, que si las rodillas... Pero, al llegar a casa, se calzó unas zapatillas, unas viejas de estar por casa, y salió. No miró el reloj, no cogió el móvil, ni siquiera la bufanda. Bajó el bordillo con respeto, como quien hace una ofrenda, y empezó a caminar. Primero dos calles, luego tres… Y cuando sintió el viento en la cara, se dijo: “Venga, una más”.

# 108 Bernardina Gómez San Pedro

 

Mi madre, corredora de fondo

Mi madre se pasó la vida corriendo. A la cinco de la mañana bajaba a ordeñar las vacas. Subía las escaleras con su pata coja y nos calentaba la ropa y preparaba los desayunos. Después corriendo al autobús para ir a clase y luego ella a trabajar al bar…hacia las once de la noche se metía en la cama, agotada me imagino. Gracias a ella yo pude tener una carrera universitaria.
¡Qué pena que ella nunca tuvo reconocimiento ni un premio a tanto esfuerzo!
Si gano esta carrera literaria le regalaré un sueño.

# 106 Rosario Bernal Miguel

 

ESTE AÑO SI

Este año sí, este año corro.

Ya estoy inscrito. Es una palabra complicada para mí, pero al final he conseguido pronunciarla. Llevo tres años entrenando. El año pasado y el anterior no me dejaron apuntarme. Ahora sí, ahora les he demostrado que puedo correr como cualquiera. He practicado mucho. Les enseñaré de lo que soy capaz. Ya sé que no voy a ganar. Seguramente llegaré de los últimos, incluso puede que sea el último. Pero llegaré, sé que llegaré. Mi discapacidad no me lo va a impedir. Correré por todos mis compañeros. Por los que pueden correr y por los que no.

# 105 Daniela Cabrera Correa

 

Otro año más

Hacía frío aquel fin de año. Lucía vestía las mallas, camiseta y medias térmicas, y encima el dorsal con el número 334. Iba a disfrutar de su actividad favorita, como todos los años. De pronto, le pareció verlo con el rabillo del ojo. “¿Sería él?”, pensó. Volvió a recorrer con la mirada la multitud que se apelotonaba en la casilla de salida y, de repente, lo vio. El muchacho del dorsal 124. De pronto, se escuchó el sonido que anunciaba el inicio de la carrera. Lucía comenzó a correr y decidió seguirlo. En la Glorieta de los Milagros, el muchacho se giró un segundo. Era él. Y lo tenía tan cerca que casi lo podía tocar. Alargó el brazo, pero justo en el momento en que lo tocó, la mano de Lucía se volvió translúcida y atravesó al muchacho, que siguió corriendo, como si nada hubiera pasado.

# 103 MARIA VAREA RAMON

 

SABIENDO QUE VOLVEREMOS

SABIENDO QUE VOLVEREMOS
Mateo sonríe en la línea de salida. Sus amigos, igual que él, ríen y se mueven nerviosos enseñándose el dorsal unos a otros. Los entrenamientos de los sábados por la mañana para venir preparados y el viaje desde nuestra ciudad han valido la pena. Como padres, la satisfacción de que hayan aprendido a seguir corriendo, aunque estén cansados, empujándoles la compañía de sus amigos a través de las calles de la capital Salmantina, es el mejor premio que nos hemos podido llevar. Esta carrera no es solo correr entre edificios con historias que se cuentan solas y calles que han sido pisadas por personajes históricos, algo de lo que también les hemos hablado en las barbacoas tras los entrenamientos. Esta carrera les ha hecho crecer por dentro. Agradecidos retornamos a nuestra ciudad sabiendo que volveremos.

# 102 Rubén Moratalla Mayo

 

Suelas quitando lastres

Corrí por todas las veces que me lo impidieron. Por las veces que me ofrecieron ser libre solo como ellos querían que lo fuera.
Aquel día me había solapado el dorsal al pecho un rato antes de salir de casa, cuando normalmente lo hacía pocos metros antes de la salida. Sin ser consciente, ese día empecé a mirar más por la cantidad de veces que me había fallado a mí mismo que por las que había fallado a los demás.
Salamanca no fue más que un lugar, como podría haber sido cualquier otro, pero fue donde empecé a creer en mí mismo mientras mis suelas dejaban atrás lo que ellas querían, sin exigirme nada a cambio. No me retiré el dorsal al terminar, como solía hacer, sino al volver a casa, quizá prolongando la sensación de estar cada vez más cerca de recuperar mi vida.

# 101 Ángel Saiz Mora

 

Hepafobia

Temía que el miedo irracional al contacto me impidiese iniciar siquiera lo que tenía previsto. Sentí la primera palmada como una pequeña descarga eléctrica, pero las manitas entusiastas de sucesivos niños, rebosantes de sana energía, terminaron por chocar con las mías de manera natural y fluida a lo largo del recorrido de la San Silvestre Salmantina. No me importó ralentizar el ritmo.
Llegué a la meta del Paseo de San Antonio con una sonrisa y la satisfacción del objetivo cumplido. Fue un alivio no percibir con ansiedad, por primera vez, la cercanía de otra Nochevieja y Año Nuevo con mi cuñado, buena persona, pero efusivo y vehemente. Tras la terapia, deportiva, física y psicológica, toda la familia se sorprendió al observar que ya no me estremecía si me rozaba el brazo, cuando pasó el suyo por mis hombros, o al propinarme empujones amistosos para dar énfasis a sus palabras.

# 100 Joaquín Iborra Mateo

 

Lázaro

Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, he de relatarles a ustedes, si bien con muy pocas palabras, asunto difícil, tratándose de mi loca carrera. Es lo cierto que dormía y que me vi perseguido por uno de mis amos, el ciego, que a orillas del Tormes es bien conocido. Hui de él como alma que lleva el diablo y me sorprendieron las grandes zancadas del tipejo, pues me reclamaba algo que, según él, yo le había robado. Más aún que esta carrera me asombró el descubrirme a mí y a mi perseguidor en medio de una muchedumbre que también corría, vestida con prendas ligeras y de extrañísimos colores. Las doradas piedras de Salamanca me vieron en esta pesadilla adelantar a aquella multitud en retirada y llegar primero a un lugar absurdo donde me recibió con vítores el gentío.

# 99 Ana Isabel Velasco Ortiz

 

AIRE

Viene a verme cada tarde. Tomamos café, charlamos. Luego, pregunta si necesito algo y se despide con un beso cálido, profundo.
De un tiempo a esta parte, persiste en el empeño que, he rechazado con ahínco pero, a fuerza de insistir, he terminado por aceptar la propuesta.
Hoy es el día. La carrera empieza. Siento miedo, tiemblo, pienso que el recorrido es infinito… un pie, otro pie… y, para mayor sorpresa, en cada paso, el aire me llega a los pulmones. La angustia se desvanece. Alcanzo la meta y tengo ganas de gritar que he vencido el mal que me aqueja.
Él sonríe y se aleja y, al fin, acepto que le perdí, que aquel accidente maldito se lo llevó y, decido unirme a esa carrera que es la vida y que, durante ¡tantos años! solo he contemplado tras la ventana de mi hogar

# 98 Esther Claravalls

 

40 Años de Silencio Compartido

Cuarenta San Silvestres. Cuarenta despedidas de año entre la multitud que desborda la Plaza Mayor. Esta será mi última, lo sé. Mis rodillas ya no perdonan y el médico fue claro. Pero, ¿dónde está ese rostro conocido, esa presencia anual que nunca necesitó nombre?
La masa humana se mueve y Salamanca desfila ante mí: calles transformadas, escaparates que ya no existen, piedras doradas testigos de tres décadas. Mi desgastado cuerpo protesta en cada zancada y echo de menos a mi anónimo compañero, su gesto de ánimo, su sonrisa cómplice. Cuarenta años juntos sin cruzar una palabra y su vacío me pesa más que el cansancio.
¡Ahí está!, entre el público, en su silla de ruedas con el dorsal del año pasado colgado del abrigo.
Me detengo frente a él y nuestras miradas hablan.
—Siempre juntos —le susurro mientras empujo su silla hacia la meta, cerrando cuarenta años de silencio compartido.

# 97 Leticia Fasano

 

DESPEDIDA


Diez años después de cruzar esa puerta por primera vez, todavía me quedaba la sensación
agridulce de la despedida que se aproximaba.
Había subido tantas veces esas escaleras, para adentrarme hacia el balcón, y observar esas
arcadas hermosas sobre las que caía el atardecer.
Hoy, la última vez.
Me senté en el piso y observé todo el vacío a mi alrededor. Ya no estaban los Stones
acompañándome; todo parecía no ser mío.
Sin embargo, esa casa tenía todos mis recuerdos.
Lágrimas y dolor.
Pero también acobijaba la felicidad de saber que, cuando entraste por esa puerta hace 5 años,
TODO había cambiado por completo.
Entonces entendí.
Haber cruzado el océano, había sido la mejor apuesta que pude hacer en mi vida.
Vos estabas en ella.
Con lágrimas en mis ojos, suspiré por última vez. Sonreí. Cerré las ventanas. Dije adiós.
Nuestra despedida fue un dolor dulce, con sabor a realidad.

# 96 Karola Álvarez Pesántez

 

El último tono del rojo


Aquel precioso rubí, no era más espléndido que la pelirroja que lo portaba y, envalentonado por ese par de camparis, se lo arranché y me di a la fuga confundiéndome con los corredores de la carrera atlética. Campeoné. Recordé entonces al abuelo, que tantas veces se privó de comer por llenarme la panza de manera honesta.
“Campeón, campeón” —gritaba la gente, mas mi corazón gritaba: “Ladrón, ladrón”—. Busqué, entonces, a la muchacha del cabello bermejo para devolverle la piedra escarlata. “Tendré que devolver el dinero también” —concluí con tristeza.
—¡Hey, chica! Este rubí es tuyo. Jamás olvidaría un rostro tan hermoso. Perdona, es que necesito el dinero. No me denuncies, por favor —imploré mientras me perdía en sus labios sanguíneos.
—No es un rubí, tontuelo, es un pedazo de vidrio rojo. Mi abuelo me hizo un collar con él. ¿Tomas un vino tinto conmigo?

# 95 Salvador Marín Villarrubia

 

El premio

Barry despertó radiante. —Va a ser un gran día —pensó mientras se levantaba. Se puso el dorsal. Salió a correr la San Silvestre Salmantina.

En la salida de la carrera, sentía en todo su cuerpo como si fuera Flash. No solo iba a ganar, sino que iba a batir el récord. Corrió a un ritmo acelerado, adelantando a todos.

A mitad del recorrido, junto al Palacio de Monterrey, empezó a ver todo alrededor de color gris.—¡No, no, ahora no… otra vez no!—

De repente, las zancadas pesaban un montón. Las chispas se apagaron.—¿Qué sentido tenía todo eso?— Su corazón ya no latía con euforia, sino con desesperanza. Quería parar, acostarse y desaparecer.

Cruzó la meta sin levantar los brazos. Ya no importaba el tiempo ni el puesto. Mientras se secaba el sudor frío, una voz interior le susurró: —Lo terminaste, aunque quisiste rendirte—.

Esa era su premio.

# 94 CARMEN RUIZ RUIZ

 

TRÁNSITO CUÁNTICO

Los atletas permanecían hieráticos en la línea de salida observando ensimismados el extenso páramo que iban a recorrer. El aire permanecía estático, no se movía ni una brizna de rastrojo, costaba respirar. Un extraño presagio se cernía sobre la inminente prueba. Corrieron desganados, apáticos, indolentes, hasta alcanzar la Trinchera del Ferrocarril. Allí, el sol se ocultó repentinamente, las nubes cubrieron el desfiladero y un viento frío y seco sacudió a los participantes. Al aproximarse a la meta, todos ofrecían un aspecto desconcertado como de haber vivido una experiencia insólita. Ignoraban cómo ni de qué manera habían sido capaces de concluir un Cross que comenzó el primer domingo de febrero en Atapuerca y acabó en la plaza Mayor de Salamanca el 29 de diciembre del 2025.

# 93 Natalia Cosío del Río

 

Paco y sus Asics

Ese día Paco no estaba de humor. Había tenido un día horrible, las reuniones no acababan nunca. Al salir de la oficina estuvo en un atasco larguísimo. Y al llegar a su casa, estaba su hijo adolescente mirando tiktok y escuchando esa barruntada de música que detestaba, el lavavajillas sin poner, los platos sin colocar … Tenía que hacer ejercicio según el médico; y por eso ahora salía a correr. El objetivo: la San Silvestre Salmantina. ¿Lo conseguiría? No lo sabe. Hoy no le apetecía salir a entrenar, pero odió tanto su casa en ese momento que calzó sus “Asics”, sus “Airpods” y a la calle. En medio de la caminata aparecía la Catedral de fondo, y pensó en que habían construido tal monumento sin hacer llamadas por “Teams Meeting”, sin Scrum, sin metodología Agile. Solo con un propósito más allá. Siguió corriendo esta vez sin auriculares, oyendo su espíritu.

# 92 Nicolás Cabrera García

 

El relevo

Cuando era muchacho, corría junto a mi padre.
Él me decía, entre risas:
—¿Te quedó grande la San Silvestre?
Cansado, le respondía:
—Esta vez es mía. Adelántate, que te alcanzo.
Pero me equivoqué: ganó él, mi padre, tu abuelo.
Porque el secreto no está en correr solo,
sino en correr juntos,
mano a mano, paso a paso.
Hoy corro contigo, hijo,
y en cada latido sé que la victoria espera
a quienes no corren por sí mismos,
sino por el vínculo que los une.
—¿Entonces, papá?
¿La victoria será tuya? ¿Y yo la ganaré
cuando, al fin, sea padre y corra junto a mi hijo?
—A procrear se ha dicho —respondió,
con esa sonrisa cómplice que solo entiende el tiempo—,
y seguimos corriendo,
hacia el mismo horizonte.

# 91 Juan Molina Guerra

 

CARRERA DE OBSTÁCULOS

Llevaba varios años corriendo la San Silvestre salmantina, y, hasta ahora, todo había sido correr y disfrutar. Mis amigos y familiares se distribuían por las calles de la ciudad y me animaban al pasar. ¡Animo, Federico!, me gritaban y aplaudían, y yo procuraba superarme y bajar mi tiempo en cada cita anual. Pero este año quizás iba a ser distinto, porque no tenía muy claro qué iba a ocurrir cuando dijera, al inscribirme, que mi nombre era Valeria. ¿Supondría eso un obstáculo?

# 90 Maiorga Santibáñez Aguilar

 

El dorsal 307

La víspera, dobló con cuidado su camiseta y colocó el dorsal 307 encima, como cada año. La dejó en la silla del salón, frente a la ventana.

A la mañana siguiente, salió solo.

No corrió rápido, tampoco lento. Fue al ritmo de siempre, como si ella aún marcara el paso con esa forma tan suya de reír entre jadeos. Pasó por el puente, el giro del paseo, la curva donde siempre se picaban con el del gorro navideño.

Cuando cruzó la meta, sintió que no terminaba la carrera, sino el año.

Después, en casa, colgó su medalla junto a las demás. Y le habló en voz baja, como si pudiera oírle:

—Otro diciembre, ¿eh? He llegado.

# 89 Alba Díaz López

 

La Última Zancada del Año

Las calles de Salamanca brillaban bajo el frío de diciembre. Miles de corredores, disfrazados y sonrientes, aguardaban la salida frente a la majestuosa Plaza Mayor. Entre ellos, Clara ajustó sus zapatillas con el corazón latiendo rápido; no corría por ganar, sino por cerrar un año difícil. Al sonar el disparo, las luces, los vítores y el eco de las campanas la impulsaron. A cada paso dejaba atrás el cansancio, el miedo y las dudas. Al cruzar la meta, el aire helado se volvió cálido: había corrido su propia victoria. Salamanca despedía el año, y ella renacía con él.

# 88 Keiter Alien Cuéllar Castillo

 

La caída, según yo

Todo consistía en una gran y constante caída, algo que ciertamente me aterraba. Aun así, abajo debía estar el otro, satisfecho con su papel, dispuesto a rescatarme. Lo habíamos ensayado juntos desde el primer día, pero en el fondo ninguno deseaba el papel del caído.
La preparación para dejarme caer fue breve: disponía de poco tiempo y el otro podría cansarse o aburrirse, arruinándolo todo. Estaba listo. Cerré los ojos, sin pensar en las multitudes, sin pensar en él. Los abrí. Supuse que aparecería a medida que la caída se intensificara, pero no había rastro de él debajo. Fue un engaño, una artimaña. Lo terrible del caso fue imaginarlo con los brazos abiertos, como los míos.
Sin testigos, no hay juicio. No fue la incapacidad de la salvación lo que me hizo llorar, sino haber confiado, aunque solo fuera un instante, de manera indebida en otro inconforme.

# 87 Eutimio Armela Suarez

 

Legendario Andarín

El Andarín Carvajal; cartero en La Habana, muy interesado en participar en los Juegos Olímpicos de San Luis USA. No tenía apoyo gubernamental. Recolectando fondos mientras corría repartiendo cartas. Logró un fondo que le permitía llegar a San Luis que era la sede de los Juegos con mucha hambre acumulada, el mismo día de la carrera de maratón 42 km. Ni siquiera tenía short, por lo que tuvieron que cortarle el pantalón a mitad de muslos, casi a la hora de la Arrancada.
Sonó el disparo partieron los corredores el Andarín marchaba al frente hasta después del km 20, el hambre vieja acumulada comenzó hacer estragos cuando de momento vio un manzano, corrió hacia el y devoró varias maduras y verdes, su estómago repleto. Comenzaron a rebasarlo varios corredores. Sintió dolores estomacales. Se apartó del camino a evacuar su vientre y aún así entró a la meta en 5to lugar.

# 86 MARIA NIEVES JIMENEZ GARCIA

 

LA CINTA EN LA FRENTE

Cuando llego a casa directa a la ducha después de la carrera… Ese es mi momento. Empapada en frio sudor y con piernas aún temblorosas me despojo de la olorosa y húmeda camiseta y del negro pantalón corto con el número cinco. Mi favorito. Lanzo mi cinta de la frente….
Nunca gané nada, no tengo copas ni referencias a triunfos salvo alguna medalla de participación y camisetas obsequios de patrocinadores.
Sé que nunca correré una Maratón, no participaré en europeos, mundiales y mucho menos unos Juegos Olímpicos, pero ahí sigo.
Soy la multitud, soy el resto, soy una más del montón de corredores que se vislumbran al fondo de los que alcanzan la meta.
Yo llego tarde en los tiempos.
Pero como alguien dijo: “lo importante es participar”.
Y yo añado… “Soltar la sudorosa cinta de la frente es la mejor terapia, física y psíquica”

# 85 BEATRIZ GARRIDO BEZTEGUI

 

Mi hermano pequeño

La primera palabra que aprendió a decir fue caballo. El último de los tres en abrir los ojos y el primero en cerrarlos. Alcanzó una suspensión total en el galope, saltó obstáculos, y se fue con un "trote enganchado" Yo ahora corro sola. Al paso.

# 84 Belén Santa Isabel Llanos

 

Zancadas de Coraje


El frío de diciembre mordía, pero nadie lo sentía.
Salamanca entera latía al ritmo de las zapatillas. En cada zancada, una historia: el que corre por superarse, la que lo hace por alguien que ya no está, el niño que descubre que la meta también puede ser un juego.
No importan los cronómetros, sino las sonrisas que se cruzan en cada curva. Al llegar a la Plaza Mayor, todos son uno solo: esfuerzo, amistad y alegría. Porque en la San Silvestre, más que correr, se celebra la vida.

# 83 Ángel Gustavo Gareiz

 

Huellas

Tras una maratón infinita, decidió volver sobre sus pasos. Descubrió que casi no había huellas. De hecho, un vacío de recuerdos lo invadió mirando el suelo. Algo parecido a la tristeza pareció asaltarlo.
Pero fue entonces cuando recordó cómo había vibrado su corazón con cada zancada y cada vuelo, entre el perfume de los fresnos y la fragancia de las encinas, acompañado de gorriones y mirlos hacia una meta a la que siempre llegaba para, inevitablemente, volver a empezar.
El camino era su meta y su trofeo.
He ahí su huella.

# 82 Carlos Miguel Herrera Molpeceres

 

Filosofando .........

"Sólo sé que no se nada .......". Sócrates. Atenas. Antigua Grecia.

"Sólo sé que no corro nada .......". Carlos Herrera. Salamanca. España.

¡ Filosofía amor a la sabiduría .......!.

# 81 Yasmina Romero Morales

 

La última meta

Desde hace seis años corro sola, aunque cada zancada sigue siendo nuestra. La primera San Silvestre la hicimos juntas, riéndonos de lo poco que habíamos entrenado, jurando que el próximo año llegaríamos antes. Y así fue: cada diciembre un minuto menos, cada meta un abrazo más. Decíamos que esta carrera era como nosotras: breve, intensa y llena de gente que no entendía del todo qué hacíamos ahí, pero sin poder apartar la mirada.
Ahora, cuando paso por la curva donde siempre gritabas mi nombre, lo escucho igual. Cuando cruzo la meta, levanto los brazos como lo hacías tú. Corro porque en cada paso está la memoria de lo que fuimos, porque detenerme sería olvidarte. Y porque, cuando todo termina y el cuerpo tiembla por el esfuerzo, sé que el ritual no está completo hasta que, con las manos todavía sudadas, dejo la medalla en tu tumba.

# 80 Bárbara Mena

 

Cuando el asfalto respira

Segundo disparo.
Ajusta el dorsal con manos temblorosas mientras algunos corredores la adelantan, perseguidos por el miedo o por sí mismos.

Corre porque lo hacía su padre.
Corre donde lo hacía su padre: en Salamanca, por la Gran Vía encendida.
Gritos. Aplausos.
El golpeteo seco de zapatillas contra el asfalto.
Tac, tac.
Corre.

Mira de reojo: tras la valla, un perfil. ¿Papá?
“Aquí no se rinde nadie”, decía él.
Lo recuerda justo cuando tropieza por el descuido.
Un instante y al suelo.
Dolor.

Un corredor la ayuda, otro le grita “¡Vamos!”.
Confusión.

Sabe que sangra.
Sabe que su padre murió hace años.
Y sin embargo, sabe que lo ha visto.

Se incorpora a duras penas.
La camiseta rota.
El pecho ardiendo.
—No es nada—.
“Aquí, el recuerdo también empuja.”

Se gira.
Nadie.
Mira al cielo… y sonríe, cómplice.
Cruza la meta.

# 79 Esther Soledad Esteban Castillo

 

Correr por la vida

Yo me preparé para correr por la vida. Sí, de forma profesional, pero también a mi propia manera. Nadie me enseñó, nadie me empujó o me ayudó cuando me estaba cayendo. No me daban la mano para levantarme, nunca escuché una palabra de consuelo ni tampoco me dijeron que yo podría vencer. Fue mentira lo de que lo importante es participar, aquí todo el mundo quiere ganar. Me entrené día y noche, fui venciendo a los obstáculos y hasta vendiendo mi alma y mis sueños. Todo por mi carrera: mi San Silvestre Salmantina. Y al final, olvidamos lo importante que es el camino, la gente que nos acompañó, los amores que dejamos, el sudor, las lágrimas… nuestro todo, nuestro cuerpo y nuestra voluntad. Dicen que es fácil correr, ¿pero vosotros os habéis atrevido? Vivimos la vida en tiempo de descuento, la meta se vuelve difusa, nos embriaga… pero seguimos corriendo.

# 78 Angels Vinuesa fernandez

 

La promesa


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La promesa
Corría por él.
Por el hombre que le enseñó que rendirse no era una opción, aunque el cuerpo dijera lo contrario.

El cáncer se lo llevó en silencio, como quien apaga una llama con las manos abiertas.
Antes de irse, él le pidió una sola cosa:
—Prométeme que seguirás corriendo, aunque yo ya no pueda esperarte en la meta.

Desde entonces, cada carrera es una conversación con su ausencia.
Cada respiración, una súplica convertida en impulso.

No busca llegar la primera.
Solo llegar, porque sabe que en algún lugar, más allá del ruido y del tiempo, él corre todavía junto a ella.

Y cuando cruza la línea final, siente una paz antigua, como si una voz le susurrara al oído:

Cumplir una promesa...siempre llega

# 77 Agustín PASCUAL PINO

 

¡Voy!

Acompañado de otros muchos entusiastas deportistas, no profesionales, intento aportar nobleza, lealtad, caridad y hospitalidad a ciudad tan culta, docta y sabia que abre sus brazos para recibirnos con gritos de ánimo que nos ayudan en el esfuerzo. ¿Qué más da si soy el último? Lo importante es que ¡Voy!

# 76 Tamara Bermudez Rodriguez

 

El dorsal

Sacó del cajón el dorsal de su padre firmado por Víctor Mora, siempre lo colocaba cerca de sus muslos, sentía que le daba fuerzas para la carrera de San Silvestre Salmantina. Había entrenado con su padre hasta ese fatídico accidente del que, solo él, había sobrevivido. Todos los años regresaba, intentaba estrangular su melancolía con la euforia de esos días en Salamanca. Repasaba en su mente el recorrido practicado tantas veces junto a su padre; desde la salida en el Paseo de San Antonio sabía cada curva, cada cuesta, cada obstáculo... Nervioso abrió la página web, se habían agotado los dorsales y los cupos de inscripción, ya era tarde, pero... ¡ahí estaba el antiguo dorsal sobre sus muslos!, y a pesar de su condición, buscó el reglamento de tan conocida carrera: << ...los únicos vehículos que podrán seguir la prueba serán los acreditados...>>.

# 74 Tamara Bermudez Rodriguez

 

El dorsal

Sacó del cajón el dorsal de su padre firmado por Víctor Mora, siempre lo colocaba cerca de sus muslos, sentía que le daba fuerzas para la carrera de San Silvestre Salmantina. Había entrenado con su padre hasta ese fatídico accidente del que, solo él, había sobrevivido. Todos los años regresaba, intentaba estrangular su melancolía con la euforia de esos días en Salamanca. Repasaba en su mente el recorrido practicado tantas veces junto a su padre; desde la salida en el Paseo de San Antonio sabía cada curva, cada cuesta, cada obstáculo... Nervioso abrió la página web, se habían agotado los dorsales y los cupos de inscripción, ya era tarde, pero... ¡ahí estaba el antiguo dorsal sobre sus muslos!, y a pesar de su condición, buscó el reglamento de tan conocida carrera: << ...los únicos vehículos que podrán seguir la prueba serán los acreditados...>>.

# 73 Jordina Costa Medina

 

El banco

Sebastián tiene 86 años se apunta con una sonrisa a la San Silvestre Salmantina, cómo cada año. Comienza en la salida con una cadencia lenta, pero cada zancada es un poco más ligera que sus recuerdos.
La carrera avanza y el murmullo de la Plaza Mayor le roba el aliento. A mitad del recorrido, una nube de desconcierto lo envuelve. Se detiene y se sienta en un banco de piedra, frío y familiar. Era el mismo banco dónde esperava que su madre saliera de trabajar limpiendo en casa de Don Mirat. Sebastián sonrié, sus viejas y agotadas piernas han dicho que basta, pero el recuerdo de su madre le da fuerzas para abandonar tranquilo.

# 72 João Calazans Filho

 

A crueldade sem rosto

A crueldade sem rosto
Clara atravessava a praça, o sol pálido refletindo nos rostos apressados. Todos pareciam iguais: gestos comuns, sorrisos educados. Mas algo a inquietava. Um homem gritou com o filho; uma mulher riu da mendiga caída. Silêncios cortavam como lâminas.

Na noite anterior, Clara sonhara com uma máscara branca, sem traços, flutuando em sua direção. "Você me conhece", sussurrava. Acordou com o peito oco. Agora, na multidão, via a máscara em cada olhar vazio, em cada palavra doce que escondia veneno.

Um garoto tropeçou à sua frente. Ninguém parou. Clara hesitou, mas seguiu, o peso da indiferença a engolindo. Ao chegar em casa, encarou o espelho. Seus olhos eram poços escuros, sem fundo. A máscara estava lá, refletida.

A crueldade não tem rosto, pensou. Mas tem meu nome.

# 71 Jorge J. Codina

 

Adoquines

Mi abuela también corrió sobre los viejos adoquines de la Compañía. Su dorsal era un fajo de octavillas húmedas de ciclostil bajo la camisa; sus zapatillas, unas bambas de lona rotas. Huía de la policía, hacia una meta a dos años de distancia, en 1978.
Hoy, mis pies golpean el pavimento que sepultó aquellos adoquines y escucho dos ecos: el suyo, febril y ahogado por las sirenas; el mío, acompasado entre aplausos que ella nunca oyó.
Al final del recorrido, a mí me espera un trofeo. A ella le esperaba un coche sin insignias y una cojera de por vida.
Nunca volvió a correr.
En casa, cuelgo la medalla sobre su retrato. Me mira desde allí, casi una niña, con los ojos serios de quien conoció el miedo.
Me pregunto cuál de las dos ganó más.

# 70 Carolina Royo Lázaro

 

Y tú, ¿por qué corres?

Jamás entenderé cuál es el objetivo de correr si no me persigue ningún oso. Nunca me gustó especialmente y tampoco estoy llegando tarde a clase, así que, ¿por qué me estoy sofocando con mi propio aliento mientras una marea de zapatillas de colores me pasa por delante?

Ordeno a mis pies detenerse, he decidido que la acabaré caminando.

Un grupo de Papá Noeles, tres hadas y una señora de unos 80 en chándal me animan. Ellos, a su ritmo, continúan, pero yo he decidido rendirme… Entonces recuerdo que no es por qué decidí correr la San Silvestre, sino por quién. Y me uno a ellos.

Movida por un grupo de extraños unidos por el deseo de disfrutar, evoco las historias mágicas que siempre me contabas sobre esta carrera, cómo une a las personas, y la promesa de que un día la correríamos juntos. Hoy es ese día, yayo.

# 69 Verónica Ibáñez González

 

Esa sensación

Ya en la línea de salida, aspiro una bocanada de aire que me hiela la incertidumbre.
- Vamos, abuelo, ¡que solo hemos venido a sentirnos vivos! – me dice uno de mis colegas, con una palmadita en la espalda.
Debo tener ochenta y muchos años, y mañana cumplo un año más. Desde que perdí la cuenta he recuperado la vitalidad, y un viejo amor de la juventud: la sensación de escuchar mi cuerpo.

# 68 José María González López

 

Deportividad

"Juanjo se dopa, mañana va hasta las trancas. No tienes ninguna posibilidad". El mensaje anónimo me hiela la sangre. Mil euros contra el bocazas del club. Si me retiro, pierdo automáticamente. Si corro, seré humillado.

Desvelado, reviso todo sobre la carrera: recorrido, horarios, un tal Loren como speaker... ¿Loren Páez? ¿Mi compi del instituto? Se me enciende una luz.

—¡Chaval, cuánto tiempo! Claro que te ayudo, y más por quinientos pavos.

29 de diciembre. La mañana es gélida en la salida. El speaker anuncia, solemne, un control antidopaje sorpresa tras la carrera. Juanjo palidece y se retira, alegando molestias.

Cruzo la meta. Supe que ya no podía perder. Loren grita por megafonía: "¡Inocentes, inocentes!"

Heredia, que custodia el dinero, me entrega el sobre con una mueca. No sabe si felicitarme o escupirme. Yo sí.

# 67 Néstor Rubén Giménez

 

La otra meta

La otra meta
El ritmo, un martillo en el pecho; las piernas de plomo. El cuerpo extenuado quería detenerse, pero la mente se negaba, luchando por seguir por las calles salmantinas.
Olvidé los dolores. El pelotón cruzó la Plaza Mayor hacia la calle San Pablo. Vi el Palacio de Orellana; siglos de historia latían bajo el asfalto. Al llegar a la ribera del Tormes, el aire cambió.
El río me devolvió la calma. El sol se arrugaba en la corriente, y el viento aspiró el sudor de mi rostro. Bajo mis pies, la hojarasca crujía, despertando la memoria del verano. La carrera era ahora un diálogo con la toponimia de la ciudad.
Mi cuerpo y mi mente se habían esforzado. ¿En qué posición estaba? Irrelevante. La meta no era la cinta o el podio. Disfrutar flotar en la historia era el verdadero premio. Lo descubrí en cada bocanada de aire junto al Tormes.

# 66 Ninette Caren Fernández Muñoz

 

El Peso del Miedo

Entrené por 3 años , la pista se convirtió en mi obsesión , la competencia me visitaba hasta en sueños , por fin llegó el gran día, después de pasar la meta el público quería conocer mi secreto,todos se preguntaban cómo era posible haber logrado un record , mi declaración fue exacta logré correr más veloz cuando solté el miedo que cargaba.

# 65 Benito González García

 

La Grieta

Comenzaba la San Silvestre salmantina 2025. Adela Gollenalde corría en medio del grupo corredor, pero se sentía invisible, sintiendo la ciudad latiendo extraña bajo sus pies.
Al llegar a la Catedral, el suelo vibró: una grieta se abrió entre los adoquines. De ella emergió un susurro, como si las voces del subsuelo cantaran.
Los demás corredores no parecían oírlo; seguían corriendo, sonrientes, como si fueran con la mirada perdida.

Adela se detuvo, aterrada. Un corredor la alcanzó y le gritó:
—No te pares, o el tiempo no lo recuperas.

Siguió corriendo. La grieta la persiguió hasta la meta. Cruzó el arco de llegada y cayó de rodillas. Todo volvió a la normalidad: luces, aplausos, risas.
Buscó su nombre en la pantalla de tiempos… pero no aparecía.
Cuando, en la entrega de premios se oyó por la megafonía.
Hoy recordamos a Adela Gollenalde que falleció en la San Silvestre de 1924.

# 57 María Paz Plaza Santamaría

 

UN SENTIMIENTO

UN SENTIMIENTO
Si hay algo importante en la vida para mi amigo Javi, el de Peñaranda de Bracamonte, no es otra cosa que la San Silvestre Salmantina, cada vez que habla de ella se le ilumina la cara, los ojos y todo lo que en un cuerpo humano pueda albergar algo de luz.
Lo suyo es más que una pasión, es un verdadero sentimiento.
Podrá perder el reloj, el móvil, el monedero, incluso el pelo, como ya le está sucediendo, pero la carrera no hay año que se la pierda, se ha convertido en su “leitmotive”.
Sabe que destacar, como a él le gustaría, entre miles de atletas, lo tiene crudo, pero verbaliza que eso es lo de menos, lo importante es participar, lo dice convencido, él da buen ejemplo.
Ya se está preparando para estar en forma, el último domingo del dos mil veinticinco no está tan lejano.

# 56 Emma López-Berges

 

El primer corredor

Hacía ya tiempo que la pistola había dado comienzo a la carrera, todos los participantes esperaban llegar a meta victoriosos.
El primer corredor sudaba tinta, pues el segundo corredor estaba a pocos metros de él y solo quedaba un kilómetro para la línea de meta.
Hacía frío y le temblaban las piernas, miró hacia abajo para olvidar el cansancio, se negaba a caer rendido ante él. Pero entonces, casi por casualidad, al abrir los ojos, que había mantenido cerrados por unos instantes, vio su dorsal, número cinco, con el cajón élite...
Puede que los espectadores no lo viesen, pero él sintió como su cuerpo se recargaba con las fuerzas que aún le quedaban.
Después de muchos años su dorsal todavía está enmarcado en la pared de su salón.

# 55 Meryam Fadel Berhili

 

El último paso del año

Cada 31 de diciembre, la ciudad cambia. Las calles, normalmente tranquilas, se llenan de movimiento, sonrisas y pasos decididos. Es la San Silvestre, una tradición para cerrar el año con gratitud y esfuerzo. Marta ajusta su dorsal. No corre para ganar, sino para soltar lo que ya no necesita. A su lado, un grupo de mujeres mayores le desea suerte. “Hoy se corre con el corazón”, le dicen.

Suena el disparo. Marta avanza entre colores, tambores y alegría. Cada kilómetro es una despedida: del miedo, del cansancio, de las dudas. Corre en silencio, conectada con lo que de verdad importa.

Al cruzar la meta, respira hondo. No hay trofeos, pero sí una sensación de paz.

En casa, cuelga su dorsal junto a los de otros años. Para ella, esta carrera es más que deporte: es una forma de agradecer, reflexionar y comenzar de nuevo, con esperanza y propósito.

# 54 VICTOR BAILON LORENZO

 

EL VERDADERO ESPIRITU DEL ATLETISMO

Antonio un atleta en muy buena forma física de 42 años se disponía a batir su récord personal en la San silvestre salmantina, bajar de 39 a 38 minutos, en su reloj Garming sería bajar ritmo medio kilometro a 3,30, era muy ambicioso y competitivo, y solo estaba centrado en su carrera, pero cuando ya quedaba un kilometro para llegar vio a otro atleta caído en el suelo de un tropezón y desfallecido, al principio no quería ayudarle para no perder su marca....pero luego se dio cuenta de su error ayudó al atleta caído y juntos cruzaron la línea de meta fundiéndose los dos en un largo abrazo. Por fin Antonio había comprendido el verdadero espíritu del atletismo.

# 53 Darío Pérez Montiel

 

Mamá quiere correr conmigo

La tía dice que es una temeridad y el abuelo, que fue quien le inoculó el veneno del deporte, repone que no correr sería de cobardes. Mi hermana, siempre en su trinchera como buena adolescente, opina que cada cual debería poder elegir qué carrera prefiere. Papá calla, pero su cara desencajada habla por él y no otorga precisamente. Un desconocido se inmiscuye en el debate con un “déjala correr” que pronto encuentra réplica, pues la abuela le arroja su refranero “agua que no has de beber”.

Mamá los escucha a todos, pero se encamina hacia la salida para participar, como lleva haciendo sin excepción desde hace treinta y nueve años. Y yo, igual que ella, también quiero salir, porque he oído que fuera de su vientre la meta es ser feliz.

Ya no queda nada. Quizás no todo salga bien, pero correremos; correremos el riesgo.


# 52 Alfonso Pliego Santos

 

Rarámuri (Los de pies ligeros)

Son indígenas de la Sierra Chihuahuense. Ignoradas por todos, corren con falda y huaraches. No usan tenis ni ropa deportiva, a pesar de la insistencia de transnacionales deportivas. No lo aceptan por falso orgullo, sino porque correr para esas maratonistas es la vida misma.
Como Candelaria Rivas Ramos. Llegó sola y rompió esquemas. La muchacha se tiró 63km de montaña en el “Cañón Ultramaratón 2025”. Hizo 14 horas caminando para llegar a la competencia. Luego corrió 7 horas, 34 minutos para ganarla. Sin entrenador, ni equipo, pero con raíces centenarias.
Los Rarámuri corren desde siempre detrás del viento o de las aves, al tiempo que cuidan rebaños o recogen leña. Deportistas que dejan boquiabiertos a atletas consumados en maratones internacionales por su forma de correr: respetando su identidad. La hazaña de Candelaria es doble: venció al cansancio y derrotó al sistema. Lo hizo con dignidad y fuego en el alma.

# 51 Carlos Martín Vicente

 

Rock and Roll

Amigos. Zapatillas. Camiseta. Cordones. Estrés. Amigos. Sudor. Avenida Mirat. Puente Romano. Jesuitas. Aplausos. Amigos. Satisfacción. Cañas. Risas. Rock and roll. Amigos.

# 50 Nuria Martín Martín

 

Meta y Nubes

Y cuando todo el mundo sonreía, pensando que iba a ser una tarde extraordinaria, me deslicé con todos mis amigos, rebotando entre las nubes a ver quién llegaba antes. Estuvimos cerca de 45 minutos saltando, dejándonos caer, riendo como si el cielo fuera una colchoneta infinita.
Al fin tocamos tierra: mi hermana fue la primera.
Pero justo cuando el crono marcaba 29 minutos… una zapatilla me pisó la cabeza.
Alguien llegaba a la meta. No me vio.

# 49 Francisco Pascual Garrido

 

Correr, es de sabios

Correr, es de sabios!
A los cien pasos, cayó fulminado. Todos los participantes le pasaron por encima. Nadie imaginaba algo importante. Un simple tropiezo, quizá. Entonces yo, que lo había acompañado en todo el proceso, salí corriendo y, al tratar de levantarlo me dijo: “tranquilo, así está bien. No te olvides de ir regularmente al baño, vale? Ya sé que te lo he repetido mucho… Pero, es importante. Ah! Y, bueno, ya lo sabes… Correr… Joder! El deporte es una cosa, pero correr es muy distinto. Nada proporciona una felicidad igual. Sacas todo lo que te sobra y el cuerpo te regala una sonrisa, entiendes? Bueno… Esta es mi meta. Lo dicho, ni esquelas, ni llantos, ni gilipolleces de esas. Tú sabes que me lo he pasado bien, verdad? La vida que uno lleva, es culpa de cada uno. Te quiero! Quédate con esta sonrisa! Y dejó de respirar.

# 47 Silvia Carús

 

La última Zamcada

El frio de diciembre endurecia el aire, pero yo solo pensaba en llegar. Las calles de Salamanca estaban llenas de gente animando, con gritos y aplausos que me empujaban más que mis propias piernas. Sentía los pulmones arder y los músculos pesar como piedras, pero no podía rendirme.
Mi padre había corrido cada San Silvestre hasta que la enfermedad lo dejó en casa. Este año me pidió que lo hiciera por él. Cada paso que daba era también suyo. Recordé sus consejos, sus entrenamientos y su sonrisa cuando cruzaba la meta.
Al pasar por el puente romano, me pareció escuchar su voz; "No pare, sigue adelante". Y seguí,aunque me faltaba el aire. La meta estaba cerca, y entendí que no corría por un tiempo ni por un premio, sino por cumplir una promesa sagrada.
Crucé la línea final agotada, pero con el corazón lleno. Aquella zancada fue también suya.

# 45 José-Blas Molés Miró

 

No calles

Mi pena, mi sentimiento enfrentado a la promesa que le hice a mi madre, me entristece y me agobia. Prometí que correría la prueba en honor a la familia. Preparé mi cuerpo con la marcialidad de los gladiadores y ahora heme aquí, sentado, derrotado, mirando el callo que me ha hecho callar. No correré. No puedo. Madre dijo: No calles y el callo me calla.

# 44 Antonio Rodríguez Bazaga

 

“Zancadas y risas”.

“Zancadas y risas”.
El dorsal le quedaba grande y las zapatillas parecían conspirar contra ella. El frío mordía, pero ella corría. Cada paso era un desafío, cada respiración, una victoria compartida. A su lado, amigos y desconocidos se adelantaban y se retrasaban, risas y jadeos entrelazados en un pulso que recorría Salamanca. El pavimento reflejaba luces de farolas y rostros brillantes, y cada esquina susurraba recuerdos de otras San Silvestres, de años que terminaban entre zancadas y aplausos. Al cruzar la línea, levantó los brazos y dejó que el cansancio se disolviera en un instante de alegría pura. No importaba el puesto ni el tiempo: había ganado algo más profundo, la certeza de pertenecer a una comunidad que celebra la vida corriendo, la amistad que se construye paso a paso y el instante exacto en que el año termina, y otro comienza, respirando juntos, como uno solo.

# 43 josé maría carol crusells

 

Salir porpiernas

La San Silvestre Salmantina no ha sido la primera, el mérito es de París. Tampoco la más popular, para algunos es Vallecas. Pero en verdad, la palma se la lleva nuestra ciudad.
Aquí siempre se corrió, aunque solo fuera para salvar el pellejo. Primero cortas carreras con los elefantes de Aníbal, luego ya media distancia con romanos y visigodos, y finalmente salimos por piernas con la llegada de los musulmanes. Siglos más tarde, y ya muy avezados, esa vez hicimos correr a los gabachos. Tampoco era cuestión de cansarse demasiado.
Luego llegó la guerra civil, y aquí sí que la liamos. Esta vez nos corrimos a palos.
Ahora es por deporte, y en memoria a nuestros antepasados, participaremos como siempre con sudor, disciplina y pasión. Por esto, y para no perder la tradición, correremos este año la XL edición. Y habrá emoción porque dicen que se soltará un león.

# 42 Esperanza tirado Jiménez

 

Vitaminas

Hay un día, a finales de diciembre, en el que Isa amanece con el alma en sus zapatillas. A sus setenta y muchos la SanSil es su dosis de vitaminas contra el tiempo.
No corre por batir ningún récord. Corre para seguir dándose ánimos; saboreando la alegría que las calles le regalan en cada tramo.

Este año una corredora se le ha unido allá por el kilómetro dos.

— ¿Eres Isabel? —le pregunta, mientras ambas siguen corriendo al ritmo que marca Isa.
—Soy Tere —sigue al paso de Isa, quien siente su corazón aletear de nostalgia— Mi madre, Loli, me hablaba de ti. Corristeis juntas durante muchos años. En la residencia me enseñaba fotos vuestras.

Al cruzar la meta, Isa vuelve a ser joven. Y se abraza a Tere, celebrando que sus vitaminas funcionan, multiplicándose de año en año.

# 40 Juanma Velasco Centelles

 

No es excusa


Compactada contra miles de congéneres polícromos. Saltando sobre mi posición para extirparme el frío del mediodía de una ciudad propensa a la abundancia de niebla
Cajón 2, indicativo de mi mediocridad física en materia de zancadas.
Sola. Lo he preferido así. A mi rollo, le trasladé con determinación a mi marido cuando propuso sacrificar sus potenciales 37 minutos para acompañarme. Cajón 1 para él.
Me meo.
O eso creo a resultas de la presión vesical. Me meo y no me sorprendo, aunque acabe de mingitar hace solo siete minutos. Se me antoja tarde para retornar a alguna discreción urbana para desalojar mis excedentes de urea. Resta un minuto para la salida.
Si me urge me dejaré ir. Las mallas absorberán. Y no es psicosomático, pero no podía perderme mi décima San Silvestre consecutiva solo por atravesar el tercer mes de mi primer embarazo, aunque mi vejiga se haya vuelto hiperactiva.

# 39 TARANTINO

 

SEGUNDA CONJUGACION

El filólogo habló de un verbo de la segunda conjugación. Correr. Pero el cura puso el grito en el cielo con tanto escándalo y añadió enseguida “la San Silvestre Salmantina”. Al matemático no le salían las cuentas porque cada año variaba el número de participantes. Se centró más bien en el asunto de las probabilidades de ganar y como aquello tendía a infinito, prefirió tomar datos empíricos. En el puesto médico contaban las vendas para las torceduras pensando qué necesidad había de poner el corazón al borde del colapso. Sólo el escritor mezclaba tranquilamente todo aquello en una coctelera. Al final de año hacía recuento de cómo le había ido. Ganar, no ganaría con ese microrrelato, pero como casi se le pasaba el plazo, corrió lo suyo. En el último segundo atravesó en meta. Faltaba el veredicto con un verbo de la primera conjugación.

# 38 MAROUA BENSFIA KHIYAT

 

Corazón de carrera

Cada año, la calle se llenaba de luces, pasos y risas. Marta ajustaba sus zapatillas con manos temblorosas, recordando los inviernos en que solo corría en su imaginación. Hoy no había excusas: la San Silvestre Salmantina la esperaba.
El frío mordía, y el asfalto parecía interminable. Cada respiración le quemaba los pulmones, pero el murmullo de los corredores le recordaba que no estaba sola. A su lado, un niño tropezaba y volvía a levantarse; detrás, un veterano aplaudía con sonrisa cansada.
Marta aceleró, impulsada por la corriente invisible que une a quienes corren juntos, compartiendo esfuerzo y alegría. La meta apareció entre banderas y aplausos. Cruzarla no fue ganar, sino comprender que cada paso la había hecho parte de algo más grande.

# 37 Judit Oliva Blázquez

 

La respuesta

Ya estaban preparados en la línea de meta, esperando la salida.
—Al fin saldremos de dudas —comentó Alberto, poniéndose la máscara de Flash.
—Hoy se decide todo —añadió Fernando, ajustándose la camiseta de Quicksilver.
El tenso debate que los había mantenido a las greñas durante años estaba a punto de finalizar.
“Que la fuerza te acompañe”, se desearon con solemnidad.
Pasada una hora y media, llegaron ambos a la meta. Un amigo en común se prestó a hacer la photofinish. Los dos salían sudando y con la lengua fuera.
La única conclusión a la que llegaron, después de tanto esfuerzo, era que ambos estaban equivocados. Frente a ellos, el campeón levantaba el trofeo, victorioso. Sus deportivas rojas eran la respuesta. El personaje más rápido de la historia era Rayo McQueen.

# 36 FELIX MARTIN VILLA

 

MIS COMPAÑERAS DE SUELA GASTADA

- ¡Oye Ráfaga! Hoy corremos la Sansil.

- Sí, Vértigo, pasamos por Plaza Mayor como el año pasado.

- No sé si contarte…Marta ha pedido zapatillas nuevas a los Reyes Magos.

- ¡No puede ser! Todavía estamos bien, algo gastada la suela y dolor de lengüeta de vez en cuando, nada más.

- Sí, una marca nueva, no corren, vuelan, por lo visto.

- Nos van a reciclar, Vértigo. Pero aún, nos cuelgan atadas de un pino, como está de moda entre los runners.

- Pues yo no valgo nada en Wallapop con este tatuaje rotulado: BERLIN 3:59:07.

- Calla, vienen.

- ¿Con qué zapatillas corres hoy, Marta?

- Con mis favoritas: Ráfaga y Vértigo.

- Cuando lleguen las nuevas las jubilarás, supongo.

- Eso nunca, son algo más que unas zapatillas. Hemos estado juntas en Valencia, Sevilla, Berlín…y nunca me han fallado. Las voy a guardar toda la vida.

Ráfaga y Vértigo lloraron emocionadas por los cordones.

# 35 Juan Manuel Ramos Gutiérrez

 

Cuando empieza a acabarse

Treinta y uno de diciembre: qué día tan dominguero, aunque solo lo sea en algunas ocasiones. Ojalá fuera de buen sabor decir dominguero, pero sabe a una perra nostalgia. Tanto que ese día que lo invitaron a la carrera atlética, prefería retroceder el tiempo y que nunca, nunca, llegara ese momento. Correr para despedir el año; aquello le sonaba como a quitarse una bota después de trabajar: qué hedor, qué somnolencia, qué fetidez. Miró por la ventana y allí estaban, listos con su ropa deportiva, listos con su anhelo de partir el año. Con cara de alegres hombres, o de inútiles quizá. Irremediablemente tenía que salir. ¿Hacia dónde? Supuestamente rumbo a la carrera, pero en el fondo él sabía que era en dirección a otro lugar. Tanto le crujió el cuerpo que, cuando partió el año, sintió ese peso que da la vida cuando empieza a acabarse.

# 34 Daniel López Gutiérrez

 

Herencia en zapatillas.

Herencia en zapatillas
Mi abuelo me hablaba de su primera San Silvestre como si fuera un tesoro escondido en el calendario. Yo crecí escuchando aquellas historias: las calles llenas de risas, la emoción de cada kilómetro, la sensación de volar entre aplausos.
Cuando falleció, guardé sus viejas zapatillas en un rincón del armario. Pensé que se quedarían allí, como un recuerdo polvoriento. Pero hoy, mientras avanzo entre corredores y escucho la ciudad vibrar, siento que esas zapatillas laten en mis pies.
Cada paso es suyo, cada aliento compartido. No corro solo: me acompaña su voz animándome, su sonrisa en cada curva, su empeño en cada subida. La meta no es solo un arco inflable; es un puente invisible que nos une a los dos, un lugar donde el tiempo se detiene y su victoria se convierte también en la mía.

# 33 Sergio Díaz Pérez

 

El alquimista

No soy un simple relator de pasos: me sé aprendiz de alquimista. Observo la San Silvestre Salmantina y descubro cómo el aire helado se transmuta en fuego cuando lo atraviesan miles de cuerpos. El cansancio, que en cualquier otro lugar sería derrota, aquí se convierte en júbilo; la fatiga se disuelve en una risa compartida, y cada esquina se vuelve un laboratorio de milagros domésticos.

Los disfraces, que podrían parecer frívolos, revelan una sabiduría antigua: recordarnos que el esfuerzo también sabe danzar. El que va disfrazado de payaso sufre, como todos, pero su sufrimiento hace sonreír a los demás. Y eso, en el fondo, es oro puro.

Yo narro la carrera, pero ella me enseña: que correr no es escapar, sino transformar lo que pesa en ligereza y lo que separa en vínculo. Y entonces comprendo: el secreto no es llegar a la meta, sino llegar convertido en otra cosa.

# 31 Cristina Grueso García

 

El latido invisible

Microrrelato de introspección en el mundo del atletismo.

# 30 José Manuel Moreira

 

Kilómetros de esperanza


El reloj marcaba las ocho de la mañana y Salamanca despertaba con un murmullo de zapatillas y risas nerviosas. Ana ajustó sus cordones, respiró hondo y recordó cada entrenamiento: los kilómetros solitarios al amanecer, el sudor derramado en cada curva, la disciplina silenciosa de meses. La San Silvestre Salmantina no era solo una carrera; era la prueba de su constancia, de la pasión compartida con otros corredores que, aunque desconocidos, caminaban y corrían con la misma esperanza. Cada paso resonaba como un recordatorio: el atletismo enseña paciencia, respeto y superación. Y cuando cruzó la línea de meta, no contaba el tiempo, sino la sonrisa de quienes la alentaban, la emoción de cada respiración y el orgullo de haber convertido esfuerzo en experiencia. Aquella mañana, la ciudad y Ana celebraban la victoria del espíritu sobre la fatiga.

# 29 Guillem Gallifa Gómez

 

El último dorsal

**El último dorsal**

El abuelo había guardado su dorsal de la primera San Silvestre Salmantina como si fuera una reliquia. Decía que en aquellas calles descubrió que correr no era huir, sino encontrarse. Años después, cuando el Parkinson le robó el equilibrio, siguió pidiendo que lo lleváramos a la Plaza Mayor cada 31 de diciembre. No corría, pero sus ojos sí.

El último invierno, al acercarnos a la meta, le colocamos un dorsal improvisado en la chaqueta. La gente, al verlo, comenzó a aplaudir con la misma fuerza que a los corredores. Mi abuelo levantó la mano temblorosa y, con voz apenas audible, susurró:

—Ya he llegado.

En ese instante, comprendí que la meta no estaba en los cronómetros, ni en los kilómetros. Estaba en compartir cada zancada con quienes te sostienen cuando ya no puedes correr.

# 28 Pedro Serrano Jorge

 

Mirando hacia atrás sin ira

Tengo que correr, aunque no tenga esperanzas de llegar al final, aunque todo esté en mi contra, aunque me digan que no merece la pena. La carrera es una parábola de la vida, esa a la que venimos sin manual de instrucciones y en la que debemos encontrar un sentido sin saber si lo hacemos bien o mal. Tengo que correr porque la otra opción es peor, mucho peor: rendirse, bajar la cabeza y aguantar como te pisotean o ver como invaden un país para robarles la tierra y matan de hambre a su gente y callar. Cuando en mi lecho de muerte mire atrás, no sentiré ninguna pena porque lo habré intentado, no habré llegado primero, ni segundo ni siquiera tercero. Eso da igual. A veces lo importante es el camino y no el destino.

# 27 María Piernas Ruiz

 

Una hormiga en los cordones

Ella no lo sabe, pero voy encaramada a sus cordones. Me subí a su zapato en busca de unas migas de pan y he terminado rodeada de un centenar de humanos con prisa. Corren hacia un lugar que llaman «Meta». Respiran con dificultad y ritmo, y por sus enormes cuerpos caen gotas de sudor que se enfrían con el airecillo de noviembre. Cada pisada sobre el asfalto me agita las antenas. Pero a lo lejos se escuchan aplausos y risas. Creo que estamos llegando a nuestro destino. Al fin podré bajarme de este zapato… Pero algo habrá cambiado: cuando crucemos la línea me habré convertido en corredor.

# 26 Carlos Javier Vega Briz

 

En esta ocasión, no fue la rana de Salamanca

Aunque tenía todo en contra había llegado el día, su día.
Primero fueron las risas jocosas del público, al verla acercarse con su atuendo deportivo y esa cinta rosa en la cabeza.
Luego la densa niebla que cubría todo el margen derecho del Tormes, se iba internando en la capital salmantina y, por ende, a lo largo del recorrido.
«—De todos es sabido que la visión de las tortugas es bastante limitada, —maldecía para sus adentros».
Llevaba cien años esperando el momento. Era su primera San Silvestre. Pero …
—Tortuga, ¿dónde crees que vas? —Gritó un gato mientras daba buena cuenta a una bolsa de basura. —Las tortugas no pueden corren la San Silvestre, son muy lentas, —continuó entre risas felinas.
—Por si no lo sabes, ¡los gatos no hablan! —Sentenció orgullosa la tortuga dirigiéndose a la línea de salida.
Al llegar solo se escuchó…
—Preparados, listos, …¡ya!

# 25 Jesús Vasconcellos Soliño

 

“Diez mil metros, diez mil latidos”

Llegó mi día, volver a sentir la fuerza de la historia pisando el asfalto salmantino, un año me separaba de este momento mágico, puedo sentir el latido de mi corazón esperando ese pistoletazo de salida, disfrutar cada metro volviendo a sentirme corredor de nuevo, sentir el calor del publico en este diciembre frio que hiela la cara y que hace que correr la san silvestre sea mas que una carrera, es el devenir de un año; es Enero saliendo del Parque de San Antonio, es marzo llegar a la plaza Mayor y disfrutar del puente romano, es julio y la cuesta de Oviedo, o septiembre y la cuesta de Villamayor, es llegar a Comuneros y encarar noviembre, para por fin llegar a donde todos sentimos la fuerza que tiene la san silvestre, nuestro publico y la algarabía hacia el paseo del rollo, plaza cuatro caminos y finalizar en San Antonio

# 24 Celia Martín González

 

La ciudad que corre contigo

Vaya mañana de niebla, que frio hace…

¿A qué hora empieza? Madre uff que frio…

Tengo los pies helados, ¿no han salido aun?

Colócate allí, al lado de Antolín, pero déjale espacio para hacer las fotos .

¡Mira! ¡Mira! Por allí se ven a los élite bajando.

¡Que pasada! Parece que no apoyan los pies en el suelo, que velocidad.

¿Esa no es Inés? Venga Inés que lo tienes hecho, ¡dos subidas más y listo!

¡¡Teje!! ¡Campeón!

Por allí vienen Amelia y Laura, ni nos han visto, van a tope.

¡Soraya choca esos cinco!

Que ambientazo, no deja de pasar gente.

¡La legión! ¡Con su cabra y todo!

¿Y esas tartas? ¡¡Pero si es Nuria!! ¡Guapas!

….

Parece que hoy no levanta la niebla, vamos que nos quedamos aquí pajarito…

# 23 José Pérez Montero

 

Amor al asfalto.

El asfalto me llama, es mi compañero, mi amante; el más exigente que hay. Me pide siempre un paso más, una respiración más, un último metro, un último aliento antes de acabar. Aunque los pies duelan, aunque los pulmones quemen, aunque el sudor escueza en los ojos y el cuerpo me pida parar. Él Siempre exige y solo me da una cosa a cambio: satisfacción.

# 22 Sonia Lestado matute

 

Promesas

Rezando estaba un ateo convencido cómo yo,para que me diese la media y pudiera entrar a estudiar el grado de fisioterapia en la Universidad de Salamanca.El curso pasado la nota de corte fue de 11,5 .Nervios ,sudores ,pesadillas pero al final ,aunque por los pelos ,conseguí plaza ,y cómo las promesas hay que cumplirlas ,allí estaba yo,corriendo la San Silvestre salmantina ,dando gracias por poder cumplir mi sueño.Lo que empezó siendo un pacto con mi destino, se acabó convirtiendo en una tradición que disfruté durante muchos años.Y asi fue, como desgastando zapatillas,conocí a mi mujer y la madre de mis hijos…porque te lo creas o no ,en Salamanca todo es posible !!!

# 21 Vanessa Montañés

 

La San Silvestre Salmantina

Me preparo con entusiasmo para la próxima San Silvestre Salmantina. Siento la emoción vibrar en el ambiente mientras entreno en las calles de mi ciudad. Cada carrera que hago me acerca más a ese día, donde miles de zancadas se unen en una fiesta de deporte y superación.
La San Silvestre es mi cita anual con la amistad y la solidaridad. Veo a mis compañeras y sé que compartimos este mismo espíritu. Es una carrera que abraza a todas: a las rápidas y a las que simplemente quieren llegar a la meta. El valor de esta experiencia no está solo en el tiempo que hago, sino en la energía colectiva, en la sonrisa compartida en cada kilómetro. Cuando cruzo la línea de meta, sé que he ganado más que una medalla; he ganado la satisfacción de un esfuerzo bien hecho y la promesa de seguir en movimiento.

# 20 SERGIO LOPEZ VIDAL

 

LA ZANCADA DE LOS SIGLOS

Mi abuelo me llevó de niño a ver la San Silvestre. Señaló las torres de la catedral y dijo: “Corre la ciudad entera”. Años después, cuando me puse el dorsal, entendí sus palabras.

Entre la multitud reconocí figuras imposibles: el caballero del puente avanzando con la armadura gastada, los frailes de piedra deslizándose en silencio, los toros de la catedral inclinando la testuz como si abrieran camino. Corrían entre nosotros con la naturalidad de quienes siempre estuvieron allí.

La Plaza Mayor rugía como coliseo. Piedra y carne latían juntas, y el aire parecía cargado de siglos. Yo apenas respiraba, pero sentía que mi zancada se sumaba a un pulso más grande.

Al cruzar la meta busqué a mi abuelo. No lo vi. Solo percibí, en el gesto inmóvil de una estatua cercana, una leve sonrisa. Y supe que había corrido a mi lado.

# 19 SILVIA CRISTINA

 

GLOBOS AZULES

El cielo despejado en Salamanca, miles de participantes dispuestos a superar sus marcas. Uno solo buscaba otra cosa: encontrar a su hermano perdido, se había anotado sin saber correr. Lo había visto por última vez antes de la pandemia, y, entre tanta gente creyó que tal vez lo hallaría. Era casi fin de año, y quería verlo. Apenas comenzó la competencia de la San Silvestre Salmantina, lo vio: iba al frente, con un disfraz de globos azules, era el preferido. Para alcanzarlo apuró tanto su recorrido, que al llegar a la línea final luego de diez kilómetros, sin darse cuenta había ganado. Pero, al preguntar por su hermano…-Nunca se ha anotado-le dijeron. Pero al mirar al cielo,… los vio flotar.

# 17 Angels Vinuesa Fernandez

 

El mismo impulso

El sudor resbalaba por la frente del padre mientras la multitud rugía en las aceras.
A su lado, la hija respiraba hondo, marcando el mismo ritmo de zancada.
No había relojes ni cronómetros que importaran, solo aquella alianza silenciosa entre dos cuerpos que compartían la misma pasión.

Él corría con la memoria de años de entrenamientos, con la disciplina de quien no se permite rendirse.
Ella corría con la ilusión intacta, descubriendo que la vida también se mide en esfuerzo y constancia.

En cada esquina, el público gritaba nombres, pero ellos no necesitaban palabras: bastaba con mirarse para recordar que la carrera era más que un trayecto, era una herencia invisible.

Cuando cruzaron la meta, comprendieron que la victoria no estaba en el podio, sino en seguir corriendo juntos, sin perder nunca el impulso.

# 16 Sergio Esteba Ramos

 

Blanca

Algunos corredores resbalaban, otros, los menos, miraban al cielo con una sonrisa que dibujaba una interrogación. La nieve había comenzado a caer dulcemente cuando Juan pasaba por el kilómetro 5. En el 8 estará ella, pensó en un susurro, como todos los años, en la esquina del Paseo de la Estación, rodeada de sus hijos y sus nietos, dedicándole, cuando le vea, esa sonrisa transparente y luminosa, la misma sonrisa rebosante de vida por la que hubiera sido capaz de hacer cualquier cosa, la misma que se alejó en aquel tren a Barcelona hacía ya tantos años, tantos que a veces piensa que todo aquello no pasó de verdad, que no fue más que un sueño que se convirtió en pesadilla para, mucho tiempo después, convertirse de nuevo en la misma sonrisa y en la misma mirada cada último día del año en el kilómetro 8.

# 15 MARCOS PÉREZ BARREIRO

 

Las palabras hablan

En el crepúsculo de mil novecientos ochenta y uno descubrí “Carros de fuego”. Quedé tan impresionado que tres años más tarde decidí participar en la primera edición de la San Silvestre de Salamanca. Quería sentir el interior de la película en mí. Es decir, deseaba ser el personaje real de mi vida. Ese por el que corrí y corrí, dejando atrás inciertos fantasmas de nulidad. Esos por los que acudía al cine cada semana en busca de respuestas concretas. Las que me ofreció la película cuando más lo necesitaba. Lo que convirtió la carrera en algo tan fundamental que siempre vuelvo a Salamanca en Navidad. Cuando el frío aprieta y la pesadumbre de la realidad se vuelve mortal. Tanto que, aquella playa muda de la pantalla blanca, es un adoquín que, en un instante congelado en el tiempo, me dice que, ahora mismo, estoy escribiendo la historia de mi porvenir.

# 14 Gonzalo Prieto Barrera

 

FATAL ELECCIÓN


Prefirió saltar con garrocha buscando la inmortalidad en tan lustrosa olimpiada, que correr la San silvestre, prueba que al creerla tan popular, poco renombre le daría y llegado el día, jactancioso sujetó la pértiga, miró las glamurosas tribunas, respiró hondo, corrió como un bólido hasta la colchoneta y allí, en un microsegundo desafió con altivez la barra a la que tiene que superar, sembró la pértiga con tanta violencia que se fue elevando y el cielo lo devoró en instantes.
Boca arriba en la inmensidad, sabe que solo Dios lo acompaña allí y que tiene el oro asegurado, más al descender pensando solo en su gloria y sin visualizar peligros ni derrotas, olvida que tiene que atravesar la barra que superó con creces y cae destrozado sobre la colchoneta del mismo lado en que ascendió.

Ninguna medalla póstuma le llegó al cielo desde donde observa la popular San Silvestre.

# 12 JOSE DAVID PLAZA SERRANO

 

Toro arrestado de sable

Y aquí estoy, siguiendo las señales que el destino me pone delante, aunque últimamente con bastante desatino. Con el cuerpo nervioso por este acontecimiento que yo mismo me he creado, un punto de inflexión en mi vida. Después de superar una grave enfermedad, salir de una agonía y volver a iluminarme tras una noche oscura del alma, hoy decido abrazar de nuevo y correr la vida, y me he propuesto estar aquí: en la San Silvestre Salmantina.

Este será un nuevo rumbo, el pistoletazo de salida y mi punto de partida. Una carrera sobre puentes de adoquines antiguos, entre fachadas doradas de universidad y el corazón vivo de esta ciudad. Donde la historia rinde homenaje a la belleza y donde ahora demuestro mi fortaleza. Donde la naturaleza no da, Salamanca no presta y yo, sintiéndome aún de prestado, sé que todavía hay tiempo para alcanzar cualquier meta que me proponga.

# 11 Lina Conejero Jarque

 

A contracorriente

La carrera comenzó con el alboroto de siempre, los que solo iban a divertirse obstaculizaban el paso a los atletas profesionales que debían buscar hueco para ponerse en cabeza; él consiguió escabullirse del grupo y enseguida estaba corriendo con facilidad en los primeros puestos, este año nadie podría bajarle del podio. Se sabía el trazado de memoria, no solo por no faltar nunca a esta cita sino porque, charro de nacimiento, no había rincón salmantino que no conociera. Le gustaba el tramo de subida a la catedral que era donde podía desmarcarse, allí estaba ahora corriendo al ritmo de la música de su auricular. En ese instante, tras el tono de la llamada, se paró, sintió un temblor recorriéndole todo el cuerpo, giró sobre sus pies y echó a correr a contracorriente en dirección al hospital. Tendría que acabar el próximo año la carrera empujando la sillita de paseo.

# 10 Marcos Avalos Vilas

 

El tiempo bajo los pies

El frío de diciembre me golpea la cara mientras me coloco en la salida de la San Silvestre Salmantina. He esperado años para esto. Cada invierno que no corrí, cada excusa que me detuvo, vuelve ahora con el viento.
Arranco despacio, los músculos rígidos, pero pronto siento que las calles guardan un eco de mi juventud. Cada zancada es un suspiro que llevaba dentro, cada respiración un recuerdo de quienes me animaron desde la acera, con voces que el tiempo no pudo borrar.
Me adelanto a mis propios temores, a las dudas que me susurraban que ya era tarde. No miro el cronómetro; no importa. Avanzo, y el asfalto parece multiplicarse bajo mis pies, transportándome a cada diciembre que soñé con correr.
Al cruzar la meta, siento un calor extraño en el pecho: he corrido más que una carrera, he corrido a través de toda mi vida.

# 9 Andrea Broullón Dobarro

 

REESCRIBIENDO LAS REGLAS

Les mostraron el camino para correr por sus sueños. La pista era igual para todos. Pero a ella le dieron tacones. A él, unas zapatillas nuevas. Al de allá le vendaron los ojos. Otros iban descalzos, y a algunos, incluso, no les dejaron ni correr.
Durante la carrera, a pesar de sus esfuerzos, varios tropezaron, otros avanzaron con dificultad, y alguno que otro tuvo que abandonar.
Los aplausos del público estallaron cuando el primer corredor se aproximaba a la meta. De pronto, Silvestre se detuvo en seco y, mirando a sus compañeros, se preguntó: —¿Y si ha llegado el momento de cambiar las reglas del juego?
Le tendió la mano a uno de los corredores que se encontraba en el suelo y, juntos, caminaron hasta el final del recorrido.
Porque la igualdad no empieza en la línea de salida.
Comienza cuando entendemos que las reglas deben ser justas para todos.

# 8 JOSE CARLOS

 

EL ULTIMO KILOMETRO

El frío de diciembre muerde las mejillas, pero las calles de Salamanca arden con aplausos. Bajo los arcos de la Plaza Mayor, corredores anónimos se vuelven héroes por una tarde. Entre disfraces, familias y risas, late un pulso común: el deseo de llegar juntos a la meta.
Yo corro con mi hija de la mano. Tiene ocho años y cree que las cuestas pesan más que los gigantes de la Catedral. Le digo que en la San Silvestre no gana quien corre más rápido, sino quien aprende a no rendirse. Sus zapatillas suenan como campanas pequeñas sobre el empedrado. La multitud grita su nombre, y ella sonríe como si Salamanca entera fuera suya.
Cuando cruzamos la meta, sé que no hemos corrido una carrera, sino un recuerdo eterno: la certeza de que cada zancada compartida es una victoria contra el tiempo. El recuerdo de estar unidos.

# 7 Evelyn Megias Carrasco

 

Invisible

Entró en la salida de la San Silvestre Salmantina como si no existiera, sin dorsal, sin número que la atara al presente. Nadie la detuvo. Era demasiado tarde: ya estaba corriendo.
Avanzaba con una ligereza extraña, con una cadencia que parecía aprendida en otra época. Los demás intentaban seguirla, pero siempre se les escapaba unos metros más adelante. Algunos juraron que ni siquiera rozaba el asfalto, que flotaba entre las calles como una sombra blanca.
Cuando cruzó la meta, los jueces buscaron su nombre en las listas. No estaba. El público la buscó entre la multitud. Había desaparecido.
Un niño, asombrado, tiró de la manga de un viejo corredor.
- ¿Quién era esa mujer?
El hombre, con la voz gastada por los inviernos, respondió:
- Carmen. La primera que quiso correr esta carrera, hace cuarenta años.
Y entonces el niño entendió que algunas metas no esperan medallas, sino memoria.

# 6 Virginia Guadarrama Núñez

 

El pequeño dorsal

—Papá, ¿y si no puedo? —me dice acariciando el dorsal de su pecho con las manos temblorosas.
—Lo haremos juntos —respondo—. La San Silvestre no se corre solo con las piernas, se corre con el corazón.
Empezamos despacio. Sus pasos son torpes e inseguros. Es pequeño y frágil, pero cada metro es una conquista, un intento de dejar su enfermedad atrás; yo aprieto su mano como si juntos pudiéramos con todo. En cada calle la gente nos envuelve: alguien le choca la mano, alguien grita “¡Vamos campeón!” como si le conocieran de toda la vida. Él sonríe, aunque el esfuerzo le arranca las lágrimas.
Al llegar al Paseo de San Antonio, la multitud explota en aplausos.
—Papá, ¡he ganado!
No lo corrijo. No le hablo de posiciones ni tiempos. Ha vencido al dolor, al miedo y a los límites. Le abrazo fuerte: —Lo lograste.

# 5 Milagros Moisés González Alba

 

PIEDRAS QUE CORREN

Llevo setecientos años sobre el Tormes y hoy, como cada treinta y uno de diciembre, siento el temblor en mis adoquines.
Antes eran legiones romanas. Después, peregrinos con sandalias de esparto. Luego carruajes que hacían crujir mis costillas de granito. Ahora son zancadas elásticas, miles de latidos sincronizados que me recuerdan que aún sirvo.
Mi compañera, la piedra del arco central, susurra: "Cada año pesan menos". Tiene razón. Los cuerpos se aligeran, pero las sombras que proyectan al cruzarme —esas sí— pesan como siglos. Traen todas las carreras que nunca corrieron, los abuelos que cargaron sacos de trigo donde ahora hay zapatillas de colores imposibles.
Un niño tropieza sobre mí. Su padre lo levanta sin detenerse, rumbo a la Plaza Mayor.
He visto caer imperios, levantar catedrales, morir lenguas. Pero esto —esto que llaman San Silvestre— es lo único que me hace sentir que mi nombre, Romano, todavía significa resistir.

# 4 luis uriarte montero

 

Lo importante

Había ganado casi todas las San Silvestres de la ciudad charra, cuando participaba ese fin de año, un hombre con un bastón que corría cayó al suelo, se ahogaba, rápido le insufló aire y le masajeó el pecho, al cabo de unos minutos se recuperó, era ciego y le agradeció lo que había hecho, llegó tarde a la meta, había hecho lo importante.

# 3 Patricia Aliaga Rodrigo

 

Epifanía del Ímpetu

En el frío de diciembre, Salamanca se convierte en escenario donde las zancadas resuenan como tambores sobre la piedra antigua. La San Silvestre no es solo carrera: es rito laico que funde sudor y esperanza. El aire, cortado por el vaho de cientos de bocas, parece arder en cada esquina iluminada. Nadie corre únicamente contra el reloj, sino contra su propia flaqueza, contra ese instante en que el cuerpo exige rendirse. El atletismo se revela entonces como disciplina del carácter: esfuerzo que se agota y, a la vez, se renueva. Un niño aplaude en la acera; un anciano sonríe al paso de los corredores. Allí surge la verdadera victoria: en la fraternidad inesperada, en la certeza de que el cansancio no derrota, sino que eleva. Y la ciudad, cómplice, guarda en su memoria esta fiesta donde el dolor se transmuta en júbilo y cada meta abre otra vida.

# 1 ALEJANDRO SCHNARCH KIRBERG

 

Honrar a su padre

Ese año logró cumplir un anhelo profundo: estar en la San Silvestre Salmantina, la mítica carrera que su padre había corrido en 1983. Soñaba con revivir aquel recorrido, como un puente entre generaciones y memoria.
Viajó desde Bogotá, donde entrenaba a más de 2.500 metros de altura, confiado en su preparación para la categoría Sub-18. Llegó con tiempo, dispuesto a dejar el alma en cada paso.
El 29 de diciembre de 2024, la cuadragésima edición arrancó con júbilo, y su corazón latía no solo por el esfuerzo, sino por la ilusión de honrar a su padre.
Pero, de pronto, un dolor inesperado lo obligó a detenerse. El miedo lo invadió: no quería fallar, pero el destino le cerró el camino.
De vuelta en Colombia, se prepara para la edición 2025. Esta vez lo lograría, pero desafortunadamente su padre no lo sabría, ya que había fallecido hace tres meses.

 

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